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Desde que el fútbol existe, la figura del presidente es la que ha marcado la personalidad de los clubes. Da igual que fueran deportivos o sociedades anónima. No han cambiado mucho. La personalidad del dirigente máximo -fuera o no propietario-, ejerce tal influencia sobre las decisiones que en la mayoría de los casos las entidades son en gran parte un reflejo de quien las preside o las tiene en propiedad. Hay una excepción: los propietarios estadounidenses. Liverpool o Mallorca, por ejemplo, se salen de esa norma general. Los americanos dejan hacer, se dejan guiar por los que están sobre el terreno. Son excepciones.
La salida de Carlos Suárez pone punto final a casi cuatro lustros del leonés con alma pucelana al frente de la entidad. 18 años en los que el club ha ido evolucionando en paralelo con su dirigente. Ambos han madurado en las adversidades y han crecido en los momentos más complicados. Estas son las luces y sombras de un pasado reciente que ya se aleja.
1
La deuda.
Suárez no llegó a un club especialmente saneado. Aunque se llevo a cabo una auditoría cuando los Fernández vendieron la entidad a Pedro Saralegui y Nacho Lewin, el hecho es que la caja estaba colonizada por las telarañas en 2001. Suárez tuvo que lidiar con años muy complicados, con un descenso en tiempos en los que no había ayudas a los equipos que bajaban y con plantillas caras y con contratos muy largos, en los que no se contemplaban reducciones salariales en caso de pérdida de categoría.
2
El despido de Mendilibar.
Suárez lo ha considerado siempre su mayor error al frente del Real Valladolid. Gorka Marques, esposo de Arantxa Saralegui y hombre que representaba a la propiedad en el consejo de administración, estaba convencido de que la mala dinámica del equipo en el cuarto año de Mendi era achacable al vasco. Suárez no compartía esa opinión, y veía más la causa en una plantilla desunida y con varios jugadores tóxicos. Se resistió todo lo que pudo, pero al final cedió. Aún no se lo ha perdonado.
3
Confiado.
Una de las virtudes como persona de Suárez es la generosidad. Pero ese atributo en ocasiones se convierte en un defecto, en especial cuando no has sabido ver lo que hay debajo de la superficie de quien tienes enfrente. Y a Suárez le ha pasado en bastantes ocasiones. La más paradigmática es la de José Luis Losada, su mentor en el Banco Gallego, al que dio entrada en el club y con el que ha terminado como el rosario de la aurora cuando se percató de que maniobraba a sus espaldas. O la de José Moro, al que le unía una amistad que saltó por los aires cuando tuvo conciencia de que le hacía la cama en el club. O Braulio, que le dejó en la estacada para firmar un contrato con Osasuna. Estas, como otras cuantas, provocaron crisis severas en la entidad, resueltas satisfactoriamente, pero siempre a costa de un notable desgaste personal.
4
Los descensos.
Tres descensos en 18 años, aunque vayan acompañados de otros tantos ascensos, hablan poco bien de la gestión deportiva y de las decisiones para formar las plantillas. Y aunque las decisiones no eran suyas en sentido estricto, las respaldaba, lo que le convierte en colaborador necesario. El tiempo ha despejado lo suficiente en panorama como para permitir ver que los errores en las tres temporadas en las que se perdió la categoría estuvieron relacionados con una falta de método para formar las plantillas.
5
Salvó la entidad.
Y en dos ocasiones. La primera, cuando arribó en 2001 a Zorrilla. La ausencia de tesorería la palió con el apoyo del Banco Gallego e imponiendo una economía de guerra que permitió acabar la temporada. Las ventas de García Calvo y Gabi Heinze a final de temporada supusieron unos ingresos de más de 4 millones de euros, con los que pudo empezar a reflotar las finanzas.
La segunda se produjo en 2011, cuando ante la certeza de que los propietarios no tenían intención de mantener su inversión hipotecó su patrimonio para adquirirles la mayoría de las acciones.
6
Los ascensos.
Si descender se pone en el debe de Suárez, los ascensos deben ir al haber, por justicia. En dos de ellos, además, la decisión sobre el entrenador fue exclusivamente suya: Mendilibar y Djukic. En la llegada de Sergio, en cambio, tuvo más que ver su capacidad de escuchar y abrir la mente a otras opciones.
7
Implicación con la ciudad
A las pocas semanas de llegar al Real Valladolid, Suárez se percató de que era de vital importancia revertir la desafección que parecía haberse asentado en la ciudad con el cambio de propietario. Los Fernández no eran especialmente queridos, pero Lewin tampoco lo fue y a Pedro Saralegui nadie le conoció. Pese a que cuando desembarcó tenía 33 años y no eran las relaciones sociales su plato favorito, fue capaz de hacer de tripas corazón e introducirse en la vida de Valladolid para revitalizar el club.
8
Cercanía y lealtad
La buena sintonía con las administraciones públicas le ha dado al Pucela caballos extras de potencia en los momentos en los que el motor amenazaba con griparse. Sin hacer distingos, ha sabido hablar y entender a los políticos que toman las decisiones. Y con ello se ganó la admiración y el respeto de personas que le miraron con recelo los primeros años. Todos acabaron percibiendo que Suárez colocaba siempre, sin excepción, el interés del club por encima del suyo personal. Por mucho que costara. Y esa lealtad hacia lo que no deja de ser un patrimonio de la ciudad acabó pesando mucho.
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Sara I. Belled y Leticia Aróstegui
Doménico Chiappe | Madrid
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