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'Valeria', la adaptación de Netflix de la saga literaria de Elísabet Benavent, regresa con su tercera y última temporada. La serie se puede resumir en las historias de cuatro chicas, amigas y residentes en Madrid, que, juntas, se enfrentan a conflictos emocionales y profesionales ... que se resuelven en esta entrega final. Hasta ahí, nada nuevo bajo el sol. Ni falta que hace. Porque lo relevante es que, si vuelve 'Valeria', vuelve la Súper Pop.
'Valeria' es una serie, pero podría ser una revista para adolescentes confusas. Tiene todas las secciones al uso: moda (qué ropa), maquillaje (desde el más natural al más sofisticado), música (no paran de sonar grupo bonicos), decoración (qué pisazos) y consultorio sentimental (o sexual, porque hay sexo, mucho, mucho sexo). Por tener, tiene hasta un póster central de chulazo sin camiseta en el que Maxi Iglesias y José Pastor han sustituido a Luke Perry y Jason Priestley.
La Súper Pop no se tomaba en serio a sí misma. 'Valeria', tampoco. No quiere ser 'Vida perfecta', ni 'Cardo', ni 'Selftape', ni nada que se le parezca. Y le honra no querer ser más de lo que es, un entretenimiento naíf, una fantasía llena de colorines en la que todo es aspiracional, una ¿descripción? generacional pasada por un filtro de Instagram, una ficción hecha a base de gominolas y algodón de azúcar en la que las protagonistas ganan sueldos que les permiten vivir en pisos fabulosos, coger un úber como si tal cosa, vestir de escándalo, visitar los mejores restaurantes y reunirse en bares ideales (¡hola, Carrie Bradshaw!). Encima, se enrollan con tíos guapísimos. Y están delgadísimas, claro, que la diversidad abarca exclusivamente el aspecto sexual. Pero lo más increíble de todo es que Valeria aún conserve la lengua: con los audios interminables que manda al grupo de WhatsApp, en cualquier otra pandilla ya se la habrían cortado.
Contemplada dentro de esos parámetros rosa chicle, la serie es perfecta: buenas interpretaciones, buena producción, recursos de montajes temporales bien resueltos, una trama que te distrae (aunque intuyas lo que va a pasar), algún diálogo ingenioso y alguna que otra escena divertida. Además, se vende estupendamente, tanto que hacen una réplica del salón de Valeria en Casa Decor y escriben artículos que descubren el rojo de labios que usa, analizan los estilismos de las protagonistas o elaboran listas con las mejores canciones de la serie. Fuera de esos parámetros, hace aguas por todas partes: conflictos pueriles, retratos psicológicos de un solo trazo, un modo de vida que solo existe en la imaginación y una modernidad que es mera apariencia. Pero, siempre y cuando se sea consciente de lo que se está viendo, 'Valeria' es tan válida para el público que no quiere que le den más realidad de la que ya tiene como para el que ayer combinaba la Súper Pop con La Luna de Madrid y, hoy, la del ¡HOLA! con Caimán Cuadernos de Cine. A nadie le amarga un dulce.
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