Con apenas 19 años, Benita Monzón Prado conoció al amor de su vida. Podía estar hablando de su actual marido, que también, pero no. Su corazón se enamoró a primera vista del Real Valladolid. Una vida teñida de blanquivioleta que comenzó hace más de 60 ... años, cuando hizo sus primeras escapadas al Viejo Zorrilla para ver jugar al equipo de sus sueños; siempre acompañada de su, por aquel entonces, primer novio y el único. Seis décadas después presume orgullosa de tener el corazón blanquivioleta y haber vinculado a todos sus descendientes al equipo de su ciudad: «Hice socios del Valladolid a mis hijos con un día de vida. Mi nieta lloraba cuando no la llevaban al estadio y ahora es quien me acompaña a todos los viajes».
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Sus comienzos como aficionada se dieron gracias a las invitaciones de su actual marido y se limitaban a los encuentros que los blanquivioletas disputaban en casa, ya que, en aquella época, servía en una casa del Paseo Zorrilla y debía regresar a las 21.00 horas. «Solamente íbamos tres mujeres, no como ahora que hay diversidad en las gradas del José Zorrila», lamenta Monzón.
Su nieta, con pocos años de vida, tuvo el mismo flechazo que Benita, aunque los días que llovía no le dejaban que llevase a la bebé a ver el fútbol con ella. A medida que iba creciendo, la pequeña heredó la pasión de su abuela y se fue enamorando más y más del Pucela; su primer viaje juntas fue a tierras catalanas y, desde ese momento, no pararon de conquistar los estadios.
En uno de sus viajes a Madrid esta temporada, concretamente al Santiago Bernabeu, Benita no logró aguantar el cinismo de algún aficionado blanquivioleta y reaccionó con una leve riña: «Había un par de aficionados con la camiseta y la bufanda del Pucela debajo de mí que celebraban los goles del Real Madrid. Yo respeto que fuesen merengues, pero les dije que se quitasen la elástica blanquivioleta para volverse locos con el 5-0. Yo quiero al Valladolid y no me gusta que sean chaqueteros».
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La octogenaria seguidora blanquivioleta no ha fallado nunca a las citas con el amor de su vida -excepto ahora cuando juegan de noche, que le es imposible acudir al estadio- y está acostumbrada a viajar por todos los estadios con el resto de los aficionados. Tras tantas décadas, se siente agradecida cuando acude a una peña y le conocen todos: «Soy muy querida por todos ellos. Algunos, incluso, me tratan como su segunda madre».
Pese a la dura situación que está viviendo el equipo de su vida, no duda del buen hacer de los de Pezzolano, «tengo la corazonada de que nos vamos a salvar». Por ello, antes de cada encuentro, Benita se encomienda a dios para que ayude a los blanquivioletas a conseguir la victoria, «me persigno tres veces antes del pitido del árbitro, es una costumbre que repito desde que soy aficionada». Y, mientras la salud se lo permita, espera poder seguir realizándolo cada fin de semana presenciando el juego del Pucela desde las gradas.
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La presidenta de la peña La Petaca es la más longeva en la actualidad, con 83 años, por lo que ayer recibió un homenaje por parte de la Federación de Peñas y del club. Aunque sea fuera del cargo, Benita continuará apoyando al equipo de su ciudad «hasta la muerte. Perdamos, bajemos o subamos... Siempre con mi Valladolid». Hoy esta octogenaria viaja a Almería, junto a su nieta, para alentar a sus jugadores y seguir disfrutando de su pasión.
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