Son mis amigos
A banda cambiada ·
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A banda cambiada ·
El autor reflexiona sobre los críticos que consideran que Sergio realiza las alineaciones por afinidad personal con algunos jugadoresJesús Moreno
Miércoles, 15 de enero 2020, 21:21
No por habitual en estos casos en los que los resultados no terminan de llegar con la frecuencia deseada, deja de ser un tanto irracional la reacción de cierto sector del entorno -entre la crítica y la mofa-, a lo que antes era percibido como ... una de las causas del éxito y una seña de identidad positiva de la idiosincrasia de lo que se vivía intramuros de Zorrilla. Que el vestuario se auto considerase como una familia, que los almuerzos o cenas fueran habituales entre varios miembros de la plantilla junto con sus parejas, no dejaba de ser una muestra del gran ambiente que reinaba dentro del equipo, origen del pegamento que había mantenido al grupo unido en los malos momentos y hecho diferencial que habría permitido las recientes gestas cuando la meta parecía inalcanzable.
Ahora, sin embargo, el buen rollo deseable entre plantilla y cuerpo técnico se ha convertido en arma arrojadiza, en objeto contundente con el que golpear los planteamientos, las alineaciones, el juego y, por último, los resultados. A Sergio se le niegan las más básicas atribuciones como entrenador, se le incapacita para elegir -según su leal saber y entender- a los que él considera los más idóneos, todo se ve reducido -en un conglomerado de razonamientos pueriles y kafkianos- a cuestiones de filias y fobias, de croquetas y de colegueo. Son sus amigos, habría cantado Amaral.
Cuesta creer que en el deporte no americano más profesionalizado del planeta, las decisiones se tomen en atención a criterios sentimentales o afectivos y no por razones exclusivamente deportivas; teniendo en cuenta que el único que se juega su puesto en cualquier momento del curso es el entrenador, y que el resultado es el fin último del fútbol a estos niveles, pensar que la amistad a la hora de realizar planteamientos o alineaciones reina sobre el rendimiento, el talento, o cualquier otra cuestión física o táctica, es degradar una institución que maneja presupuestos multimillonarios para hacerla pasar por un ente que deja su futuro en manos de un cuerpo técnico que se maneja de acuerdo a las camaraderías propias de los patios de colegio.
Por cierto, ¿saben quién fue el último entrenador del Real Valladolid del que se dijo que su único criterio para confeccionar un once era poner a sus amigos? Efectivamente, José Luis Mendilibar. El final de aquello lo conocemos todos.
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