![Qué condena, papá](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2024/05/26/1481688934-kr9H-U2202623536290UE-1200x840@El%20Norte.jpg)
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Pues sí. A pesar de un descenso por insistencia en la nada absoluta, una rueda de prensa dramática en pleno funeral, un verano insulso, un número de socios ingente para tan poco pollo, el despido de la cabeza deportiva sin empezar a jugar, un inicio ... de campaña absurdo con medio filial dando la cara, fichar a un portero torero, quedarse con descartes del Alavés, contratar rutilantes estrellas del Cádiz o el Granada, parecer despegar, parecer estrellarse, hundirnos en el fango, ponerse juntitos atrás, rachas, una fractura social que ríase usted de Argentina, un amago de compra y un partido final que no le deseas ni al cabronazo que te levantó la novia en 3º de BUP, hemos ascendido.
¿Usted lo entiende? Yo tampoco, pero no lo intento. Me dejo llevar, fluyo y me largo rápido porque no tengo ningún interés en quedarme a la fiesta en el césped. No quiero más ira y no me importa quién tuvo la culpa. Ni cuentas pendientes ni flores, a no ser que se usen para rondar el balcón de alguna vallisoletana. No puedo pedir más deseos por hoy. Uno puede ser creyente y pensar que los milagros no existen. Pero yo ahora creo, como C. Tangana, porque esto es inexplicable, inaudito.
No sé si estoy exultante o exhausto. Me vale con volver en agosto y recordar que mi padre me descubrió a este equipo. Hoy me puse su reloj, aunque sabía que estaba parado. Qué condena, papá. He escrito a un par de amigos al acabar este horror que hemos vivido y les he suplicado que hagan a sus hijos del Barça, que sufran por tener que jugar una previa. Pero que no les regalen este veneno que me corre por las venas, que me arrastra, me sacude y me desespera. Y que a veces, como hoy, me sube al cielo agarrado de la mano de otros veinte mil locos. Ay, papá… Menudo castigo. Y, aun así, qué sensación. Morir para renacer en poco más de diez minutos. Con un reloj parado en la muñeca, una camiseta con un viejo escudo en el pecho y una sentencia eterna. Una que te causa escalofríos cada vez que escuchas eso de las banderas blancas y violetas.
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