Secciones
Servicios
Destacamos
La paz en el mundo. Aprobar física y química. Un pellizco en la lotería. Que Clara te conteste a aquel mensaje tímido que mandaste a ... las dos y pico de la mañana…
Cada cual sueña con sus ilusiones y vive con sus certidumbres. Y si Dickens habló de grandes esperanzas en una de sus obras magnas, ¿quiénes somos nosotros, pequeños y miserables, para llevarle la contraria? El escritor inglés narró una epopeya llena de vaivenes y, por qué no advertirlo, momentos desagradables con una constante: el afán por sobrevivir y mejorar. Pip, el protagonista, desea ser un caballero. ¿Lo conseguirá?
El equipo de mis entretelas, el de los suspiros a la salida por la puerta 13, el de los colores más bonitos del mundo, comienza su etapa de ascenso. Como en el tour que estamos viviendo, va a haber montaña de la dura y llegadas al sprint, no lo duden. Pero, ah, todo empieza de nuevo. Diría aquello de que adoro el olor a hierba recién cortada por las mañanas, pero lo cierto es que yo jugaba al balonmano y el parqué se pule una vez cada tanto. El caso es que la maquinaria ya se ha puesto en marcha. Unos se han ido, otros lo harán pronto y algunos empiezan a llegar. Hasta que la pelotita empiece a rodar oficialmente, vamos a hartarnos de oír que la camiseta nueva es fea, pintona, vulgar, preciosa, con las rayas más finas que de costumbre, menos violeta de lo esperado o que al probártela te saca michelines, cuando llevas medio verano comiendo como si fueras Tom Hanks en la isla.
No pasa nada. Todo se olvidará cuando vuelva a sonar el himno. Ese remusguillo que uno intenta explicar a su pareja y no puede. Porque no tiene más razonamiento que ese afán por que ondee la bandera y se defienda con honor. Los que seguimos al Real Valladolid aspiramos a eso con la boca chiquitita. Por eso tomamos los espirituosos antes de los partidos. Si lo hiciéramos después, la mitad de los días volveríamos a casa impolutos.
Llevamos un mes y algo purgando penas, buscando culpables, lanzando dardos, acercando cerillas a la lata de gasolina que derramaron desde el palco y… Dará igual. De aquí al 11 de agosto desayunaremos en Chiclana echando un vistazo a la web de El Norte o las redes de Chus, por si dan algún adelanto. Comeremos en Comillas con el rabillo del ojo hacia la mesa de al lado, donde hay una familia de Cigales que ha oído un rumor sobre un delantero tanqueta. Cenaremos en Denia untaditos de AfterSun discutiendo si tenemos un centro del campo contundente o blandito. Porque donde hay vida hay esperanza. Y si hay veinte mil, multipliquen.
Dickens escribió, también, que «es desagradable sentirse avergonzado de su hogar». El nuestro tiene un fondo por el que se cuela el frío, unos accesos propios de una urbe postapocalíptica y unas colas más largas que las del SEPE. Pero es el que tenemos. El propio. Y cuando se encienden los focos y el equipo aparece por la bocana de vestuarios… Cuando eso ocurre, nos entra sangre nueva y limpia a todos, de la que usa Keith Richards para ser inmortal pero, en vez de roja, blanquivioleta.
Miren: cuando me casé, pedimos un montón de cosas inverosímiles como regalos de nueva vida. Yo anoté en la lista que quería un carnet vitalicio del Pucela. No me digan que no es poner las cartas sobre la mesa desde el principio.
«Grandes esperanzas» se ambienta en la campiña inglesa y en Londres. Las nuestras, en esa Castilla profunda siempre exigente con lo suyo, siempre agradada a medias, siempre viendo el vaso medio vacío… pero siempre empujando hacia las metas. Aunque sea con gradas repletas de silencios o murmullos, con conformismos mal entendidos, con exclamaciones fuera de tono… pero agarrados a los viejos asientos frente al sol inclemente o el frío pertinaz. Al fin y al cabo, ya lo dice la canción: el objetivo es la victoria.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.