No hay calificativos para esta afición que semana tras semana se supera. Volvió a acudir a la llamada para recibir al equipo. Se vió que la pasión se transmite de padres a hijos porque en esa gran multitud se encontraban niños que contemplaban el ambiente. ... Para algunos de ellos era la primera vez, esa que nunca se olvida. Los ojos estaban como platos, incluso se escapaba alguna lágrima de ver tal jolgorio. Empezaba el vértigo y eso que aún faltaban dos horas para que comenzara el partido. Esta afición se ha sobrepuesto a tempestades pasadas. A un descenso que no termina de olvidarse, pero que cuyos fieles hinchas siguen aferrándose al cariño del equipo. Esta afición tiene sed de victorias. El ambiente dentro del José Zorrilla recordó a aquellas recientes temporadas en la que el Real Valladolid estaba en Primera División. Como aquel encuentro en el que los blanquivioletas certificaron su permanencia ante el Girona, pero también recordó a tiempos más pasados. Alguno que otro tendría algún déjà vu, rememorando cuando el equipo disputó el 'play off' de ascenso contra el Sporting de Gijón y Numancia. En aquel José Zorrilla se cocinó un ascenso en el que la afición volvió a ser el jugador número 12.
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En el Día del Fútbol Base aproximadamente la presencia de 7.000 niños procedentes de 31 clubes de la provincia hasta edad cadete iluminaron aún más un feudo blanquivioleta que se tiñó de rojo, naranja, amarillo, azul representando a sus equipos. El CD Parquesol, Villa de Simancas, CD Arces, La Cisterniga, San Viator, Zaratán fueron algunos de los muchos clubes que se desplazaron para animar al equipo. Se exigió que el José Zorrilla se convirtiera en una olla a presión y así fue. Un día más. El último día que la afición acudió al templo se murió en vida con la derrota ante la Real Sociedad B, pero resucitó en Ipurua.
Parece que habían pasado siglos desde la última vez en la que el Real Valladolid se vio las caras con la Ponferradina. Fue en aquella jornada 8. Ahora seis meses después la situación es bien distinta. Los bercianos buscaban una victoria para ocupar la primera plaza, mientras que los blanquivioletas atravesaban una mala racha y ansiaban meterse en puestos de 'play off'. La plantilla de entonces no es la misma que la de ahora. Alcaraz, Olaza, Diego Queirós y Fede San Emeterio abandonaron el club. Se unieron nuevos tripulantes en el barco como Josema, Morcillo, Iván y Monchu. Precisamente sería Iván Sánchez el que daría la primera alegría en el marcador con un gol cuando no se había cumplido el primer minuto de partido. El jienense no estuvo en El Toralín, pero su llegada a Valladolid ha sido como viento fresco en plena ola de calor. También hubo tiempo para reivindicaciones. La noticia sobre la renovación del escudo no parece que ha sentado del todo bien en algunos sectores de la afición y al grito de: «El escudo no se toca» mostraron su disconformidad. En el descansó la megafonía anuncio que nada menos que 20.213 corazones estaban latiendo. 700 de ellos procedentes de Ponferrada. Se trataba de la mejor entrada de la temporada.
Y los cánticos siguieron, la voz está preparada para este tipo de eventos. Da igual si al día siguiente amaneces afónico. «Mi corazón late por ti». La de veces que el corazón se ha quedado helado por una derrota inmerecida, pero que ha entrado en calor en las últimas jornadas para devolver la esperanza. El regreso que muchos estaban esperando llegó en el minuto 60. El león volvería a esa selva del que le han privado durante un mes. Sergio León saldría al campo acompañado de Monchu. El foco del escenario se desplazó hacia el mediocentro quien no dudó en ejecutar la falta escorada a la izquierda. Vio a Amir adelantado y disparó cerrado para desatar la euforia. El sueño de ascender a Primera División, que todos esperan que se haga realidad.
La cascada de ocasiones que generaron Weissman, Sergio León y Gonzalo Plata siempre acabaron con un mismo gesto. Las manos hacía la cabeza, lamentando la falta de acierto, pero el José Zorrilla volvió a ser ese estadio donde se desató el vendaval futbolero. No es que hubiera desaparecido, pero la derrota ante el filial donostiarra emborronó ciertos recuerdos. Con el pitido final, ambos equipos se dirigieron a sus aficiones. ¡Qué sería el fútbol sin los aficionados! El Fondo Norte siguió vibrando, la batalla había finalizado, pero era necesario contemplar aquella atmósfera.
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Ya en la calle, se pudo observar como pequeños y no tan pequeños portaban en sus manos pequeñas banderas del Real Valladolid que el club había regalado. La magia de pertenecer a unos colores y de lo que puede deparar un futuro que puede deparar grandes momentos. No hay pitonisa que lo desvele, pero las sensaciones no fallan.
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