Sin que haga falta como asidero una tesis doctoral ni un razonamiento filosófico ni un artículo de investigación de alto impacto, necesito, por favor, que alguien dé luz sobre una cuestión que lleva tiempo rondándome la cabeza.
Sí. Lo sé. En esta página debería hablar ... de Óscar Plano, pero es que hace no mucho tiempo ya indiqué en estas líneas que ampara «La Trece Catorce» que la presencia de este jugador en el once inicial con todos los entrenadores que había tenido (a los que ahora se suma uno más, Pacheta) justificaba de suyo la lógica de su alineación. Por mucho que el público (respetable o menos respetable) se la tenga cruzada. Decía, y sigo diciendo, que hay intangibles (e imponderables) que se muestran sobre un campo de fútbol y que el primero que los atisba (o el único, por lo que se ve) es el entrenador. En esa medida se manifiesta el juego de Plano, aunque para algunos cuando da un pase de gol o mete el suyo cueste más reconocerlo y celebrarlo porque «me lleva la contraria». Así es. Un centrocampista que juega de casi todo y con casi todos y que sobre sus espaldas soporta el peso de la crítica de los contados influenciantes y negacionistas blanquivioletas. Es su cruz.
Es por ello por lo que, saltando de página (no me lo repruebe el querido lector), voy con el tema que arriba introducía. Me consta por lo que me dicen los entendidos que nunca se ha entrenado con más medios y recursos que ahora. Los jugadores pisan un terreno de juego impoluto, de hierba natural sin ningún bache que, además, riegan y 'requeterriegan', tras cada ejercicio de veinte minutos. También, los jugadores beben y se hidratan como si no hubiera un mañana. Son controlados por diminutos chips que alcanzan a saber el grado de esfuerzo que van desarrollando sus piernas en cada tarea, hasta el punto de que, si llevan muchos ejercicios exigentes, hay alguien que dice: «A ese hay que pararlo». ¿Para cuándo la mejora basada en trabajos desarrollados en tu máximo umbral de capacidades? Maestros tiene la Santa Madre Iglesia y, sin necesidad de acudir (como arriba) a artículos de investigación o tesis doctorales, incluso razonamientos filosóficos, imagino que cada uno sabe y conoce lo que hace…
Y, sin embargo, y aquí quiero llegar, lo cierto es que hay muchos lesionados musculares. Muchos. Antes de ayer siete no se entrenaron. Si están tan monitorizados y controlados, si existen unos medios increíbles: campos, material, balones, auxiliares, tecnología, ¿por qué hay tantos tocados? ¿No debería evitarse esto? La tierra, el barro, el frío y la nieve, los balones duros como piedras, el viento helador y la ausencia de bienestar a veces también curten, condicionan y educan. O curtían. No es que haya que jugar como lo hizo Franz Beckenbauer con un brazo en cabestrillo, pero hay veces en que se echa de menos a los futbolistas «de raza» que salían al campo doliéndoles hasta el alma, pero salían.
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