J. C. Cristóbal
Miércoles, 10 de enero 2024, 00:13
El Real Valladolid no tiene una rivalidad futbolística consolidada con los equipos de su Comunidad; si preguntan a los aficionados más veteranos, seguro que responden que ese carácter de derbi lo mantiene más con equipos norteños como el Real Oviedo, el Sporting de Gijón o ... el Racing de Santander, incluso mirando al sur con el Rayo Vallecano, más que con los castellanos y leoneses del Salamanca, el Numancia, la Cultural, la Ponferradina o, en el caso que nos ocupará el fin de semana, el Burgos.
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Sí que es verdad que el primer partido oficial de la historia del Real Valladolid, un 7 de octubre de 1928, fue contra el equipo representante de la ciudad del Cid, entonces llamado Unión Deportiva, y el marcador de 12-0 de ese duelo de categoría regional no necesita mayor comentario; eran los albores, y por ello sorprende que en el partido de vuelta, con 1-5 para los blanquivioleta, el cronista de El Norte de Castilla criticase de forma muy dura la «fiera hostilidad» con la que fue recibido el Real Valladolid por parte del público burgalés.
Pasó mucho tiempo hasta el siguiente enfrentamiento, en Tercera, en diciembre de 1944, la Gimnástica Burgalesa recibió en Zatorre al Real Valladolid y le ganó 3-1; lo que no cambió con los años es el ánimo de la grada contra la visita, la crónica que firma Ceese habla de «ambiente enrarecido» y de que alguien «azuzó las pasiones» contra el equipo y contra la ciudad. La Burgalesa, segunda, acabó ese curso por delante del Real Valladolid. La temporada siguiente, con el equipo ya campeón de grupo, el Real Valladolid viajó a Burgos para disputar la última jornada con suplentes y regresó con un severo 5-1 en contra. No hubo ascenso, pero ese equipo que ya entrenaba Antonio Barrios estaba preparado para entrar en la edad de oro del club y perder de vista durante muchos años a sus vecinos de Burgos.
No se vieron las caras en los años cincuenta, hubo que esperar a que el Burgos saltase a la división de plata en la 61-62, y se consolidase en la categoría, para ver cinco duelos entre los vecinos regionales. La serie no es buena para los vallisoletanos. Comenzó con 1-0, aunque enfrentaba a un recién descendido de Primera contra un recién ascendido desde Tercera, dirigido por Rafa Yunta, entrenador del Real Valladolid solo tres años antes. Ese partido abrió un paréntesis porque los blanquivioleta volvieron a Primera y, ya convertido en equipo ascensor, fueron ubicados en el grupo sur de Segunda durante dos campañas, viajando a destinos tan 'cercanos' como Mallorca, Málaga, Granada, Alicante, Murcia o Cádiz. La Federación Española corrigió el dislate, situó al Real Valladolid en el mapa que le corresponde y volvieron los viajes a Burgos, ya al estadio de El Plantío, inaugurado en 1964.
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Fueron cuatro visitas consecutivas con tanteos muy parejos. Comenzaron en marzo de 1967 con 1-1 (gol de Melo, futuro lateral del Atlético); siguió en febrero de 1968 con 2-2 (goles de Román y Paco Docal) sobre un Plantío embarrado y ante unas gradas con siete mil aficionados vallisoletanos, según cuenta Ángel María de Pablos en su crónica de El Norte; siete meses más tarde, se abrió la Liga con la única victoria del ciclo para el Real Valladolid, 1-2 con doblete de Docal, el ariete de Laredo; la revancha llegó en diciembre de 1969, con un 4-1 favorable al Burgos, y eso que otra vez Docal abrió el marcador, una de las fotos que ilustra el reportaje gráfico de Cacho muestra con su pancarta a un grupo de «sufridos, abnegados seguidores del Valladolid», por la felicidad de sus rostros se deduce que se realizó en los minutos previos al comienzo del partido, o en el descanso, al que se llegó con 0-1, el desplome llegó en la segunda parte, como un anuncio premonitorio del fatídico descenso a Tercera de meses después.
Nuevo paréntesis en los setenta, cuando el Burgos se subió a los hombros del Real Valladolid y saltó a Primera. Seis temporadas en la elite en dos etapas, entre ambas tres enfrentamientos, los únicos en que los blanquinegros tenían la categoría de favorito ante los blanquivioleta. En febrero de 1974 el Burgos ganaba 2-1 (gol de Puig-Viñeta) en un partido marrullero, la crónica de Javier González cita un bofetón al jovencísimo Landáburu que el árbitro se comió; en el lado contrario, otro joven extremo, de nombre Juanito, jugó los últimos minutos. En septiembre volvieron a abrir la Liga, la 74-75, y al igual que cinco años antes, el Valladolid abrió el marcador (repitió Puig-Viñeta) y terminó perdiendo 4-1, con Juanito ya titular y figura. En octubre de 1976 el Valladolid empató 1-1 en El Plantío con un gol de Álvarez más allá del minuto 90; en el once burgalés se alineó un bigotudo futbolista croata, Sergio Kresic; el Burgos fue campeón y regresó a Primera; el Real Valladolid lo rozó, fue cuarto, y le tocará esperar cuatro años más.
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Ahí pudo acabarse la historia. El club desapareció en 1983, se refundó como Real Burgos y escaló montañas hasta recuperar en 1990 la cumbre de Primera, donde permaneció tres campañas y disputó en El Plantío dos partidos contra el Pucela, los únicos en la máxima categoría. En el primero, de enero del 91, el Real Valladolid de Maturana ganó 0-1, con gol de Vílchez, al Real Burgos de Novoa, ahora vestido con camiseta roja y pantalón blanco; en el segundo, de octubre, el tanteo se dio la vuelta, con el 1-0 burgalés al Real Valladolid de los colombianos, Fonseca falló un penalti y Javier González, en su crónica, destacó que en el palco estuvo presente el alcalde Rodríguez Bolaños junto al futuro presidente del club, Andrés Martín; también que hubo incidentes en los alrededores del estadio e insultos entre los aficionados ultras. Tiempos difíciles.
El Real Valladolid descendió y estuvo al borde la quiebra, el Real Burgos echó el cierre en 1994, tuvo que refundarse, recuperar la camisola blanca y el calzón negro; aun así, nadie podría imaginar que hubo que esperar treinta años para ver un nuevo cruce en El Plantío entre los vecinos burgaleses y vallisoletanos, un 5 de septiembre de 2021, un 3-0 en uno de los partidos más lamentables de la era Pacheta, con los tres goles en seis minutos; Arturo Posada definió al Pucela como «un guiñapo» en su crónica de El Norte de Castilla. Volvió a ser un partido caliente, se cantó el 'Pucela, capital de Senegal' y Toni Villa recibió un escupitajo desde la grada.
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