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En un dormitorio, dos espejos cuelgan, simétricamente, de la pared. En uno de ellos aparece el perfil de Franky; en el otro, el de Marc. Sus reflejos hablan entre sí. Aún no lo saben, pero son dos amigos que ya están empezando a dejar de ... serlo. Lo harán del todo cuando, junto al resto del país, pierdan la inocencia a causa del caso de los asesinos de Brabante, también conocidos como la banda de Nivelles. Y ese viaje emocional y trágico es el que cuenta '1985', serie belga disponible en Filmin y que compitió en el último Canneseries.
Entre 1982 y 1985, una sucesión de atracos a mano armada y de asesinatos a sangre fría (murieron 28 personas y 40 resultaron heridas) asolaron la hoy extinta provincia de Brabante, en Bélgica. En ellos, de una u otra forma, se verán envueltos Marc (Tijmen Govaerts), Franky (Aimé Claeys) y su hermana Vicky (Mona Mina Leon), tres vértices para una historia que comienza en 1981, cuando Marc y Franky se marchan a Bruselas para entrar en la Gendarmería belga, mientras que Vicky comienza a estudiar Derecho. Los personajes, que aparecen dibujados con un par de trazos precisos nada más comenzar la serie (Mark es serio, recto, casi imperturbable; Franky aparenta ser el amigo vivaracho al que le gustan los líos, pero en realidad vive en una permanente tormenta interior; Vicky siente pasión por la música y está muy concienciada políticamente), son la forma ideada por el director Wouter Bouvijn y el guionista Willem Wallyn para conducirnos, cronológicamente, a través de unos hechos que tuvieron lugar en unos años polarizados, turbulentos y muy oscuros.
Para ello, de la mano de Marc y Franky, nos metemos en el corazón de las fuerzas de seguridad belgas. Porque, a pesar de que, a día de hoy, la cicatriz sigue abierta (aún no han sido descubiertos los autores de las masacres), sí se han establecido conexiones entre aquellos sucesos y altos cargos del estado. Ante esa situación, y en una Gendarmería corrupta en su mayor parte, Marc y Franky habrán de tomar partido: el primero opta por intentar descubrir la verdad, mientras que el segundo acaba siendo absorbido por la corrupción, envuelto en una suerte de mafia de ultraderechistas, traficantes de armas, ladrones y asesinos de la que es imposible escapar cuando te han alcanzado sus tentáculos, y que se ve amparada por un silencio policial que protege a jueces, políticos, ministros, abogados, fiscales, banqueros y policías.
Con un color pasado por un filtro Kodak, una banda sonora de la época y una realización más que acertada, el acercamiento a los hechos se hace a través del trío protagonista, consiguiendo la identificación emocional con el espectador, lo que facilita el interés y la comprensión de aquellos sucesos. Además, la serie mezcla las imágenes de ficción con otras de archivo (en los créditos finales de cada uno de los ocho capítulos se emiten imágenes reales mientras resumen y actualizan la información), algo que contribuye más a contextualizar, aclarar cabos sueltos y dar mayor sensación de verosimilitud a una serie que ya lo es. Porque '1985' demuestra que la ficción bien contada puede ser más veraz que los hechos. Y porque es incomprensible comprobar que siguen sin ser aclarados unos sucesos que conmocionaron a la siempre (aparentemente) tranquila y aburrida Bélgica; tan incomprensible como la permanente fragilidad de las democracias, la belga y la nuestra, antes y ahora.
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