El final del verano

Para empezar, vimos gente. Si hace unos años, no muchos, alguien me hubiese dicho que más de veintidós mil personas van a poblar las gradas de Zorrilla un diecinueve de agosto me habría dado la risa. Es verdad que lo que hemos visto aquí es una tendencia en España y que salvo en Éibar en el resto de los estadios la asistencia ha superado el ochenta por ciento del aforo. Pero es para estar contentos y orgullosos por ver tanto violeta en las gradas. Una pena que la grada de animación no sea más extensa, pero poco a poco.

Me produjo alegría ver, por este orden, la actitud del equipo y la aptitud. Salir a por el partido desde el minuto uno y hacerlo con un juego vistoso es algo que me alegró. Hace un par de semanas comenté que, si conseguimos que jugadores como Amallah, Kike o Machis se recuperasen, teníamos mejor equipo que el año pasado pese a las bajas de Monchu o Tárrega. Espero que lo que vi el lunes no sea un espejismo, porque lo que vi de dos de los tres mencionados fue lo que sé que pueden darnos, pero eso hay que mantenerlo durante la liga.

Sé que no ha estallado la paz. Ni siquiera hay una tregua, pero vamos a disfrutar de que estamos en primera, del ambiente vivido el lunes, de ver que las entradas para ir al Bernabéu se agotaron en pocos minutos, de que debutó Chuky y de que el estadio está precioso pese a ser urgente una intervención profunda. Ya habrá tiempo para el llanto y crujir de dientes. Esto no ha hecho más que empezar y algo me dice que vendrán días malos, pero la experiencia y Marian Rojas Estapé me han enseñado que el noventa por ciento de las cosas que nos preocupan no llegan a ocurrir nunca. Así que surfeemos la ola ahora que podemos.