El escudo que llevas en tu pecho

La nefasta gestión de Ronaldo Nazario y su séquito de marionetas es de sobra conocida y en estas líneas se ha criticado por activa, por pasiva y por pluscuamperfecta, pero eso no debe hacer que apartemos la vista del terreno de juego. Si en su día tuvimos que hablar de Kevin, ahora toca hablar de los jugadores más acomodados y afiliados al ridículo y al fracaso que han pisado Valladolid.

La plantilla consiguió por fin que Álvaro Rubio volviera al banquillo del primer equipo. El premio a una temporada fabulosa es poder decidir a qué entrenador envían al matadero. Y lo peor no es que lo consigan, sino su forma de 'agradecerlo' coronando en Bilbao su semana fantástica con uno de los mayores espantos competitivos en la historia de un club casi centenario. Por si fuera poco, los siete goles recibidos en San Mamés convierten a este Real Valladolid en el segundo más goleado de la historia del club en Primera a estas alturas de competición. Le pido al lector ahora que, por favor, vuelva a leer la letra de los himnos de nuevo. Cualquier parecido con la realidad de esta temporada será pura coincidencia.

No solo son jugadores de un nivel muy inferior a lo que exige la máxima competición; además, están arrastrando la camiseta, escupiendo el escudo y pisoteando la historia del club. Ni rastro de calidad. Ni rastro de un mínimo conocimiento del deporte que llevan practicando toda la vida. Ni rastro de ambición. Ni rastro de orgullo. Ni rastro de carácter. Ni rastro de vergüenza. Por eso, objetivamente y por méritos propios, forman la peor plantilla de la historia del Real Valladolid… pero qué más da. Saltarán del barco más rápido que el capitán del Costa Concordia. Sin mirar atrás, sin preocuparse del daño causado, sin remordimientos y con la conciencia tranquila de saber que han cumplido el objetivo del jefe: dejar un legado que podamos recordar eternamente.