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Vaquero, un delantero centro de los de verdad, fue la figura del choque ante Osasuna, marcando tres de los ocho tantos blanquivioletas, y poco después volvió a hacer un triplete en el partido decisivo del ascenso, frente al Rácing de Santander.
La asombrosa remontada del Real Valladolid ante Osasuna

La asombrosa remontada del Real Valladolid ante Osasuna

La Vista Atrás ·

Corría el año 1947 y el Pucela tenía que ganar para aspirar al ascenso, pero los navarros se colocaron 0-2 y lo demás es historia

José Miguel ortega

Valladolid

Sábado, 13 de marzo 2021, 08:05

El Real Valladolid había quedado primero en su grupo de Tercera división y también en la fase intermedia, en la que competían los campeones de los demás grupos de la categoría de bronce. En la fase final, donde se enfrentaban los seis supervivientes de aquella dura criba, las cosas no empezaron bien, pues los blanquivioletas perdieron en el primer partido por 2-1 frente a Osasuna en la capital navarra.

Después empató en casa con el Melilla y perdió con el Mestalla, pero en la segunda vuelta se mostró intratable, especialmente cuando recibió en Zorrilla al Osasuna, el 1 de junio de 1947. Consciente de que en ese partido se jugaban buena parte de sus opciones de ascenso a Segunda división, los pupilos de Barrios protagonizaron no solo el mejor choque de la temporada, sino la más asombrosa remontada de toda su historia.

El equipo rojillo, otro firme candidato al ascenso, salió al campo hecho un ciclón y a los 20' ya ganaba por (0-2), con goles de Ríos y Larrayoz frente a un Valladolid noqueado que estaba a punto de decir adiós a sus posibilidades de volver a segunda división. Menos mal que a los 31 minutos, el interior Lasala redujo diferencias y a los 36 Ballesteros establecía el empate, devolviendo el dominio y la fe a los blanquivioletas que, en plena reacción, se pusieron por delante con un gol de cabeza marcado por Pablito.

Durante el descanso, Antonio Barrios corrigió errores y conjuró a sus hombres para poner cerco a la portería rival e incrementar la exigua ventaja con la que se fueron a la caseta, terminó entonces mucho más habitual que el de vestuario.

La filípica del entrenador fue como una inyección de adrenalina para un equipo que no solo iba a ganar el partido, sino que lo haría culminando una remontada asombrosa que, probablemente nadie había conseguido hasta entonces.

El cuarto tanto, que suponía una buena dosis de tranquilidad, llegó en el minuto 74, obra de Juanco, el extremo derecho que estaba siendo uno de los hombres más activos del bando local, aunque aún estaba por aparecer la demoledora eficacia goleadora del delantero centro, Julián Vaquero, que en el tramo final del encuentro marcó tres goles que, unidos a otro de Juanco, cerraron el festival ofensivo de los vallisoletanos con un (8-2), que nadie pudo imaginar cuando los pamplonicas comenzaron poniendo por delante, con dos tantos de ventaja.

Las alineaciones de ambos equipos aquella tarde fueron, por Osasuna: Gómez; Unamuno, Urbieta; Nicanor, Mesita, Juanito; Garraiz, Videgain, Ríos, Layarroz y Pedrín. Y por el Real Valladolid: Ramallets; Busquet, Soler; Pablito, Torquemada, Patier; Juanco, Coque, Valero, Lasala y Ballesteros.

Ascendieron directamente a segunda Mestalla y Badalona, mientras que el Valladolid, tercer clasificado, hubo de jugar la promoción contra el Rácing de de Santander a un solo partido y en campo neutral, concretamente en el «Buenavista», de Oviedo, el 13 de julio der 1947. El Real Valladolid ganó por 3-1 –los tres goles de Vaquero- culminando el retorno a la segunda división y la primera parte de lo que entonces fue una hazaña inédita en el fútbol español: subir de tercera a primera en solo dos años, pues al siguiente conquistó brillantemente el ascenso a la máxima categoría, proclamándose campeón de segunda.

. Por cierto, que no sentó nada bien en Valladolid que la Federación eligiese el campo del Oviedo para disputar ese partido, ya que el desplazamiento para los seguidores racinguistas era mucho más corto y cómodo que el que les esperaba a los vallisoletanos que, en número de 500 estuvieron en clara inferioridad numérica frente a los santanderinos.

Menos mal que los partidos se juegan en el césped y no en las gradas, y el Valladolid, que se había concentrado en el balneario de Las Caldas a diez kilómetros de la capital del Principado, ya tenía resuelto el trance en la primera mitad, con el festival goleador de Julián Vaquero, que seguiría unos años más como el principal artillero vallisoletano.

En cambio, uno de los que se marchó al término de aquella temporada 1946-47 fue el portero Antonio Ramallets, que había estado cedido por el Barcelona y que, en vista del gran rendimiento que dio en Zorrilla, se lo llevó a Las Corts para convertirlo en uno de los más grandes guardametas del equipo azulgrana y de la selección española.

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