Jugadores y miembros del cuerpo técnico del Real Valladolid aplauden a los aficionados desplazados a San Sebastían el pasado sábado. José Ignacio Unanue

Comepipas viendo al Real Valladolid

Libre directo ·

Seguir al Pucela se ha convertido en una penitencia autoimpuesta por motivos que escapan a cualquier razonamiento normal.

Alberto Cuesta

Lunes, 31 de marzo 2025, 19:10

El sábado estuve en el estadio anteriormente conocido como Anoeta asistiendo en directo a una nueva derrota de este Real Valladolid de los récords y ... el legado. Alguno pensará que no hay necesidad de flagelarse de esa manera o que, directamente, soy profundamente imbécil por gastar y hacer kilómetros para someterme a la tortura que supone ver un partido del Pucela esta temporada. Partiendo de la base de que ambas afirmaciones son correctas, nunca había estado en San Sebastián, no por falta de ganas, y esta vez se me presentó una oportunidad que no podía rechazar.

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He visitado muchos estadios diferentes, pero ya sea por motivos logísticos o por estar en ciudades que ya conocía, pocas veces aproveché para hacer algo de turismo. Esta vez fue diferente y mis amigos y yo no desaprovechamos la ocasión de visitar alguno de los lugares más icónicos de la ciudad donostiarra. No sé si será porque el partido no era el único motivo del viaje o quizá porque uno sabe de antemano cuál va a ser el signo en la quiniela al final de cada partido del Valladolid, pero nunca había presenciado un encuentro en estadio ajeno sin ningún tipo de tensión competitiva y con una sensación tan grande de relajación. De hecho, es la primera vez en mi vida que acabo comiendo pipas asistiendo como visitante. Lejos del nerviosismo que en el José Zorrilla me hace devorarlas de manera impulsiva y casi enferma, en Anoeta podría haberlas clasificado por tamaños, punto de sal o nivel de tostado.

Dando un paseo por la Playa de la Concha, le preguntaba a uno de mis compañeros de viaje qué razón encontraba para seguir viendo los partidos del Pucela, independientemente del estadio o por televisión. Traté de encontrar una explicación, pero me respondió tajante y cerrando el asunto de manera brillante: «Todos los argumentos que utilizas buscan alguna lógica, pero no puedes darle sentido a algo irracional». Mario, amigo, tienes más razón que un santo.

Ver al Real Valladolid se ha convertido en una penitencia autoimpuesta por motivos que escapan a cualquier razonamiento normal. Conocemos perfectamente el desenlace de una película mal rodada, con actores de serie B, un director que no está capacitado y un productor que no sabe ni cómo se llama el cine en el que se proyecta, y aun así, con palomitas o con pipas, sin saber muy bien por qué, seguimos ahí.

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