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El norte
Viernes, 10 de febrero 2023, 00:37
Óscar Blanco Esteban, junto con su equipo de Cultura & Comunicación, desprende pasión en todo lo que organiza. El Foro de la Cultura es un claro ejemplo de ello. Meticuloso y trabajador incansable, este gestor cultural, que presume ser de Villalón de Campos, reconoce que «somos perfeccionistas y, día tras día, nos planteamos cómo poder mejorar. Puede resultar agotador, pero también es una de las claves para que el Foro cuente con el reconocimiento que ha conseguido», explica.
–En la pasada edición decidieron celebrar el Foro en Valladolid, después de llevar haciéndolo en Burgos desde 2014. ¿Qué valoración hace sobre esa decisión?
–El principal motivo de trasladarnos a Valladolid fue que queríamos crecer. Aunque lo intuíamos, no imaginábamos que ese crecimiento fuese a ser tan rápido. Un proyecto de este tipo suele exigir tiempo para que se entienda bien en el territorio donde se celebra; para que cuaje, en definitiva. Sin embargo, en la edición del año pasado, a pesar de ser la primera aquí, y con la pandemia todavía condicionándola, todas las sesiones se llenaron. Creo que Valladolid ha entendido perfectamente la filosofía del proyecto. Fruto de ello es que, de ser un evento bienal, hemos pasado a celebrarlo anualmente. Como vimos el año pasado, la comunión que se crea entre ponentes, público y ciudad es maravillosa, surge un ambiente muy especial.
–¿Cuál es la filosofía del Foro?
–El Foro es, antes de nada, un espacio para compartir ideas y, sobre todo, para escuchar, algo que creo que, cada vez, nos cuesta más. Siempre desde la pluralidad de pensamientos y con ponentes que proceden de ámbitos muy diferentes como la ciencia, la política, la religión, la cultura, la economía… Me encantaría que, cuando la gente entre en el Teatro Calderón o en el resto de los espacios, lo haga sin prejuicios. Una de las cosas que más nos gusta es ofrecer debates con personas en apariencia antagónicas, tanto en su forma de pensar como en su propia profesión. Este año, tenemos unos cuantos ejemplos: Angélica Liddell y Fernando Savater, la mesa 'Hojas en blanco' con neurólogos, biólogos y filósofos, sentar a una magistrada del Constitucional con uno de los fundadores de la revista 'Mongolia'… Para nosotros, supone un reto idear este tipo de conversaciones, que, por otra parte, son muy difíciles de encontrar en otras citas de este tipo. Disfrutamos sorprendiendo al público.
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–¿Cómo se consigue reunir este plantel de participantes tan relevantes?
–¡Con mucho trabajo y pasión! A lo largo del año, trabajamos un equipo fijo de seis personas que, durante la semana del Foro, alcanza las cuarenta. En lo que concierne al plantel, hablamos con más de mil ponentes de todo el mundo —en muchos casos, con más de un año de antelación— para conseguir cerrar el programa. La verdad es que, aunque por momentos se haga duro, porque implica una dedicación absoluta y mucho tiempo invertido, disfrutamos enormemente con lo que hacemos. Somos muy perfeccionistas y, día tras día, nos planteamos cómo poder mejorar, cómo ultimar hasta los detalles más pequeños. Puede resultar agotador, pero también es una de las claves para que el Foro cuente con el reconocimiento que ha conseguido. Creo que los proyectos siempre han de estar vivos, no pueden plantearse ni organizarse por simple inercia, sin poner alma en ellos y dedicarles el tiempo y la atención que se merecen. En mi opinión, la clave es replantearte siempre todo lo que llevas a cabo, no dar nunca nada por supuesto, no confiarte. El año en el que nos aburramos con el Foro y consideremos que no hay ya nada nuevo que contar, lo dejaremos.
–Este año han elegido un tema controvertido como es el odio. ¿Cuál ha sido el motivo para 'Odiad, malditos'?
–Uno de los grandes aciertos de este año ha sido precisamente ese, apostar por un tema tan atrevido y controvertido como presente en nuestro día a día. En este sentido, tenemos mucha suerte de contar con la libertad que nos dan tanto el Ayuntamiento de Valladolid como el resto de patrocinadores y que nos permite programar los diálogos con total libertad. Creo que, en el momento actual, existe una cierta normalización del odio, del insulto, del golpe hacia el que piensa o actúa de una forma diferente, y eso es algo que me preocupa bastante. Las redes sociales, por desgracia, se han convertido en un espacio de impunidad para el odio, donde cualquiera puede volcar barbaridades sin ser consciente del daño que puede llegar a causar. El Foro de la Cultura siempre ha reivindicado la duda y la sospecha para detenerse y pensar, y creo que esta es una buena forma de combatir el odio. El Foro no busca dar respuestas, sino plantear preguntas, porque sólo desde la duda, desde el cuestionamiento de esas verdades que consideramos inamovibles, podemos avanzar.
–En sus diálogos emparejan a profesionales que aportarán distintos puntos de vista, ¿teme alguna salida de tono o confía en la elección que han hecho de los participantes?
–(Risas) Claro que la tememos, faltaría más, pero se trata de un riesgo que estamos dispuestos a asumir porque, como he mencionado antes, en esa libertad, en ese ánimo dubitativo, radica el espíritu del Foro. Al final, lo que buscamos es que los diálogos sean un reflejo de lo que entendemos es la sociedad. Puede haber ponentes con discursos muy sólidos y otros más polémicos, como hay personas más reflexivas y otras más impulsivas. A mí no me gusta la polémica gratuita, el ruido por el ruido, pero creo que, en el Foro, tiene que haber opiniones de todo tipo, nos gusten más o menos.
–Si usted fuese espectador, ¿por qué no debería perderse el Foro de la Cultura?
–Porque es un espacio único en el que escuchar y compartir formas muy diferentes de entender la vida. Quizás esté mal visto, pero yo pongo mucho en valor el hecho de cambiar de opinión. Tengo muy pocas certezas y, cada vez que escucho a alguien afirmar que carece de dudas, que lo tiene todo claro en la vida, siento auténtico pavor.
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