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Teniendo en cuenta que la vida puede cambiar en un segundo, no debería causar sorpresa que lo haga en un año, y, sin embargo, a veces pasa. Sucede en general y también en el fútbol, donde los procesos aparentemente lógicos saltan de repente por los aires de tal modo que puede llegar a parecer casual. No es casual, sino causal, que Iván Cédric y Babatunde Akinsola, 'Tunde', hayan aparecido en el primer equipo del Real Valladolid como lo han hecho, como las dos revelaciones de un verano atípico en el que se ganaron, por lo menos, ser titulares el viernes ante el Sporting, al que, para más inri, Cédric marcó el gol que encaminó hacia la victoria a los blanquivioletas.
Los focos apuntaron hacia el delantero de origen camerunés de una manera poco habitual hasta ahora, ya que nunca había acaparado tantos. Se trataba, no en vano, de su debut como futbolista profesional; de una aparición más rutilante de la de muchos debutantes, puesto que, al contrario que muchos, hasta hace cuatro años no había militado en una cantera de LaLiga. Formado en el Móstoles y en Los Yébenes, en 2019 firmó por el Alcorcón, donde rivalizó en su primera campaña con Slavy, con quien compartió vestuario la temporada pasada, por ser el máximo goleador. Hizo once, menos que el hispano-búlgaro, pero dio la primera muestra seria de su olfato.
Volvió a firmar dobles dígitos en el filial alfarero, en Tercera División (diez goles) y en Toledo llegó a los ocho, cifra que puede parecer baja, pero razonable si se tiene en cuenta que los manchegos descendieron como colistas y que sus tantos supusieron casi un tercio de los 27 totales. A pesar de ellos, al volver a Santo Domingo, el Alcorcón le abrió la puerta. Fuera de ella esperaba el Real Valladolid, ávido de complementar a Slavy con un delantero que fuera distinto a él, más de picar al espacio y no tan referencial. Esa voracidad en la carrera que había demostrado en el Salto del Caballo invitó a acometer el fichaje. Quienes lo conocen hablaban de un futbolista con orígenes y valores humildes, pero con hambre. Y de que se ganaría una oportunidad con el primer equipo. Y de un sueño, que sigue vivo: ser internacional con Camerún.
Aunque nació y se crió en Madrid, Cédric respeta y abraza su ascendencia africana hasta el punto de ansiar ese hito, que le ha llegado ya en categoría sub-23. Con un profundo arraigo a la familia, pronto estrechó lazos con Martin Hongla, tras su llegada en enero, y con Enzo Boyomo, nada más recalar en Zorrilla. Con el ex del Albacete festejó bailando después de marcar al Rayo Vallecano. Con él formó el pasado viernes en un once inicial en el que se ganó estar no solo con su actuación contra los vallecanos, sino también con lo que hizo el pasado curso a las órdenes de Baptista. Los trece goles que anotó le convirtieron en el máximo anotador, gracias, en buena medida, a la gran zancada que tiene y a su oportunismo, que le permiten detectar los espacios para galopar, ganar área y, en ella, estar en el momento justo en el lugar indicado, como cuando Iván Sánchez centró. Festejado el primer rugido, 'la pantera', apodo que recibe por cómo celebra algunos goles, ansía que lleguen otros más como blanquivioleta. Incluso cuando conoce el interés de Atlético de Madrid, Celta o Granada en él.
Hay primeras impresiones que cambian para siempre el camino marcado. A Fresneda le pasó al ser visto por Pacheta y a Tunde puede sucederle después de que Paulo Pezzolano decidiera que iba a empezar a entrenar a sus órdenes nada más verle, en el primer entrenamiento que dirigió.
Las preguntas, que se agolpaban cerca del verde, podían resumirse en una: ¿Por qué? Porque le vio algo. Es la respuesta más obvia. Un algo más profundo es que al charrúa le llamó la atención la intensidad que pone en cada acción, incluso cuando estas no son siempre limpias, puesto que es veloz, profundo y desequilibrante. Algo que, como recuerdan muchos con retintín, no se había visto en el filial.
Llegado también hace un año, desde de una competición tan inhóspita como la Segunda División sueca, Babatunde Akinsola arribó a prueba y convenció, aunque la falta de licencias disponibles y unos problemas burocráticos impidieron que pudiera ser inscrito durante los primeros meses, durante los que se quedó entrenando con el Promesas, pese a no ser ni siquiera anunciando y a no tener la posibilidad de competir. Aunque la documentación pendiente estaba en manos de la dirección deportiva, finalizando 2022, Tunde se desplazó a su país para agilizar los trámites y, en consecuencia, estuvo cerca de dos meses fuera de la dinámica del grupo, aunque a última hora, en el mercado invernal, pudo por fin ser inscrito.
Cuando Paulo Pezzolano escribió en su lista para el partido ante el Girona el nombre del extremo africano, allá por el 21 de abril, éste apenas se había vestido de corto tres veces: jugó dos ratitos ante Bergantiños y Oviedo Vetusta y fue titular ante la Gimnástica de Torrelavega. No brilló, y de ahí tantas preguntas cuando entró en su primera convocatoria para un envite de Primera. Antes que él, en el Promesas, acostumbraban a jugar Arroyo, uno de los canteranos de mayor jerarquía para Pacheta, y Manu Pozo, como el vallisoletano debutante en la máxima categoría. El tiempo fuera del grupo le hizo mella también, y quizás por eso, dos días después, ante el Compostela, mientras 'El Papa' miraba desde la grada, tampoco estuvo brillante.
Y aun así, el entrenador uruguayo se mantuvo firme, haciéndole debutar frente al Sevilla. Cuando llegó la hora de elegir a los canteranos que harían la pretemporada con el primer equipo, quedó claro pronto que Tunde estaría y, como Cédric, aprovechando que el plantel es de circunstancias, se hizo con su sitio merced al torbellino que es. Algunas de las acciones de la preparación sirven para definirle: sus ágiles piernas van a veces más rápido de lo que pide la jugada, por lo que llega a errar, aunque su energía es de las que contagian y gustan en un José Zorrilla que ya disfruta de ambos.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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