Como en todo cruce de caminos que se tercie, lugar de paso y/o punto de encuentro, las historias, leyendas y supersticiones esperan a la vuelta de cada esquina –en este caso de cada árbol–. En la Sierra de Francia y el valle de Las ... Batuecas, en el oeste salmantino, desde lo más alto se contemplan las primeras montañas de la vecina Portugal y las Hurdes –tierra sin pan, parafraseando a Berlanga–.
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En este enclave, baluarte natural en uno de los valles más angostos de Europa, la gastronomía también se paladea en cada rincón del GR-10 o las múltiples sendas que serpentean a lo largo del río Batuecas. Para el camino, una cazuela serrana con una ración de patatas «meneas» con las que recuperar fuerzas después de un camino agreste que se contrapone al equilibrio del horizonte montañoso desde donde se divisan «los tres valles».
Esta ruta, que requiere de cierta capacidad física, sumerge al visitante o senderista en un entorno místico, cuya cima se encuentra en la Peña de Francia, a la que se puede acceder desde un llamativo Vía Crucis –espectacular si se realiza en invierno y con una ligera capa de nieve–.
En la parte inicial, y en la zona conocida como el «Casarito», es recomendable iniciar el paseo entre las extrañas rocas talladas que recrean caras antropomórficas, con las que el visitante deja volar la imaginación hacia las leyendas y mitos de un folklore local aderezado por años y años de aislamiento, antes de la era tecnológica, en la que sumergirse en Las Batuecas podría llegar a equipararse a la expedición de Roald Amundsen a las regiones polares. [Qué exagerado] Quizá, pero lo cierto es que durante muchos años, sobre todo hasta mediados del pasado siglo, muchos visitantes hablaban de tribus escondidas, apariciones fantasmales o animales mitológicos...
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El misticismo de la Sierra de Francia comienza desde la base de este parque natural. Desde los aledaños de La Alberca se coge una pista que lleva al caminante hasta un cruce con la llamada ruta de los castaños centenarios y que se dirige a la localidad de Monsagro pasando por la propia Peña de Francia.
En la parte final de la senda una calzada empedrada marca el inicio de un Vía Crucis que llegó a ser recorrido de rodillas por los penitentes y que termina en el Santuario de Nuestra Señora de la Peña de Francia, templo mariano a mayor altitud del mundo.
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Desde este, y con varias alternativas para el ascenso y descenso, con reto incluido para los corredores de montaña en honor a Simón Vela, peregrino francés que encontró en 1434 una imagen románica de la Virgen en lo alto de la Peña, el visitante puede proseguir la ruta si no la quiere dar por finalizada. Puede continuar por el GR-10 (sendero de gran recorrido) hasta el valle de Monsagro hasta llegar al río Agadón. Desde este, el senderista sube hasta la Mesa del Francés para descender hasta Los Puertitos. A partir de ahí ya se interna en Batuecas, una zona marcada por su silencio. Se trata de un tramo poco recorrido –dada su lejanía– y casi desconocido, siguiendo el curso de sus ríos: como por ejemplo el del Chorro (donde está la espectacular cascada del mismo nombre). En esta zona, considerada como el corazón del valle, también se encuentra la llamativa Cueva del «Pallón», en donde han aparecido pinturas rupestres.
Desde aquí, se descenderá hasta el Monasterio de Batuecas entre brezos, madroños, alcornoques, siguiendo el curso del arroyo de Barrigoduro hasta la estructura monacal. Ya «solo» quedaría subir El Portillo y regresar a La Alberca con la sensación de haber recorrido el paraíso escondido.
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