El girasol, símbolo de innovación, resiliencia y rentabilidad

Originario de América, el girasol fue introducido en Europa en el siglo XVI por nuestros antepasados, inicialmente como planta ornamental. No fue hasta el siglo XIX que se despertó el interés por su aceite como alimento. Desde entonces, su cultivo se expandió con rapidez, especialmente en Rusia, donde a principios del siglo XX ya se cultivaba en un millón de hectáreas. Los mejoradores rusos lograron aumentar el contenido de aceite en las semillas del 25% al 40% en solo unas décadas. A partir de 1960, el girasol se extendió por Europa occidental, integrándose rápidamente en las rotaciones agrícolas. Hoy en día, se cultiva en los cinco continentes, aunque el este y centro de Europa siguen siendo las principales regiones productoras, con el 70% de la superficie mundial dedicada a este cultivo.

Con la llegada del girasol a Europa occidental, y motivados por los cambios significativos en el mercado del aceite y las ventajas agronómicas que ofrece, tanto las empresas de semillas como los organismos públicos comenzaron a enfocarse en la mejora genética del girasol. El objetivo siempre ha sido que la investigación y el desarrollo continuo generen innovaciones que beneficien a todos los actores de la cadena del girasol.

Con el apoyo de programas de investigación, se desarrollan productos competitivos para cada tipo de mercado: linoleico y alto oleico, tanto en variedades convencionales como tolerantes a herbicidas. Además de aumentar el rendimiento, el contenido de aceite, la adaptación de los ciclos de cultivo a cada entorno y la tolerancia a enfermedades, las investigaciones se centran en mejorar la competitividad de los nuevos híbridos mediante el fortalecimiento de su tolerancia a la sequía y al estrés térmico, una cuestión cada vez más relevante en nuestro país y en el resto de Europa.

Los dos principales desafíos del cultivo de girasol a nivel mundial, el mildiu y el jopo, han recibido una atención especial y continua. La mejora genética combate estos problemas de manera constante, ofreciendo variedades con combinaciones genéticas que proporcionan una protección cada vez más eficaz y duradera. Las empresas obtentoras monitorean de cerca la evolución de las razas, tanto del hongo como del parásito, a nivel mundial, y ofrecen las variedades mejor adaptadas para cada zona.

Otro avance significativo en la innovación genética del girasol ha sido la rápida integración de estos atributos genéticos clave con las tecnologías Clearfield® y Express™, proporcionando a los agricultores una solución eficaz para el control de las malas hierbas, como explica Pedro Paniagua, jefe de Producto de Oleaginosas en Limagrain Field Seeds Ibérica.

Actualmente, los recursos de investigación y desarrollo están a la vanguardia de la ciencia y la tecnología, con estaciones de investigación que abarcan todo el continente europeo y laboratorios equipados con herramientas de selección modernas. Esto permite ofrecer soluciones a las demandas del mercado, tanto de agricultores como de consumidores.

Entre estos recursos, la selección genómica y la bioestadística permiten obtener genéticas de interés y nuevos rasgos genéticos de manera más rápida. Además, el uso intensivo de invernaderos y la posibilidad de realizar el proceso de mejora durante todo el año (tres generaciones por año) proporcionan a los mejoradores los medios para llevar a cabo una selección continua de nuevas fuentes genéticas e híbridos comerciales.

El fenotipado numérico (como el uso de drones) y las herramientas analíticas que gestionan las interacciones entre genotipo y entorno se han convertido en técnicas cruciales para seleccionar las mejores líneas parentales y los mejores híbridos.

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