José Anselmo Moreno
Jueves, 30 de enero 2025, 20:08
A veces hay tantas ganas de agradar que eso se vuelve en contra. Hablamos de Asenjo pero aquí encajan también unas declaraciones de Heinze en su país, donde ha regresado este mes, cuando dice que era el peor «fracasador» del fútbol argentino, por su nivel de exigencia y su sufrimiento en las derrotas. Algo así le acabó pasando a Sergio Asenjo Andrés (Palencia, 1989) en su última etapa en el Real Valladolid aunque dice que prefiere quedarse con lo bueno y que siempre fue «un orgullo» para él defender ese escudo. Tuvo fortaleza para superar lesiones, pero acusó los errores en la temporada de su regreso. No era normal su aplomo a los 17 años y tampoco sucede con frecuencia que a los 34, con la biografía ya escrita, te afecten un par de erratas en el argumento.
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Antes de hablar del Villarreal, dice que del Pucela se queda con todo lo bonito que pasó aquí. «Agradeceré siempre el trabajo que hicieron conmigo desde niño y darme la opción de debutar en Primera. En mi vuelta, me quedo con los reencuentros. Sufrí mucho el descenso, mucho, pero me ilusionaba vestir esa camiseta otra vez y el club está por encima de personas o decisiones».
Obviamente, también tiene agradecimientos para un Villarreal donde vivió sus mejores años: «Me dio la oportunidad tras lesiones graves en el Atlético y no haber tenido continuidad. A partir de ahí, con confianza, tuvimos un gran recorrido, pude debutar en la selección y fui incluido en su once histórico». Ese reconocimiento llegó en un momento complicado para él. Y es que dice que de su salida de Valladolid hubo aspectos que no trascendieron pero ya quiere pasar página. El club rescindió su contrato en septiembre, muy tarde, y dejó al palentino en una difícil tesitura. En su lugar vino el brasileño John Víctor.
Había tomado «convencido» la decisión de volver a Pucela y disfrutó los reencuentros con la gente del club, la de toda la vida, pero las cosas se torcieron. Volvía donde todo empezó y, en su regreso, se notó que había llenado la «mochila» de responsabilidad. Acusó sus primeros errores porque detrás de esos guantes había una persona comprometida, igual excesivamente.
Ante lesiones gravísimas no tuvo miedo a recaer, pero esos fallos sí los acusó. Nunca le había pasado y tuvo que ser precisamente aquí. Cuando rescindió contrato se quedó un tiempo aunque ahora reside en Madrid. Recibió ofertas, pero a cierta edad la escala de valores no es la misma y tener que mover a la familia otra vez le hizo optar por la retirada. Le sucedió algo similar a su último compañero en la portería, Jordi Masip.
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Saltamos del final al principio de su historia. Asenjo cumplió su primer año en la elite, donde se estrenó en 2007, deslumbrando al fútbol español. Tenía pinta de veterano pese a su edad. Hasta creció dos centímetros una vez había debutado. Parecía estar calcando los pasos de Iker Casillas. Al igual que él, despuntó primero en las categorías inferiores de la selección y llegó a la titularidad de su equipo tras fracasar opciones de experiencia. Asenjo debutó con 18 años y accedió a la titularidad como tercer guardameta, tras fallar apuestas como Butelle o Alberto en Valladolid. Ocurrió lo mismo en el Madrid con Bizzarri e Illgner, quienes cerraban a Casillas.
En ambos casos tuvieron que mediar fallos de otros y la selección ayudó. El palentino fue titular en los partidos de clasificación para el Europeo sub 19 de Austria, pero perdió esa condición en favor del madridista Felipe Ramos durante la fase final. Le sucedió también a Casillas en los primeros encuentros del Mundial de Nigeria, en este caso con Aranzubia. Una lesión de Ramos, durante la semifinal ante Francia, le dio la oportunidad a Asenjo y detuvo dos lanzamientos en la tanda de penaltis. Sin haber jugado durante el campeonato, tuvo que salir y, gracias a su actuación, España pasó a la final. Lo recuerda con serenidad y sosiego, pero todo eso fue una especie de «conjunción planetaria».
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'El jabalí', como le llamaban sus compañeros en Valladolid, es un tipo sencillo. Cuando su nombre sonaba para los grandes con solo 18 años, su representante decía: «Dejadle en paz, no le volváis loco», me pedía entonces Fernando Redondo. Mientras tanto, Asenjo seguía con su vida de siempre, algunos días iba a comer a la residencia de jugadores.
Le gustaba mantener sus costumbres en Husillos, el pueblo de su familia. Empezó en un equipo de barrio, el San Juanillo de Palencia, y venía a entrenarse a Valladolid con el padre de otro compañero pues su progenitor no podía traerle durante la semana.
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Siempre destacó una cualidad de aquel imberbe Asenjo: jugaba en Primera como si estuviera en el jardín de su casa. Si a ese sosiego se agregaba la agilidad y un extraordinario físico, su irrupción en la elite fue brutal. Tanto en el Atlético como en el Villarreal tuvo lesiones gravísimas y una fue especialmente dolorosa al estar contando para la selección mientras militaba en el «submarino amarillo». Tremendo su idilio con Villarreal, debutó precisamente ante los castellonenses en Zorrilla y es quien más veces ha defendido su portería.
Actualmente se dedica a su familia, a prepararse para el futuro y a una de sus aficiones ocultas, el ciclismo (aunque en invierno sale menos). Juega con el combinado nacional de Leyendas de España, donde ha vuelto a encontrar buenas sensaciones. También se forma para seguir vinculado al fútbol. «Me saqué el título UEFA B y ahora hago prácticas en un equipo de Madrid. El próximo año pensaré sacarme el UEFA A o tirar por la rama de los porteros».
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Participar con las Leyendas de España le ilusiona. «Tenemos proyectos bonitos», dice. No solo fue internacional, su palmarés incluye una Copa, dos Supercopas europeas y tres Europa League. Habría que añadir la recuperación de cuatro lesiones de ligamento cruzado. Doblar el brazo al infortunio es otro trofeo.
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