Un fotograma de 'How to have sex'. El Norte

'How to have sex', la presión sexual del turimo de borrachera

Crítica de cine ·

Llega a salas una película estrenada en la pasada Seminci que aborda las secuelas indeseadas del turismo de borrachera y abusos

Víctor Vela

Valladolid

Miércoles, 13 de marzo 2024, 19:03

«Que estamos en Malia, tías. Van a ser las mejores vacaciones de nuestra vida». Es lo primero que dicen Tara, Skye y Em, tres amigas británicas, a punto de empezar la universidad, en cuanto aterrizan en su destino. Acaban de llegar a Malia, esa ... isla del Mediterráneo donde todo es promesa de sexo, borrachera y libertad. Allí (y podrían servir otros puntos del Mediterráneo) hay un entramado empresarial montado en torno a ese turismo de desfase y alcohol. En las discotecas, los animadores invitan a que la gente suba al escenario y practique con desconocidos sexo oral. En las fiestas de tardeo, hay juegos eróticos para animar al personal. En los hoteles, hasta las piscinas tienen forma de falo. Y ahí, siempre presente, está la obligación del pasárselo bien. Los gritos, la constante excitación, ese desfase loco de quien simula que disfruta más de lo que en realidad está sintiendo. Esa burbuja opresiva donde todo son bromas sobre sexo: 'A ver con cuántos lo hacemos', 'Venga, marchaos a un hotel', 'Anda que lo estás deseando'. Y siempre en ese plan.

Publicidad

'How to have sex'

  • Dirección: Molly Manning Walker.

  • Intérpretes: Mia McKenna-Bruce, Lara Peake.

  • Duración: 91 minutos.

La directora Molly Manning Walker retrata en 'How to have sex' (película que se estrena este 15 de marzo y por la que obtuvo en la pasada Seminci el premio joven y a la mejor dirección novel) esos escenarios de cubata y riñonera, de borracheras de neón, música estridente, vestidos incómodos, chupitos y amigas que te sujetan la frente en el retrete. Todo parece divertido hasta que deja de serlo. Tara (fantástica la actriz Mia McKenna-Bruce) confía en que este sea el verano de su vida, ojalá con la noche emocionante en la que tendrá sexo por primera vez. Sus amigas incluso le presionan: 'Ya verás como sí', le dicen. Conocen a unos chicos. Salen de fiesta juntos. Tara se marcha con uno de ellos a la playa. Y esa noche no vuelve al hotel.

Hay un plano desolador, de Tara sola, a la mañana siguiente, caminando por una calle de discotecas cerradas, con el suelo lleno de botellas vacías, vasos de plástico, conos de obras. Es la resaca callejera de una noche de desfase. Y por allí camina Tara, consciente de que nada fue tan divertido como le quisieron hacer creer.

La película (seguro habría ganado intensidad en un corto) apuesta por un tono casi de documental (apenas música, interpretaciones naturales, diálogos que parecen surgir de la espontaneidad) para contar una historia que aborda los abusos no desde la violencia extrema, pero sí desde un punto en el que no hay consentimiento por ambas partes. Dice la directora que la idea para la película se le ocurrió tras recordar con algunos amigos un verano en el que viajaron a España para salir de fiesta. Y estas fiestas, indica, «son mundos construidos en torno a la presión sexual», alentados por ese ambiente prefabricado, por esa promesa de diversión y, también, por unas amigas que no siempre están a la altura.

Publicidad

Todo parece diversión en ese taxi que les lleva el primer día al hotel.

Pero todo ha cambiado en ese taxi que, de vuelta a casa, después de todo lo que pasó, les acerca hasta el aeropuerto.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad