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Tradicionalmente, la paternidad se ha reflejado en la ficción a través del modelo de padre ejemplar. Entregado al trabajo, fiel a su esposa y cariñoso con sus hijos, se ocupa y se preocupa por proveer adecuadamente a los suyos, algo que le convierte en el cabeza de familia y en la representación de la autoridad: él es el que responde a las cuestiones importantes, el que decide dónde van de vacaciones o a qué hora tienen que llegar los niños a casa.
Pero los modelos de paternidad en las series han cambiado radicalmente en los últimos años, adaptándose a la realidad social y convirtiéndose en personajes complejos, poliédricos, alejados de la personalidad monolítica del padre al uso. Por ello, los padres de la ficción más reciente merecen un estudio pormenorizado. Y, como en Pantallas somos Paun Servicio Público, con motivo del Día del Padre ofrecemos la guía definitiva sobre las nuevas paternidades de la televisión, además de unos consejos para que los hijos puedan sobrellevar a los distintos tipos de progenitores.
Sometido por una madre que lo culpabiliza de todas sus desgracias y agobiado por la educación de unos hijos adolescentes a los que intenta mantener apartados de su negocio criminal, Toni Soprano, tras varias crisis de ansiedad y un desvanecimiento, se somete a una terapia para intentar saber qué le sucede, por qué razón se siente vulnerable cuando él es un tipo duro (muy duro) de New Jersey. Todo ello sucede entre asesinatos, guerras de clanes, platos de pasta que devora de forma compulsiva y una colección inenarrable de chándales, camisetas interiores y camisas estampadas que producen angustia en los ojos.
Consejo: regálale un traje de chaqueta por el Día del Padre. Y oblígale a ponérselo.
Ser padre no puede ser tan difícil, pensó. Pues lo es. Tanto como cambiar el concierto de Lori Meyers por la función de fin de curso, irse de cañas con los colegas por el parque de bolas o la peli de Scorsese por la última de Disney. El padre moderno quiere distanciarse de la figura autoritaria de su progenitor, compatibilizar el trabajo con la familia, ser corresponsable en el cuidado de los niños (incluso se mete voluntariamente en el grupo de WhatsApp del colegio) y seguir quedando con sus amigos para echar una pachanga. Y todo no puede ser.
Consejo: ten compasión. Lo intenta, el pobre.
Es capaz de hacer cualquier cosa para asegurar el futuro de los suyos, y eso incluye empezar a traficar con metanfetaminas. Pero experimenta el poder, le coge el gusto y decide que convertirse en un narcotraficante es lo mejor que le ha pasado en su vida, tan mediocre y aburrida hasta ese momento. La conversión de Walter White en Heisenberg la explica el creador de la serie, Vince Gilligan, en una sola y acertada frase, al afirmar que pasa de ser «alguien en quien nadie se fijaría por la calle a alguien que cruzarías de acera para evitar».
Consejo: gástate toda la pasta que heredes, pero guárdate una buena parte para donarla a centros de rehabilitación.
Vago, torpe, infantil, iracundo y negligente, sus hobbies favoritos son comer, beber y ver la televisión. Pero sus hijos se lo perdonan todo porque, a pesar de sus innumerables defectos, de los líos en los que mete a su familia y del tiempo que pasa en la taberna de Moe, es cariñoso con ellos, e intenta comprenderlos dentro de lo que le permite su escasa inteligencia.
Consejo: ve asumiendo que te vas a quedar calvo y ahorra para un trasplante capilar.
«Dónde estabas entonces, cuando tanto te necesité» le podrían cantar sus hijos a Don Draper. Pues estaría en un bar poniéndose morado a Old Fashioned, o liándose con alguna señora estupenda, o imaginando alguna campaña exitosa. Draper es un tiburón en Madison Avenue, pero un desastre en su casa. Por eso va poco por allí, y deja el cuidado de sus hijos en otras manos: primero en las de la madre de los niños, después en las de su segunda esposa. Creció sin una figura paterna, y él ha hecho lo mismo con sus propios hijos.
Consejo: no te preocupes. Por muy mal que lo hagas como padre, siempre lo harás mejor que él.
Joel perdió a su hija, lo que le transforma en un hombre profundamente herido, en un mercenario descreído que ha aprendido a vivir en el infierno. Pero se encuentra con Ellie y, transcurrida la desconfianza inicial, no solo se erige en su protector, sino que, poco a poco, irá renaciendo un sentimiento que Joel creía enterrado para siempre, y se convertirá en un padre adoptivo capaz de proteger a Ellie hasta extremos insospechados.
Consejo: ninguno. Qué envidia ser hija de San Pedro Pascal de Todos los Santos.
Lo peor de lo peor. El padre enrollado, el que desea ser tu mejor amigo, el que quiere que se lo cuentes todo, el que intenta estar a la última sin conseguirlo, el que baila en TikTok, el que se hace el moderno delante de tus colegas diciendo 'mola mazo' y te avergüenza más que si se hubiera bajado los pantalones.
Consejo: abandona. Sé cariñoso con él y aprende a reírle los chistes. No se puede luchar contra esa fuerza amorosa de la naturaleza.
Es Saturno devorando a sus hijos, es el león en invierno, es el rey que no quiere renunciar al trono, es el padre shakesperiano, implacable, rencoroso, vengativo, controlador; un depredador que coloca su fortuna y su ambición muy por encima de su familia, un monstruo capaz de enfrentarse a sus hijos y de enfrentarlos entre ellos.
Consejo: mátalo. En la acepción freudiana y metafórica del término, claro.
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Abel Verano, Lidia Carvajal y Lidia Carvajal
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
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