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Sábado, 21 de diciembre 2024, 09:25
Los rosados han ido marcando el ritmo del año, desafiando la estacionalidad que por años los encasilló entre los vinos de verano. Y si hay una bodega que es referencia en cuanto a rosados se refiere, esa es Bodegas Sinforiano. Esta bodega mucenteña hoy comercializa una decena de rosados, lo que supone el 70% del total de su producción. Presenta diversas propuestas elaboradas a partir de diferentes cepas, trabajando lo mejor de cada variedad en el viñedo, siendo muy poco intervencionistas en la bodega y ofreciendo en todos los casos, vinos atractivos, delicados y muy refrescantes, gracias a vendimias realizadas específicamente para la elaboración de rosados y a una elaboración poco extractiva, buscando preservar los aromas y sabores primarios.
Entre sus referencias se encuentra el conocido 'Sinfo Rosado', el vino de la etiqueta naranja que año tras año es reconocido por los críticos y los concursos como uno de los mejores vinos por su calidad, pero también por su moderado precio, que lo convierte en una buena alternativa para ser un vino del día a día.
Y por otro lado se encuentra el 'Quelías Rosé', un rosado de carácter continental, expresión clara de los suelos calizoarcillosos de majuelos viejos y de las variedades que lo componen, dando sobre todo importancia al albillo. Un rosado de producción limitada y con potencial de guarda.
Se trata de un vino con un producción limitada, cuyo concepto no es un rosado fresco y ligero sin más, sino un rosado que exprese la tipicidad de la zona y los varietales que lo componen, buscando volumen y longevidad y que, además, sea un vino de maridaje; el acompañante ideal para la práctica totalidad de los platos que componen la ya de por sí amplia y rica dieta mediterránea.
Y yendo un poco más allá, usando una antigua técnica de cultivo y siguiendo los métodos de elaboración de sus antepasados, Bodegas Sinforiano elabora un clarete moderno y único, auténtico reflejo del pasado, el 'Líala Clarete'.
Este vino nace del deseo de elaborar un clarete siguiendo los métodos que utilizaban sus antepasados, ayudándose de los medios actuales: «Elegimos dos pequeños majuelos plantados entre 1920 y 1930; en esa época, los viñedos de la zona se plantaban mezclando las variedades blancas y tintas, con el objetivo de elaborar claretes, de forma que las uvas pudieran macerar juntas desde la entrada en bodega. Se vinifican todas las variedades juntas en bocoyes de maderas españolas (no roble), donde posteriormente el vino ha sido criado sobre sus lías durante 8 meses».
El resultado es un vino que no deja indiferente: es complejo, tiene frescura, elegancia y expresividad. Destila claros ecos del pasado, añadiendo una dimensión actual y propia de lo que hoy se conoce como los fascinantes 'field-blends'.
Estas botellas de moda son en realidad una tradición de larga data. Las mezclas de campo están teniendo un momento. Hay algo romántico en la herencia, la autenticidad y la tradición de una mezcla de campo. En una época en la que algunos consumidores de vino también valoran la vinificación no intervencionista o preindustrial, las mezclas de campo alcanzan una nota atractiva de legado y tradición.
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