Felipe Mesones, tercer entrenador del Valladolid aquella temporada, fue el revulsivo que el equipo necesitaba para ascender

Amavisca reventó la resistencia del Eibar ante el Real Valladolid

La Vista Atrás ·

La victoria en Ipurua, en el primer partido de Saso como técnico tras 16 años retriado, allanó el camino del ascenso después de los dubitativos inicios con Boronat

José Miguel Ortega

Domingo, 31 de octubre 2021, 09:18

Después de las tensiones de la temporada anterior, el R. Valladolid inició la 1992-93 con muchas novedades y un clima de ilusión generado, sobre todo, por el nuevo presidente, Marcos Fernández que, tras convertir al club en Sociedad Anónima Deportiva, no solo parecía capaz ... de sacarlo de la ruina económica, sino también de devolver al equipo a la primera división.

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Sin embargo, las cosas no rodaron en el aspecto deportivo como el nuevo mandatario se las había imaginado, ya que la contratación de Boronat como entrenador no se vio respaldada por los resultados y fue cesado en la quinta jornada sin haber podido ganar un partido. Sorprendente resultó que José Luis Saso, que actuaba como asesor del presidente, fuese el elegido para volver a los banquillos, ya que con 66 años llevaba 16 retirado de ellos.

Su vuelta a la actividad se produjo, precisamente, contra el Éibar en un partido disputado en «Ipurúa» que se saldó con triunfo blanquivioleta por 1-2, una especie de bálsamo que apaciguó los ánimos de la afición y devolvió la esperanza del ascenso, aunque como en los partidos siguientes se alternaban las de cal con las de arena, el propio Saso le sugirió al presidente la conveniencia de buscar otro revulsivo para el banquillo.

Y ese fue Felipe Mesones, que ya había estado en el Valladolid diez años antes y que era un técnico que conocía bien la segunda división, estrenándose ganando al Palamós en el último partido de la primera vuelta. Y aunque habría que esperar a consumir toda la segunda parte de la Liga, fue precisamente en la jornada final, en Palamós, cuando se alcanzó el ascenso que ponía la guinda al pastel de un año intenso y difícil, con final feliz.

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Emilio Amavisca, que había sido campeón olímpico el año anterior, siguió siendo uno de los elementos importantes del Real Valladolid, autor del gol del triunfo sobre el Éibar

No obstante, antes de aquel partido contra el Palamós, el Real Valladolid sacó adelante otros muy complicados que posibilitaron llegar al final con opciones de subir a primera, por ejemplo el que se jugó en el nuevo estadio Zorrilla el día 28 de febrero de 1993, contra el Éibar, equipo que también se había visto obligado a cambiar de entrenador, ocupando Gallastegui el puesto de Mendiluce, que era el técnico armero cuando el Pucela ganó (1-2) en la primera vuelta en terreno guipuzcoano.

Como los eibarreses llegaban con el agua al cuello y una necesidad imperiosa de puntuar, Gallastegui dispuso un sistema muy conservador, con marcajes férreos y expeditivos que complicaron extraordinariamente el juego local. Dominaba intensamente el Valladolid pero el tiempo se iba consumiendo y no llegaba ese gol absolutamente necesario para ganar y mantenerse en los puestos de cabeza.

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Así, hasta el minuto 82, cuando por fin Amavisca pudo batir al veterano Garmendia, que había llegado al Éibar con 19 años y se retiraría con 38 después de 19 temporadas consecutivas en el conjunto azulgrana, protagonizando un caso insólito de amor a los mismos colores.

Emilio Amavisca, que unos meses antes se había proclamado campeón olímpico en los Juegos de Barcelona, fue un elemento básico en el ascenso, no solo por el gol que le marcó al Éibar aquel día, sino por los 8 que hizo en la temporada y la aportación de sus veloces internadas a la eficacia de Alberto, que fue el «Pichichi» del equipo, con 15 dianas.

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Con el arbitraje de Pérez Gallego, las alineaciones fueron, por el Eibar: Garmendia; Rodríguez, Navarro, Aldalur, Oyarbide; Etxevarría (Ugartemendía 75'), Arriola, Artetxe; Bixente (Oliden 85'), Cuéllar e Igoa. Y por el Real Valladolid: Lozano; Walter Lozano, Manolo, Caminero, Cuaresma; Castillo, Damián (Javi Rey 65'), Rachimov; Onésimo, Alberto y Amavisca.

Después de aquel triunfo sobre el Éibar, los de Mesones solo perdieron uno de los catorce partidos restantes y así pudieron llegar a la jornada final de la Liga dependiendo de sí mismos para lograr la agónica victoria sobre el Palamós, (1-2), con dos goles de penalti marcados por Iván Rocha, uno de los mejores especialistas desde los once metros que hayan vestido la camiseta vallisoletana.

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Y si el Valladolid alcanzó su objetivo de ascender con una buena dosis de suspense, no menos iba a sufrir el Éibar para conseguir la permanencia, pues se clasificó en el puesto 16, con los mismos puntos que el Figueras, que se fue a segunda B junto al Lugo, Sestao y Sabadell.

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