Nos metemos muchas veces los plumillas en charcos que ni importan ni preocupan a nadie más que a la propia profesión. Asuntos, en ocasiones arcaicos y extemporáneos, como el que nos tiene pendientes dos veces al año hasta más allá de la medianoche sin que ... a nadie le chirríe ni le pite los oídos más que a los empleados de las imprentas que tiran periódicos –ahora también a los muy tuiteros–.
Los propios clubes, directores deportivos, intermediarios de media Europa y trabajadores de LaLiga están encantados con la opción que, históricamente, les proporciona el mercato de no madrugar dos días al año sabiendo que los teléfonos empezarán a echar humo a partir de las siete de la tarde. A usted que sigue la actualidad desde el sillón le es indiferente que el periodo de fichajes arranque un 1 de enero y se prolongue hasta las 00:00 horas del 31 siguiente. Poco o nada le importa que haya treinta días entre medias para descolgar el teléfono, usar el fax –si es que algún club no lo ha jubilado–, cerrar operaciones ¡y hasta enviar documentación a la liga!
Por supuesto le interesa menos que la reproducción de la estrella de mar que el último fichaje de su equipo aparezca inscrito a las 00:45 horas cuando el plazo termina a medianoche. Pudo hacerse a las 20:00, las 18 horas en Caboverde, pero no, había que atender a una norma no escrita de hacerlo todo a la española. A última hora. A esa hora medio país lleva ya al menos una hora contando ovejitas, y desde luego que a ninguno se le ocurre levantar el teléfono para comprobar si su club de referencia ha ganado o no la puja por un tal Cabral. Caboverdiano, para más señas. Allí su cesión al Real Valladolid se conoció a las 22:45 horas. Pelín tarde, también, pero incluso suficiente si me apuran para irse a la cama sonrientes porque uno de sus paisanos vaya a jugar en la liga española. ¡En el club de Ronaldo!
Sí, sí, el mismo que fichó el Real Madrid un 31 de agosto de 2002 solo unos minutos antes de que se diera por cerrado el mercado. No se podía haber anunciado, por ejemplo, a las ocho de la tarde. No. Se hizo a las 23:30 horas... ¡que en Brasil es la hora de la merienda!