Termina el partido en Vigo y con el remate de Murillo todavía caliente, la cámara encuentra a Sergio discutiendo con Fede San Emeterio en el centro del campo sobre la falta que motivó el centro y posterior gol del empate vigués. La imagen es harto ... elocuente y reveladora.
No preocupaba tanto el remate del central colombiano entre un mar de cabezas, hasta siete del Real Valladolid, como la falta efectuada a dos pasos del centro del campo. Seguramente se pedirían explicaciones a los centrales en el vestuario, pero la primera reacción del técnico fue la de corregir al cántabro. Síntoma inequívoco del pánico que se ha instalado en el vestuario con las acciones a balón parado. Preocupa más no conceder faltas que conllevan balones al área, que corregir la defensa de las mismas.
Y el resultado de la acción con la que se cerró el partido en Vigo explica el pavor que desata ese tipo de situaciones, pero también lo poco trabajado que está el balón parado en este equipo. Si nos vamos a los datos de esta temporada, el balance deja en evidencia la labor del cuerpo técnico. De los once goles que ha encajado el Valladolid a balón parado (cinco de penalti), siete le han costado puntos. Con los dos que perdió el domingo en Balaídos, la cifra se dispara hasta los 12 puntos, siete si no contamos los encajados de pena máxima ante Eibar, Levante y Sevilla. Dos goles llegaron tras una mala disposición en el lanzamiento de saque de esquina (Duarte en Granada y Pau Torres en Villarreal), uno en un error individual de Masip (López Alcaide en la primera jornada ante la Real Sociedad), otro por la mala defensa de una falta lateral (Sandro en Huesca) y dos más por no sujetar al rematador dentro del área (Casemiro frente al Real Madrid y Murillo en Balaídos). El resto de tantos recibidos a balón parado han venido desde el punto de penalti (Campaña, Williams, Fekir, Ocampos y Esteban Burgos). En total, once de los 36 que ha encajado hasta la fecha el Valladolid lo que eleva el porcentaje hasta un 30%.
Una cifra significativa si tenemos en cuenta la falta de fútbol que tienen los blanquivioleta esta temporada y la cantidad de partidos que se deciden hoy en día por detalles.
La sangría es aún más sonrojante si metemos en el saco los goles que ha recibido de cabeza. Ahí ya entraría el de Kevin Rodrigues para el Eibar (minuto 90), el de Budimir en Zorrilla, de Lenglet para el Barcelona, el primero del 'hat trick' de Rafa Mir y el de Kike García en Ipurua.
En esa balanza habría que descontar los conseguidos por Plano en Granada, Bruno en Huesca y Joaquín para el empate ante el Elche.
Pérdida de concentración en el tramo final
Quince son los goles que ha encajado el Pucela en la última media hora de juego lo que supone el 42% de los totales recibidos esta temporada (36).
Anticipación en los remates de cabeza
Siete son los goles de cabeza ha recibido dentro del área, que se traducen en seis puntos perdidos.
Mala colocación y defensa a balón parado
Once son los goles encajados en situaciones a balón parado, cinco de ellos de penalti, que se traducen en siete puntos perdidos.
Los ejemplos son variados pero el rival que más ha evidenciado los problemas que sufre el Valladolid en la defensa de los balones aéreos es el Huesca con Rafa Mir como principal protagonista. Ya en la ida remató todos los balones que cayeron del cielo al área blanquivioleta y en la vuelta lo volvió a repetir, especialmente en la primera parte.
Distancia inadecuada
El tanto logrado por Murillo el pasado domingo en el minuto 94 no ha hecho sino refrescar la falta de entrenamiento que tiene el Valladolid en este tipo de situaciones. «Lo primero que sorprende al ver las imágenes es cómo todos miran hacia el balón y nadie mira a su lado», apunta Javier Yepes, entrenador y colaborador de El Norte, sobre una posición que en baloncesto se denomina triángulo –perfil en fútbol– para no perder de vista ni al balón ni a tu par, en este caso atacante.
Repasando una y otra vez el gol del Celta, llama también poderosamente la atención la distancia que separa a los defensas –hasta siete jugadores en esa acción esperando el centro– de los rematadores. Yepes recuerda una de las máximas de esa enciclopedia que era Julio Lasa. «Solía decir que al distancia más larga en una marca era una cuarta, de manera que con tu dedo pulgar te tocabas a ti y con el meñique al contrario». En este caso en concreto, a Bruno y a Joaquín les separaba más de una cuarta –y más de dos– de Murillo.
En última instancia la posición de Roberto, un portero de mayor envergadura que Masip, tampoco es la más idónea teniendo en cuenta que el balón llega prácticamente desde el centro del campo con tiempo suficiente para reaccionar y atacarlo de frente. Roberto optó por permanecer bajo palos y acabó convertido en espectador de excepción del gol del empate. «Lo más lógico es que mande a los dos pequeños a los palos y tire la línea al borde del área para dejar espacio a su movilidad», explica Yepes, quien considera «todo un desatino» el último minuto del partido.
Desde la falta cometida por San Emeterio hasta el remate del propio Murillo sin nadie cerca que le estorbara, en una situación similar a la que tuvo como protagonista a Casemiro el día del Real Madrid. Aquella en el minuto 65, esta en el 94. El remate sin oposición del brasileño costó un punto, el del colombiano dos.
Jugadores como Rafa Mir, Casemiro o Murillo, en el último partido, han puesto en evidencia el trabajo del equipo a balón parado
Y ambos goles forman parte de los quince que ha encajado el Valladolid dentro de la última media de juego, y que se traducen en 13 puntos perdidos en ese tramo de partido. Aquel doloroso cabezazo de Kevin Rodrigues en el minuto 90, el de Campaña en el 83 o el de Roger, también en el 83, se compensan con los 7 puntos que ha ganado el equipo de Sergio González en esa recta final de los partidos –mención especial para el gol de Raúl Carnero en Sevilla, Weissman ante Osasuna o el ya mencionado de Joaquín frente al Elche–.
El acento, sin embargo, se debe poner en corregir la defensa de los balones aéreos para que la falta de San Emeterio quede después en anécdota.