Ramón Martínez y Fernando Redondo, secretario técnico y entrenador del Real Valladolid en 1984
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Ramón Martínez y Fernando Redondo, secretario técnico y entrenador del Real Valladolid en 1984
«La cantera fue clave... como en todos los logros históricos del Real Valladolid»Fernando Redondo Barcenilla (Renedo de la Vega, Palencia, 1944) y Ramón Martínez Gómez (Argañán, Salamanca, 1947) se sientan en la hemeroteca de El Norte y el tiempo retrocede hasta 1984, una época gloriosa para el Real Valladolid. En el mes de marzo de aquel año, ... Redondo se hizo cargo del banquillo de un Pucela en caída libre... que acabó manteniéndose en Primera y alzándose, contra todo pronóstico, con la Copa de la Liga.
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«Me encontré con una plantilla de jugadorazos espectaculares. Yo no hago milagros. Había buenos mimbres y se pudo hacer un buen canasto. Para mí, fue un regalo de la vida», empieza Fernando Redondo con modestia. Sin embargo, su papel como entrenador resultó clave...y también el de Ramón Martínez, a la sazón secretario técnico del club. Él fue el que sondeó a Redondo sobre la posibilidad de volver al banquillo del Real Valladolid si caía José Luis García Traid y el que convenció al entonces presidente, Gonzalo Alonso.
«Él quería una persona que fuese de Valladolid, a ser posible, por el tema económico y que conociera el club. Se pusieron otros nombres encima de la mesa y cuando me tocó intervenir le dije: 'Presidente, hay otra persona y creo que debe ser Fernando Redondo'. El equipo llevaba una mala deriva y se iba a Segunda. Y acertamos plenamente porque lo cogió a falta de siete jornadas y en las dos últimas ya estábamos salvados»
El germen del éxito en aquella campaña 1983-1984 llegó con un cambio táctico. Redondo decidió que el equipo debía sacar el balón jugado con limpieza. «Si no sales con claridad, luego es difícil progresar en el campo contrario. Con Gail sacar el balón resultaba era una gozada. Era difícil hacernos contraataques porque Navajas era rapidísimo. Por las bandas, tanto Richard como Aracil jugabamo como laterales que, por encima de todo, hacían honor a lo que significa la palabra defensa. Y de lo otro se encargaban jugadores con el nivelazo de Moré, Minguela o Eusebio», apunta Fernando Redondo.
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Después del gran final liguero y la permanencia en Primera, llegó la Copa de la Liga. «Nadie pensaba que podíamos ganarla, pero íbamos a jugarla. El primer rival fue el Zaragoza. Ganamos en casa con un gol de Moré. Fuimos a La Romareda con esperanzas, pero también con miedo. Perdimos por 2-1 y hubo que disputar una prórroga. En total, jugamos tres prórrogas en cuatro eliminatorias. Siempre digo que aquel equipo estaba muy bien físicamente porque en todas las prórrogas marcamos goles. En La Romareda concretamente fueron tres:Moré, el Polilla y Jorge. Superamos la eliminatoria y dijimos a ver qué pasa», relata Martínez.
Lo que sucedió fue que el Real Valladolid quedó exento por sorteo en la siguiente eliminatoria, así que se programó un amistoso en Italia ante el Avellino, recién ascendido a la primera división transalpina, para no perder ritmo. «También nos dieron un millón de pesetas, que para el presidente era lo más importante y así debe ser», recalca Martínez.
Luego, el Pucela eliminó al Sevilla (con prórroga y penaltis; el último de los lanzamientos lo ejecutó el portero Carlos Alberto Fenoy). «A continuación, nos tocó el Betis, que había quedado quinto en Liga, un equipazo que contaba con Cardeñosa, Calderón, Gordillo.... Nos ganaron 2-0 en Sevilla y aquí vencimos 3-0 en el último minuto con un gol del Polilla Da Silva», añade el exsecretario técnico.
De repente, el Real Valladolid ya era finalista de la Copa de la Liga. Fernando Redondo observaba cómo la plantilla se había ido cargando de moral y convencimiento. «Veía que el equipo cada vez creía más. Trabajar con aquellos jugadores era una delicia. Hasta había que pararles. Incluso a gente como el Pato Yáñez, al que muchas veces había que llevarle de la camiseta porque de resistencia andaba justito... 'Estamos que volamos, estamos fenomenal, míster', me decían. Pero puedes estar supermotivado que yo sigo diciendo lo mismo: se ganó porque había jugadorazos. El éxito fue de los futbolistas, pero también de este señor que está aquí ahora a mi derecha, que fue el que los firmó», apunta Redondo.
«Hay que tener en cuenta una cosa», interviene Ramón Martínez. «Esta plantilla estaba desde el principio. Cuando Fernando llegó, nos íbamos a Segunda. Con él cambió la cosa. Por algo sería, digo yo...», matiza.
La cantera blanquivioleta desempeñó un papel importantístimo para lograr la Copa de la Liga. «Intervinieron 17 jugadores y otros dos estuvieron citados en algún partido. Y en aquella plantilla había ocho canteranos», recuerda Martínez.
«Dar oportunidades a la cantera: ahí está el quid de la cuestión», subraya Fernando Redondo. «A veces no nos damos cuenta de que la historia ya está escrita y con líneas y letras muy grandes. La cantera ha sido fundamental en todos los logros históricos del club. En la Copa del Generalísimo de 1950 había cantera a punta de pala [el Real Valladolid fue subcampeón]. En la mejor clasificación en la historia del Real Valladolid, temporada 1962-1963, con Ramallets de entrenador, había muchos canteranos también. Por supuesto, en la Copa de la Liga. Y en la Copa del Rey de 1989 [el Pucela fue de nuevo subcampeón]. El secreto está en fichar gente joven y barata. Traer aquí a monstruos sagrados es pan para hoy y hambre para mañana. Cantera o cartera. Y cartera nunca hemos tenido mucha...».
Con un núcleo potente de canteranos, el Real Valladolid de la temporada 1983-1984 se dispuso a afrontar la final de la Copa de laLiga a doble partido frente al Atlético de Madrid. El empate a cero de la ida en el Vicente Calderón disparó la «euforia», como evoca Ramón Martínez. «Todo el mundo estaba deseando que llegase el partido en Zorrilla. En la actualidad vemos el estadio abarrotado de gente, el 90% con camisetas del Real Valladolid. Entonces no se hacía eso, pero aquel día el estadio se llenó y había banderas y de todo. El ambiente era impresionante».
La hipermotivación del Real Valladolid resultaba máxima en una cita para la historia. Fernando Redondo rememora cómo fluían las emociones. «Ha sido el partido en el que menos arenga he necesitado para los jugadores. Me animaban ellos a mí. Sí recuerdo una frase que les dije cuando salíamos ya del vestuario hacia el túnel: 'No os preocupéis. Hoy no hace falta comentar absolutamente nada. El público nos va a llevar en volandas. Y, si no, al tiempo'. Aquella frase luego me la han ido recordando algunos de los futbolistas».
Redondo buscó la manera de ganar la partida táctica a Luis Aragonés, el entonces entrenador del Atlético de Madrid. «Yo sabía que Luis tenía temor al Pato y que iba a poner a marcarle a un perro de presa como Tomás Reñones. Lo que hice en el Manzanares fue decirle al Pato:'Sales de extremo derecha, pero vas a estar ahí solo cinco minutos. Luego, te vas a ir a la izquierda para que te siga. Con Votava le preparé un cirio de la de Dios. En el Atlético marcaba las diferencias Hugo Sánchez, pero nosotros teníamos el antídoto de Richard. Lo anuló, no le dejó ni tocar la pelota. En un momento determinado, se cabreó y le dijo:'¿Quieres jugar al fútbol y dejar de darme patadas?'. Y Richard, que parecía muy bruto pero era muy inteligente y lo sigue siendo, le contestó: 'Mira, chavalín, yo no he venido aquí a jugar al fútbol, que no sé. El que no quiero que juegues eres tú. Y no la vas a tocar'».
Los noventa minutos de la vuelta en un desbordante Zorrilla finalizaron 0-0, así que llegó el momento de afrontar una nueva prórroga. Las pulsaciones de Ramón Martínez empezaron a dispararse en el palco. «En toda mi vida siempre he estado muy tranquilo viendo los partidos... menos ese día. Había que ganarlo como fuera. Yllegó la jugada del Pato tras una recuperación de García Navajas y un pase a Aracil. La acción concentró todas las cualidades del Pato: control orientado, carrera en profundidad, desborde y centro atrás. Creo que llegaba Jorge, pero la metió el defensa en propia puerta [Votava] Yo seguí con los mismos nervios, incluso cuando marcamos el 2-0 y el 3-0».
La imagen icónica de un sonriente Pepe Moré levantando el trofeo de la Copa de la Liga forma parte de lo más excelso del imaginario blanquivioleta. «La aspiración de Moré siempre había sido jugar en Primera. El ascenso de 1980 fue importantístimo para él y con esa foto de la Copa de la Liga pasó definitivamente a la historia del Real Valladolid con absoluto merecimiento. No se puede ser más profesional que Moré. Fue una suerte que la Copa la levantase él», recalca Ramón Martínez. «Es una foto para la historia con un jugador franquicia», subraya Fernando Redondo.
Cuarenta años después, la Copa de la Liga figura en las vitrinas del Real Valladolid como el único trofeo realmente relevante desde 1928. «Creo que los clubes deberían recordar más estas cosas. De los que estábamos cercanos al terreno de juego, sólo faltan Tomás [Martín] y el señor Perrote, que ya no viven. Todos los demás, afortunadamente, vivimos. Supongo que lo festejarán cuando ya no viva nadie...», desliza Martínez con un punto de crítica.
Otro de los nombres que brotan durante toda la entrevista es el del presidente Gonzalo Alonso. «Quizá no se le ha dado la fuerza moral que ha tenido, lo bien que dejaba trabajar a Ramón...», incide Fernando Redondo. «Cuando un jugador no salía bueno y la prensa preguntaba él decía que lo había fichado él. En cambio, si debutaba un juvenil o había un buen fichaje decía que el mérito era de la secretaría técnica», rememora Martínez.
El gran final liguero de 1984 y la consecución de la Copa de la Liga dejaron «la paradoja de la vida», en palabras del entonces secretario técnico. «En verano fichamos a dos de los mejores jugadores que estaban a préstamo, el Pato Yáñez y el Polilla Da Silva... y tuvimos 2.000 socios menos, de 11.000 a 9.000. Hasta el punto que no pudimos contratar definitivamente al Polilla porque el presidente contaba con más dinero del que se consiguió. Fue algo verdaderamente increíble. Ahora veo el campo lleno, cómo animan al equipo y me da envidia», dice Martínez. «Para la afición que tenemos en estos momentos, aquello habría sido un 'boom' espectacular», tercia Fernando Redondo. «¿Otro título en el futuro? Ojalá. Desde luego, la afición del Real Valladolid se lo merece», finaliza Ramón Martínez.
Son múltiples los factores que deben concitarse para que un club humilde como el Real Valladolid, a años luz en presupuesto de los grandes transatlánticos del fútbol español, conquiste un título nacional. Y todas esas circunstancias confluyeron hace cuarenta años para hacer realidad el que hasta la fecha sigue siendo el único trofeo oficial de la entidad blanquivioleta en sus 96 años de historia. Aquella imagen icónica de Pepe Moré levantando la Copa de la Liga, que hubo de pasar por los líquidos de revelado para ser publicada dos días después, continúa en el imaginario de los aficionados más veteranos. Y con esa foto acaparando la portada, El Norte lanza el sábado día 29 de junio un Suplemento Especial para recordar de la mano de los protagonistas todos y cada uno de los detalles que rodearon aquella gesta.
Una temporada irregular en lo deportivo, en lo que a la liga doméstica se refiere, que acabó en celebración gracias a una plantilla que se nutrió de la cantera y que hubo de sobreponerse a un cambio de entrenador. El relato de cómo se llegó a conquistar el título, las múltiples anécdotas que dejó el proceso para llegar a levantar el trofeo, y las vivencias de los jugadores que pasaron por aquel vestuario forman parte del Especial que publica El Norte de Castilla. También una conversación entre el director deportivo (Ramón Martínez) y el entrenador de aquel equipo (Fernando Redondo), que cuarenta años se han vuelto a encontrar para repasar, ya con la perspectiva y el poso que deja el paso del tiempo, todo lo que rodeó y acompañó a aquel éxito deportivo.
Un suplemento que es una pieza de coleccionista para los aficionados más veteranos del Real Valladolid, y que se entiende también como una lección de historia para los más jóvenes que no disfrutaron de aquel hito y que solo lo conocen por boca de sus padres y abuelos.
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