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José Anselmo Moreno
Miércoles, 5 de febrero 2025, 18:59
Justo cuando arrancaba en España el boom de la construcción, en Pucela había un tipo que era puro cemento. Hay jugadores que hacen el fútbol fácil. Están colocados y pasan el balón a los que van vestidos del mismo color. Simple. Todo eso era Álvaro Gutiérrez y sí, han leído bien, jugó en el Rayo, nuestro próximo rival. Fue cedido a mitad de temporada porque a Kresic no le convencía. Sí lo hizo antes con Cantatore, ya que el uruguayo era de esos que hacen equipo. Así lo veía el técnico chileno, que le colocó de central en una zaga de cinco porque le consideraba imprescindible hasta fuera de su puesto. Más tarde, con la permanencia matemática, le dijo: «Juegas más arriba, junto a Edu, porque vamos a por la UEFA». Cantatore comentaba eso en el vestuario pero decía a la prensa que el objetivo era mantenerse.
Hace casi 20 años que Gutiérrez no pisa Pucela, pero recientemente me dijo que va a tener que venir para aclararse con sus monumentos. Fue tras confundir una foto de la iglesia de San Pablo con San Benito. Espera venir en los próximos meses porque está apegado a la ciudad en la distancia y de no vivir en su país, «lo haría en Valladolid». Ahora reside entre Montevideo y Punta del Este. También va a Miami con frecuencia, donde su hijo mayor trabaja de bróker.
Uno de sus sueños es entrenar al Pucela «para intentar devolver todo lo que me dio». Admite que nunca tuvo una oferta aunque «iría en cualquier situación». Le da envidia que haya ahora «tanta hinchada» porque su Europucela jugaba ante 17.000 espectadores.
Vamos primero con el Gutiérrez jugador. Como pasó antes con Gonzalo Arguiñano, era ese futbolista de carácter indispensable para Cantatore. Él era un punto de cohesión, aquel que cuidaba de todos. Siempre se recordará la anécdota de que era «el protector» de Víctor. Alguna vez espetaba a los rivales desde su 1,90 y tras una entrada a su compañero: «al bajito ni me lo toquen». Como él dice, «después el bajito se hizo grande y no necesitó a nadie».
Admite que un equipo debe tener jugadores que no siendo brillantes aportan la «entrega y concentración» que compensan descuidos de los más distraídos. Eso fue lo que buscaba Redondo cuando trajo a Gutiérrez junto a los también uruguayos hermanos Menéndez (Javier y Marcelo). Fue el verano en que el equipo subió en los despachos y Benítez dijo que quería otros perfiles. Sin embargo, Redondo insistió en que Gutiérrez se quedaba.
Peña, Santamaría y él eran los centrales del Europucela hasta que Cantatore adelantó al uruguayo. Los dos últimos tienen mil anécdotas porque eran la alegría de aquel plantel. Hasta bromeaban en el campo durante momentos de tensión. En un córner en contra, más allá del tiempo reglamentado, con el equipo ganando 1-0 le dijo Santamaría: «Vamos Boludo, hay que morirse en ese balón» y éste le respondió: «Yo más no puedo morirme, Santa, hace minutos que estoy muerto».
Ambos solían coincidir en el campo aunque en una ocasión salió el uruguayo para sustituir al madrileño. Fue en aquella goleada en el Camp Nou (6-1). Tras el partido, Cantatore mandó salir a todo aquel que no fuera jugador del vestuario. Gutiérrez cuenta que agacharon la cabeza esperando bronca. Don Vicente esperó a que se quedaran solos y les dijo: «juegan bien estos de azul y granate, ¿no es cierto? No pasa nada, un partido malo lo tiene cualquiera». Repitió el mismo once en los siguientes partidos. «Ese gesto me marcó, yo lo hice como entrenador del Nacional en una situación parecida». Dice que Cantatore «sabía diferenciar la parte individual de cada uno y motivarlo para el funcionamiento del colectivo. Trataba a todos igual, desde el goleador al último suplente. Es mi referente», asegura.
«La épica remontada de la 95/96 nos marcó para siempre, vimos que nada era imposible y eso nos unió mucho», agrega Álvaro Gutiérrez Felscher (Montevideo, 21 de julio de 1968), que estuvo tres temporadas en Valladolid en las que jugó 66 partidos de Liga, al margen de los disputados en Copa y UEFA. Con Uruguay fue 53 veces internacional, ganó la Copa América del 95 y marcó el último penalti que dio el título ante Brasil.
Como jugador de media temporada en el Rayo jugó una decena de partidos y peleó el ascenso, pero se les «escapó» en los últimos partidos. «Allí me pasó lo que no me había pasado nunca, me lesioné dos veces seguidas y me perdí varios partidos». Regresó a Pucela y después Cantatore se lo llevó al Sporting. Fue la última aventura de ambos en España.
Como entrenador, tiene una dilatada carrera y títulos, sobre todo al mando del Nacional de Montevideo. En la línea de su maestro Cantatore, le gusta el equilibrio entre defensa y ataque. Su carrera incluye grandes equipos en Uruguay, Perú e incluso el Al-Shabab (Arabia Saudí). Fue designado mejor entrenador de Uruguay en 2014 y estuvo en el Nacional hasta 2023.
Con el pelo blanco y gafas de profesor, nadie diría que él fue el «hormigón» del mítico Europucela. Desde la lejanía sigue al equipo como un hincha. Celebra los ascensos y sufre las permanencias. Sus comentarios demuestran conocimiento del equipo y del presente dice. «Cocca llega al corazón de los jugadores, si lo consigue y se forma un grupo compacto aún se pueden salvar, como en el 96».
Gutiérrez fue un precursor de las redes porque antes de inventarse ya hacía vídeos para compartir de los viajes del equipo. Era el hilo que «cosía» a todos. A veces reunía al grupo en torno a su guitarra, contrató a un profesor particular en Pucela y tiene especial cariño a una Alhambra y una Fender que compró aquí. Su música también hacía piña. Antes de esta charla, estaba grabando música en su ordenador. A su manera, él ya dejó grabados en Valladolid algunos acordes inolvidables.
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Pedro Resina | Valladolid
Fermín Apezteguia y Josemi Benítez
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