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«Mero pasatiempo para una tarde de resaca» comienza a ser una frase demasiado habitual para describir los productos de Netflix, como si casar calidad y entretenimiento fuera imposible. Y no, no lo es, pero hay que currárselo. Y en 'El glamur' no lo han ... hecho: es más fácil pasar 'El diablo viste de Prada' por un filtro de belleza de TikTok para quitarle las arrugas y vendérselo a la Generación Z que estrujarse las meninges. La diferencia es que a la película no le hace falta ni bótox ni filtro alguno porque ha sabido llevar los años con dignidad, mientras que la nueva serie de Netflix es vieja antes de nacer.
Marco Mejía (Miss Benny) es un youtuber loco por el maquillaje que trabaja en unos grandes almacenes. Un día, aparece en ellos Madolyn Addison (Kim Cattrall), una famosísima exmodelo que ahora es dueña y señora de una marca de cosméticos de alta gama y que, fascinada ante la frescura y el talento de Marco, le ofrece un puesto de ayudante. Ya tenemos ahí a la mentora y al aprendiz. Lo que viene a continuación tampoco sorprenderá a nadie: Marco entra en un mundo de belleza, zancadillas, alianzas, asuntos empresariales y líos amorosos. Nada nuevo. Ni bajo el sol ni bajo los focos, ni en lo que se cuenta ni en cómo se cuenta. Porque no es que el espectador sea muy listo y pueda predecir por dónde va a ir la trama, es que la conducción de la serie no deja lugar a dudas.
No es casual que 'El glamur' fuese estrenada en el mes del orgullo, ya que su protagonista es de género no binario y se visibiliza al colectivo LGTBIQ+ en su espectro más amplio; hasta ahí, todo bien. Tampoco lo es que coincidiera en el tiempo con el estreno de la segunda parte de 'And like just that…': no hay mejor forma de luchar contra la desafortunada continuación de 'Sexo en Nueva York' que echando mano de una de sus grandes estrellas, Kim Cattrall. Pero, desafortunadamente, su personaje es tan plano que apenas tiene chispa, solo la que le proporciona la actriz. Hasta ahí, todo mal. Tanto como que, en una serie llamada 'El glamur', no haya 'glamour' de verdad: es una fiesta de Nochevieja con bolsas de cotillón compradas en el todo a un euro. Nos quejábamos de 'Emily en París', pero ahí, al menos, había presupuesto. Y si se nos atragantaba el personaje de la mismísima Emily, qué decir del de Marco Mejía: tienes que aprender a hacer la maniobra de Heimlich si no quieres morir ahogado por su supuesto encanto.
Pero ¿hay algo bueno entre tanta barra de labios, tanta máscara de pestaña y tanta sombra de ojos? Sí, y es la idea principal: descubrir quién eres, aceptarlo y defenderlo, que es lo que hace el protagonista. Y si ese mensaje llega a alguien necesitado de explicarse a sí mismo o de explicarse a los demás, bienvenido sea el artefacto. Al margen de eso, lo demás es un intento de modernizar una historia predecible por ya vista a través de un filtro de belleza de TikTok.
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