El arte de vivir en paz y terminar en guerra

La distancia entre el voy y el 'me resguardo'. El Pucela vivió en la encrucijada. Voy o me quedo. Busco el descosido o me conformo con el botín. Es lo que tiene la incertidumbre. El abismo de la tabla se refleja sobre el césped. El Real Valladolid marcó y remarcó. Un equipo normal habría vivido libre y desahogado. El conjunto blanquivioleta metió los tobillos en la duda. La distancia entre el voy a por más y me relajo o me dejo llevar para buscar con ansiedad el triple silbido del colegiado. Los de Pacheta tuvieron un par de ocasiones para zanjar el debate, pero no atinaron y se entregaron a la congoja. Zorrilla fue como el vídeo de Michael Jackson tras el gol de Braithwaite. Todo zombis.

Menos fantasía y más hormigón en el centro. La semana pasada comentaba en este mismo rincón, que el centro del campo estabaamortizado y que el lateral derecho echaba en falta la energía de Fresneda. Pacheta borró la pizarra y reseteó la rutina de las últimas jornadas. Metió más hormigón con Hongla y devolvió las medallas en el eje a Mesa. El Pucela no estuvo brillante, pero ahora prima más el resultado que la fantasía. Los vallisoletanos mezclaron minutos de seda con momentos de tergal. Demasiadas lagunas. Atrás, la estabilidad aún no es completa. Asenjo tiene que encontrar el punto y el resto de las líneas alternan el ying y el yang sin una coherencia concreta.

El Yamiq da alas al rival con una siesta inoportuna. El Yamiq es un defensa con nervio. A veces peca precisamente de eso, de aplicar más músculoque masa gris. Ayer, se subió al escenario en el gol que entregó energía al Espanyol. El marroquí prefirió mirar. Jugó a adivinar el movimiento de Braithwaite y cuando se quiso dar cuenta, el empeine interior de su adversario había acuchillado a Asenjo. En el área, siempre es mejor la marca prieta que la blusa acolchada. De este gazapo nació la inquietud del Real Valladolid. El Espanyol se vino arriba y el Pucela empequeñeció. Mejor guardar el 2-1 que buscar el tercero. Y en ese ejercicio, el desenlace se convirtió en el juego del ahorcado que esta vez acabó con final feliz.

Aguado sentencia y Plata dibuja la gambeta infinita. Aguado metió el interior, sin pensarlo, a la primera. Tiro cruzado, certero. Gol. Plata maduró el desborde. El ecuatoriano amagó por dentro y se zafó por fuera. Centró con la derecha, su pierna incómoda. Su compañero leyó la gambeta y le puso tensión para buscar la cueva del topo, un disparo bien esquinado, tenso y preciso, que regaló calma. De la trinchera, al 'aquí estoy yo'. La victoria, con más angustia que solvencia, tensa la goma, mantiene al Pucela en el grupo de los luchadores. Los resultados dicen que este año nada es suficiente. Y en ese contexto, el Real Valladolid tiene que seguir surfeando en la cresta para escapar de la bulla de la ahogadilla.