Saben perfectamente los taurinos que ya puedes bordarlo con el capote, hacer incluso la faena de tu vida, que si pinchas en hueso con el estoque, te quedas con un palmo de narices. Todo lo anterior, el toreo de salón, los amagos y hasta la posesión, queda para los puristas. En fútbol profesional -si no que se lo pregunten a Simeone-, lo que cuenta es el resultado. Y el que figura ya en la hemeroteca, méritos aparte, es el mismo que ha imperado desde que Sergio dirige a este Valladolid.
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Aquellos que llevan kilómetros y kilómetros de rodaje en esto del fútbol contarán por miles el presenciado entre Atlético y Real Valladolid. Equipo pequeño que planta cara al grande, que por momentos le tiene contra el rincón y que acaba cediendo en dos fogonazos aislados. Tan viejo como el propio fútbol y la distancia que separa a unos de otros en lo que a presupuestos se refiere.
Prometió el partido del Valladolid durante la primera hora y sin embargo acabó en la orilla que se presuponía antes siquiera de saltar al campo. Un año invicto en su estadio, 25 partidos sin perder en liga, dos goles encajados esta temporada,... ¡Misión imposible!
Atlético de Madrid
Oblak; Trippier, Savic, Felipe, Hermoso, Vitolo (Marcos Llorente, minuto 46), Herrera, Saúl (Koke, minuto 57), Lemar (Torreira, minuto 77), Correa y (Joao Félix, minuto 57) Luis Suárez (Kondogbia, minuto 63).
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Real Valladolid
Masip; Hervías (Janko, minuto 73), Bruno, Javi Sánchez (El Yamiq, minuto 81), Nacho (Míchel, minuto 73); Roque Mesa, Alcaraz; Óscar Plano, Kike Pérez (Weissman, minuto 62), Jota (Toni Villa, minuto 62), y Marcos André.
Goles: 1-0 (minuto 56): Vitolo. 2-0 (minuto 72): Marcos Llorente.
Árbitro: González Fuertes, del comité asturiano. Amonestó a Savic, Vitolo, Luis Suárez y Herrera por los locales y a Javi Sánchez y Roque Mesa por los visitantes
Incidencias: Duodécima jornada de Primera División disputada en el Wanda Metropolitano sin público en las gradas por la pandemia.
Le daba vueltas Sergio durante la semana a la posibilidad de cambiar de sistema para suplir la ausencia de Guardiola. Aparcar el 4-4-2 que le ha sacado a flote en las últimas semanas para volver al libreto original con el que se nos presentó la temporada. Debió consultarlo con la almohada y darle muchas vueltas en las horas previas porque el cambio implicaba pros pero también una serie de contras, como prescindir de un segundo delantero y, por lo tanto, desaprovechar una oportunidad pintiparada para subir a Weissman a un tren en marcha. Guste más o menos, tarde más o menos tiempo en adaptarse, el israelí es el goleador con mayúsculas de este Real Valladolid. Con esa etiqueta se le fichó y la buena racha de Marcos André no debe ocultar el bosque.
Su suplencia retrasa una semana más su explosión en este equipo. Un bloque que por otro lado ha dado con esa tecla que tantas alegrías le ha reportado las dos últimas temporadas. Sacrificó el técnico al segundo delantero, pero a cambio encontró espacio para hacer alguno de esos guiños que tanto le gustan al técnico cuando se enfrenta a un grande. En este caso tocó con la 'varita' a Roque Mesa, en pretemporada hasta la fecha; a Kike Pérez, castigado desde Villarreal; también a Jota, dándole su primera titularidad como premio a sus buenos minutos ante Granada y Levante; y a Javi Sánchez, rompiendo esa larga travesía que había llevado emparejar a Joaquín con Bruno para enchufar al madrileño a la dinámica del grupo.
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Después de horas de debate con la almohada y su ayudante Diego Ribera, la pizarra descifró un 4-2-3-1 con galones para Alcaraz y Roque Mesa tanto para destruir junto a los centrales como a la hora de construir lanzando contragolpes. Apostaba sobre seguro atrás, bien abrigada la zaga con esos dos pivotes, y la incógnita radicaba en comprobar si sería capaz de rondar la portería de Oblak, la menos goleada del campeonato (dos tantos encajados en 11 partidos). Ahí radica la diferencia con su admirado Simeone, el espejo en el que se mira Sergio. Mientras el Atleti no necesita mimar el balón para marcar -en ocasiones hasta desprecia la posesión-, equipos como el Valladolid deben descargar el cargador antes de dar en la diana.
No resultó extraño por lo tanto, ni siquiera para el Pucela, que se encontrara con más balón que nunca esta temporada. Sucedió tal cual en el mes de junio y un despiste a la salida de un córner dejó los tres puntos en el Wanda.
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Y el guion tampoco varió mucho seis meses después. Fue el equipo de Sergio el que propuso y dispuso durante toda la primera parte, con el habitual déficit del gol pero con plena confianza en una apuesta casi sinfónica entre su defensa en bloque bajo y la presión que, con cuentagotas, ejecutaba cerca del área local. Al fin y al cabo se trataba de minimizar errores en un partido que habitualmente se venía decantando por detalles muy puntuales.
El porcentaje sobrante del planteamiento pasaba por agarrarse al idilio que venía manteniendo Marcos André con el gol. Un despliegue que le hizo merecedor de algo más que un mero empate al descanso y que sin embargo se quedó a medio camino con tres disparos muy blandos como único bagaje ofensivo. Probó Alcaraz, repitió Plano y Marcos André en última instancia, pero el resultado no inquietó siquiera a Oblak.
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¿Y el Atleti? Un equipo aletargado, sin profundidad salvo para percutir y buscar sangre por la banda de Hervías, que pareció sestear convencido de que llegaría esa oportunidad para ponerse por delante por octava vez esta temporada -nunca ha ido por detrás en el marcador hasta la fecha-. No era tangible pero ese mensaje planeó prácticamente durante una hora de partido. Algo menos porque a los 56 minutos, casi a continuación de la ocasión más clara del Valladolid en un centro de Jota que Marcos André impactó contra Trippier en el área pequeña, fue Lemar quien adelantó a los madrileños. Un balón lanzado a la banda derecha, que a punto está de interceptar Plano, y que Trippier pone perfecto al centro del área para que el francés remate al fondo de las mallas después de que Luis Suárez, especialmente lento toda la tarde, no llegara por centímetros.
Abierta la lata, solo faltaba ponerle rúbrica al partido. Y ésta tuvo lugar en el minuto 72 en un saque en largo de Oblak que Trippier gana a Nacho pegado a la banda y habilita a Marcos Llorente para que, en carrera, deje en evidencia primero a Javi Sánchez antes de batir a Masip en su salida. 2-0 y un día más en la oficina para el equipo más en forma del campeonato, que esta vez bien pareció juguetear con su rival antes de lanzar la estocada definitiva.
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Con el partido ya roto, sí hubo minutos para Weissman, para Toni Villa, unos cuantos para El Yamiq e incluso para Míchel, en un cambio que llevó a Alcaraz a acabar el partido como lateral izquierdo.
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