Uno de mis placeres culpables durante la adolescencia (y un poquito más allá) era ver el último superviviente. El programa del peculiar aventurero Bear Grylls era una mezcla de misiones extremas y un show estrafalario precocinado y ultraprocesado en el que había que dejarse llevar, ... no hacerse demasiadas preguntas y pensar lo menos posible. Ahora, años más tarde, he llegado a la conclusión de que con el Real Valladolid debo hacer exactamente lo mismo.
La temporada del Pucela, cuyo final ya por fin se atisba en el horizonte, ha sido un camino repleto de retos que ha habido que superar. Sirvan como ejemplo una pretemporada surrealista, el ambiente tenso en Zorrilla, los altibajos del equipo, la resistencia titánica de un Pezzolano contra el mundo aferrado a su puesto o el último partido en Alcorcón en el que vivimos un ascenso de Schrödinger ya que por momentos parecía a la vez posible e imposible. Sin embargo, el desarrollo de la campaña ha sido de lo más estrambótico que recuerdo y no puedo evitar tener la sensación de que nos están sirviendo el ascenso en bandeja de plata. Como si todo fuera una confabulación disimuladamente orquestada. Algo parecido a cuando el famoso superviviente las pasaba canutas para hacer fuego, encontrar comida y hacerse una cabaña improvisada, pero acababa pasando la noche en un hotel Resort Golf & Spa de cinco estrellas en el pueblo de al lado. ¿Cómo pueden vender un producto manipulado y artificial tratando de hacerlo pasar por algo real de manera tan grotesca? ¿Cómo ha llegado el Pucela a las dos últimas jornadas de liga dependiendo de sí mismo? ¿Por qué al sofá se le llama sofá y a la cómoda cómoda si el sofá es más cómodo que la cómoda? Son preguntas que jamás obtendrán respuesta y seremos más felices sin buscarla.
Quedan sólo dos partidos. Dos jornadas en las que el Pucela se juega el todo o la (casi) nada. Dos finales a las que el equipo llega después de haber sobrevivido de manera milagrosa, una vez más, a una temporada eterna. Que el ascenso dependa de nosotros me tranquiliza por no tener que estar obligatoriamente pendientes de otros resultados y, a la vez, me aterra al recordar lo sucedido contra el Getafe hace casi un año. Lo mejor será, por mi propia subsistencia, producirme una lobotomía transitoria reversible que libere mi mente y me permita disfrutar sin hacer preguntas de los dos últimos capítulos de nuestra serie favorita.
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