«A veces llega un momento en que te haces viejo de repente». Así comienza la canción de Celtas Cortos que da título a este ... texto y que ha acompañado la celebración de varios de los últimos ascensos del Pucela. Una canción que habla de los momentos vividos, con melancolía y anhelo, y de cómo no queda más remedio que rendirse a la vida y sus continuos e innumerables cambios. Nuestro Real Valladolid parece estar en ese momento en el que, con tristeza y nostalgia, el protagonista del tema reflexiona sobre su vida: acepta el pasado, recordando momentos felices y complicados, y trata de buscarle sentido al tiempo que le queda. Como si esperara con los ojos cerrados y los brazos abiertos a que llegue el momento de partir: resignado y disgustado, pero satisfecho.
Cada carta enviada a los abonados –de esas que se han puesto tan de moda últimamente– o cada «declaración» (entrecomillo porque, en realidad, son pastiches vacíos, sin alma, adornados con pedantería y cinismo, en los que la información se reduce a cero y la transparencia es inexistente) es una muestra más del estado de un club cuyo destino es incierto, como el del protagonista de la canción.
Ser aficionado del Real Valladolid en este siglo nos obliga a saber convivir con la tristeza, la desilusión y la desesperanza, aunque siempre quede el buen recuerdo de lo que un día fue. Pararse a pensar en jugadores que sentían el club, eran comprometidos, entendían la historia y la respetaban, y dignificaban una camiseta y un escudo que significan tanto para tanta gente; en entrenadores de otra época cuya labor ha quedado grabada con letras de oro; propietarios que han trabajado de verdad por el Real Valladolid y en momentos brillantes que han acompañado al Pucela durante sus casi cien años alivia, en parte, la herida provocada por la actual dirección.
Nadie sabe qué será de nuestro equipo en el futuro (cercano o lejano) ni cuánto tiempo podremos disfrutar de él en el alto nivel (o lo más parecido a ello en vista de lo que estamos padeciendo esta temporada), pero siempre quedará el recuerdo de un club mucho más grande de lo que hoy nos quieren hacer creer. El tiempo pasa, la vida cambia y nunca se sabe qué sucederá mañana, pero la historia permanecerá. El Real Valladolid, pase lo que pase, seguirá siempre con nosotros.
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