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José Anselmo Moreno
Miércoles, 26 de marzo 2025, 19:14
Si el Atlético tuvo a su 'Sabio de Hortaleza', aquí tuvimos al 'Viejo', así llamaban al mítico y legendario entrenador Antonio Barrios. Legendario porque hoy, excepcionalmente, viajaremos a tiempos muy pretéritos. Abarcar la mayor franja temporal posible aprovechando la percha de los enfrentamientos del Pucela en Primera era uno de los objetivos de este rincón. En Segunda se abrirán nuevas opciones pero, curiosamente, con la Real Sociedad ha tenido la sección a los dos extremos de su línea cronológica: un protagonista joven y en activo, Pablo Hervías, y otro remoto y ya fallecido, Antonio Barrios, una leyenda del club y el primer entrenador que nos llevó a una final de Copa y a la Primera División, esa categoría ahora tan efímera.
Esta es una entrega especial porque será sobre el único protagonista que yo no conocí. Tenía tres años cuando Barrios arrancó su última temporada en Pucela, durante la campaña 1968-69. Esa fue una campaña intrascendente, pero antes había estado en otra etapa que es una de las más gloriosas de nuestra historia.
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Como Barrios murió en 2002 en San Sebastián, a los 92 años, he hablado con quienes sí lo conocieron: un compañero polideportivo de estas páginas que, además, me ayuda con un libro de ciclismo, José Miguel Ortega, y el periodista que escribió de fútbol durante tres décadas en este diario, Javier González. Veremos a Barrios a través de sus ojos.
Hemos rebobinado tanto que, obviamente, ninguno de los dos vivió la época como jugador del protagonista de hoy, ya que llegó en la temporada 1934-35, pero sí lo conocieron como entrenador, cargo que ocupó tanto en el Pucela (en tres etapas distintas) como en la Real Sociedad durante la campaña 63-64, con buenos resultados y jugadores guipuzcoanos míticos, como Irulegui, Lasa, Mendiluce o Alberto Ormaechea, quien después dio dos ligas al club donostiarra. Allí, como pasó después en el Athletic, rejuveneció al equipo.
Vamos con el Barrios jugador. En años previos a la guerra fue un futbolista más de los muchos vascos que recalaron aquí, con el prestigio añadido de haber militado en el histórico Arenas de Guecho. Era polivalente, empezó jugando de interior, después de medio centro y finalmente, en defensa. En esa etapa ya le llamaban 'El Viejo', apunta Ortega.
Colgó las botas en 1946 para pasar a entrenar ese mismo año a un equipo blanquivioleta recién descendido. El presidente, Juan Represa, ya vio ahí madera de entrenador. Tan era así que estaba germinando un técnico extraordinario y que estuvo más de 25 años trabajando en equipos como nuestro rival de este sábado (Real Sociedad), Athletic de Bilbao, Sevilla, Betis, Atlético de Madrid o Espanyol, entre otros.
Sin embargo, en Pucela hizo algo grandioso. Fue el primero que ascendió de Tercera a Primera en solo dos temporadas aunque en vez de premiarle, el club puso a Helenio Herrera en Primera para devolver a Barrios al año siguiente y llevar al equipo a la final de Copa. Volvió a Pucela para entrenar en la temporada 1965-66 y en la 1968-69.
Hablamos de un mito, el entrenador de esa temporada histórica de 1950 con nombres como Saso, Vaquero, Lasala, Coque o los hermanos Lesmes. Cuenta Ortega que Barrios era un buen estratega y un tipo intuitivo. Además de ser un ídolo en el Betis, también fue importante en el Athletic porque allí tuvo la función de buscar relevo generacional a Zarra, Panizo o Gainza.
Otra de sus virtudes era el «olfato» para descubrir a jugadores jóvenes al estilo Cantatore. Si el chileno dio aquí la alternativa a Fernando Hierro, Barrios lo hizo con Gerardo Coque.
Como tantos otros, una vez concluida su carrera profesional, Antonio Barrios echó raíces aquí y tenía una tertulia diaria en el Café Molinero cuando, ya jubilado, vivía con su hija en Valladolid.
Javier González, por una cuestión generacional, solo le recuerda en su última época como técnico en Segunda y ya mayor. La «imagen» que conserva es de un hombre «cerrado, serio e introvertido». Poco dado a las bromas o a ir de «colega». Eso sí, cuenta que era muy preciso. Decía, por ejemplo, en las ruedas de prensa «Osasuna de Pamplona» (siempre de Pamplona). Hay que recordar que había equipos en esa época con su nombre abreviado: El Bilbao, el Real Gijón o el Santander, al estar prohibido durante 30 años usar extranjerismos en la denominación de clubes. Con el Osasuna no había ningún problema aunque Barrios lo alargaba. Fue precisamente el club navarro su último banquillo en 1974. González, que tuvo buena relación con varios entrenadores posteriores, no mantuvo ninguna amistad con él. «Cuando estuvo aquí, casi podía ser mi abuelo», dice.
Una de las historias que cuenta Ortega pone de manifiesto esa seriedad que subraya González. «Un día bajábamos para coger la alineación, no las daban sino que había que apuntarlas de una pizarra del habitáculo próximo a vestuarios, y en el once aparecía Morán. Nadie sabía quién era y la explicación es que su nombre deportivo era Panchulo y a Barrios no le gustaba».
«¿Qué es eso de Panchulo? El jugador le respondió que así llamaban a su padre en el pueblo, pero eso le parecía poco serio. Usted se apellida Morán, ¿no? A partir de ahora será Morán, en un equipo que entrene Barrios no jugará uno que se llame Panchulo».
Curioso, habría que preguntarse en este contexto qué pasaría con los actuales Chuki o Koke, por ejemplo. Pasarían a ser Iván San José y Jorge Iglesias y, bien pensando, hay veces que la seriedad empieza por detalles. Ese Barrios que cuentan que marcaba distancias con la prensa y con quienes habían sido sus compañeros el año anterior a debutar como técnico, trazaba caminos a base de pequeños detalles. A mis compañeros se les escapa de vez en cuando eso de que «era otro fútbol». Qué hubiera sido de aquel fútbol (sin cambios) con cinco sustituciones, la tecnología actual, los análisis de datos, o la preparación física y metodología modernas. Debate complejo.
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