Cómo puede cambiar la perspectiva en tan sólo una semana. Hace siete días comentaba que Pezzolano necesitaba un tiempo que no teníamos para hacerse notar y que pudiéramos empezar a ver cambios reales respecto a la etapa ya cerrada con Pacheta. Sin embargo, después de la victoria en el estadio de La Cerámica ante el Villarreal ... , lo primero que se me vino a la cabeza fue la estrofa de una canción del grupo Antílopez llamada Arizona Wifi que dice: «Todo se resume al tiempo y el tiempo es agua pasada, no es más que un vago recuerdo tan sólo es agua estancada; el tiempo no va de tiempo, el tiempo no es el asesino; el tiempo no es más que tiempo y nunca te marca el camino». Y es que sólo unos pocos días después las cosas se ven de una manera muy diferente. La sensación de alivio con el pitido final fue abrumadora. Como si el propio tiempo, las prisas y la ansiedad, de repente, hubieran dejado de existir.
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El Real Valladolid sudó para vencer, pero supo plantar cara a uno de los grandes rivales de esta liga, supo hacerle daño y también supo sufrir. Además, la suerte, esta vez sí, se puso de nuestra parte. Si el Valladolid de Pacheta normalizó no competir lejos de su estadio, el de Pezzolano ha hecho justo todo lo contrario. Empezando por él mismo y su primer –y esperado– espectáculo en la banda que acabó con el uruguayo expulsado y dando pedales en una bicicleta estática en el vestuario esperando a que acabara el partido. Pasión, sangre, orgullo, carisma y un carácter que se contagia y es clave que lo haga porque la salvación, con Valencia, Cádiz y Almería en el horizonte, pasa por los partidos lejos del José Zorrilla. No en vano, esta ha sido sólo la tercera victoria como visitantes esta temporada. Nueve puntos que sumados a los empates en Sevilla y Elche arroja una pobre cifra total de once unidades que sólo hay una manera de ampliar de aquí al final: compitiendo.
Para terminar, me gustaría transmitir todo mi apoyo a la afición del Villarreal. Es una lástima que un estadio recién reformado haya quedado completamente inundado por el mar de lágrimas que lloró Quique Setién al final del partido faltando al respeto al rival y demostrando muy poca humildad. Lo bueno para él es que cuando se aburra del fútbol no le faltará trabajo como plañidera.
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