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Pedro, con la herramienta necesaria para cortar el cuero. S. G.
Reale Seguros. Pegados a la tierra

El guarnicionero que lleva a sus espaldas más de 1.000 monturas

Pedro Sánchez acaba de jubilarse y con su marcha, prácticamente se termina el oficio de fabricar aquellos elementos relacionados con las caballerías

Silvia G. Rojo

Domingo, 21 de julio 2024, 09:57

La pared está repleta de herramientas con las que Pedro Sánchez Salicio se ayuda para dar forma a monturas, collares o correas. «Tengo que hacer de todo, hasta arreglar una bota, porque no hay nadie y no me queda de otra», explica este guarnicionero que acaba de jubilarse y que ya, simplemente, está rematando algunos encargos. Comprometido con el territorio, Reale Seguros brinda la oportunidad de conocer oficios en vías de extinción.

«Vale más el viaje que dar unas puntadas; no quiero trabajar, tengo muchas historias de salud y todo tiene un límite, pero hasta el día después de jubilarme me traían cosas para que no se las dejara sin arreglar», reconoce.

Aclara que el guarnicionero ha sido, tradicionalmente, el encargado de arreglar las monturas y todo lo relacionado con el caballo mientras que el albardero «hacía lo relacionado con el burro: albardas, colleras, carros y arreos». Puntualiza que cuando él comenzaba, las albardas estaban en horas bajas.

Ha dedicado a esta profesión 50 años de su vida y en su contador se refleja la elaboración de más de 1.000 monturas. «Hay monturas mías por toda España y Francia», comenta, «al principio solo nos dedicábamos a las monturas y podías hacer 30 o 35 en un año, no se hacía ni un solo collar, luego fue cayendo a 25, a 15 y, ya últimamente, no hacías tres al año».

Su trabajo ha sido siempre artesanal, «todo hecho a mano, con 12 horas de trabajo diario porque no hay máquinas para adelantar» y su competencia más feroz: las monturas de plástico que aparecieron hacia el año 1996 y que costaban la mitad que una de las suyas.

Monturas longevas

No obstante, en favor de los artesanos hay que decir que «no es igual una cosa que la otra. Yo he arreglado monturas de más de 100 años, pero estas otras de plástico no tienen vida, se van las grapas, se rompen y a comprar otra».

Cuando Pedro comenzó, este oficio ya estaba en decadencia, pero lo que tiene claro a día de hoy es que «conmigo esto se acaba». Reconoce que nunca ha querido que sus hijos se dedicaran a este negocio. «Antes con poco se vivía; ahora se necesita mucho y nunca tuve la intención de que aprendieran aunque me fastidia mucho que se pierda». Está dispuesto a enseñar el oficio a aquel que quiera aprender, pero es consciente de que es «difícil» que la gente joven se sienta atraída por este negocio, «es algo que te tiene que gustar». En su caso, dice, «los curas ya acertaron: enviaron una carta a mis padres diciéndoles que me buscara un oficio, se me daba muy bien el trabajo manual».

Pedro, natural de la localidad salmantina de Fuenteguinaldo, dio los primeros pasos con otro referente de la zona, José Luis Carrizo, un poco por casualidad, pues a raíz de regresar a su casa natal para pasar unas paperas, no volvió a 'los reparadores' de Venta de Baños donde estaba estudiando.

«Me quedé con el ganado y tampoco sabía por dónde iba a tirar», pero tras tres años con el que en los inicios fue su maestro, vio que necesitaba más. Fue poco a poco hasta montarse por su cuenta, «el primer año fue duro, pero iba tirando para adelante y sabía que tenía que hacer más, no quedarme para coser cuatro cosas y cuando vi que estaba capacitado para hacer monturas, con unos 18 o 19 años, hice la primera».

Las circunstancias y los ganaderos que acudían a la zona para la compra-venta de animales hicieron que abriera mercado en Zamora, «la mayoría de los trabajos iban para allí», después llegó la mili y la vuelta al pueblo donde le costó recuperar lo que había conseguido.

Su oficio en la mili

Durante el Servicio Militar, entre Zaragoza y Huesca, los guarnicioneros también estaban muy demandados y después de pelearse por sus servicios en más de un acuartelamiento, terminó en Huesca donde tenían más de 400 animales entre mulos y caballos y donde «hacía más de 15 años que no iba un guarnicionero».

Se libró de parte de las maniobras pero a cambio, comenzó a enseñar a otros reclutas, cada tres meses hacían cambio. La tarea no solo afectaba a lo relacionado con los caballos, también arreglaban toldos o tiendas de campaña. Su carrera podía haber continuado en el ejército, «me dijeron que pidiera lo que quisiera», pero lo que realmente deseaba Pedro era volver a su pueblo donde hasta su jubilación, también tenía vacas.

Al igual que ha sucedido con otros oficios, como el de zapatero, «esto ya no es artesano como antes cuando el zapatero te hacía la forma y cosía a mano, ahora sabe pegar y lijar. Con las monturas sucede lo mismo, ahora son de fibra, con grapas y con máquinas».

De hecho, hasta los materiales escasean, «antes compraba el material curtido a mano en Villavieja de Yeltes (Salamanca), pero eso hace dos años que también se acabó, y ahora ya es todo muy plastificado, tienes que tener cuidado hasta de que coja la pintura».

Sobre la vida profesional de un guarnicionero, aunque da por cerrada y concluida la suya, comenta que ha visto hacer monturas a compañeros de hasta 80 años, «pero ya no tienes fuerza para apretar, te crees que sí y no, las cosas no salen como tienen que salir».

Se muestra «orgulloso» de su trabajo, un oficio complejo que con él, prácticamente se acaba, desaparece. «No lo cambiaría por nada, no me ha importado trabajar las horas que fueran necesarias porque me gustaba y además, siempre me he intentado superar, aunque me acostara pensando en cómo hacer el trabajo, pero era un capricho mío no decir: no lo hago, no sé, lo tenía que sacar adelante como fuera», finaliza.

El guarnicionero, cosiendo una correa. S. G.

«Esto es paciencia, pero yo la tengo»

Leznas de distinto tamaño para coser; sacabocados para hacer agujeros en el cuero; 'matacantos' para evitar que las esquinas rocen; la liseta para hacer dibujos; la uñeta para rebajar el cuero o la media luna para cortar a lo largo, son solo algunas de las herramientas de las que se ha servido Pedro a lo largo de los años para poder realizar su trabajo de una manera más cómoda y adecuada. Algunas de esas herramientas, incluso, han tenido que pasar los años para poder hacerse con ellas pues según explica, «no te las vendían». Otro elemento fundamental son las tablas con las que se ayuda para coser. «Lo más difícil es coser, pero coser bien», declara el guarnicionero, al tiempo que explica cómo son las puntadas del zapatero y las de su oficio que, como no podía ser de otra manera, suponen inevitables diferencias. «Esto lo que necesita es paciencia y yo la tengo, siempre la he tenido, todo lo que se hace con gusto da igual el tiempo que se necesite». Ahora todas esas herramientas seguirán en la pared de su taller, pero ya sin uso.

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