Casi todo lo que se relata en estas líneas tiene su origen a unos cinco metros bajo tierra. En el subsuelo de Valladolid. Un entramado de infraestructuras entrelazadas, alrededor de 50 kilómetros, por los que canalizaciones, aliviaderos o colectores, entre otros elementos, forman la red ... de subsuelo de la capital vallisoletana. Ahí, abajo, se encuentran elementos vitales en el día a día, desde el agua, tanto residual como para su consumo, como redes de cableado para la electricidad o las comunicaciones.
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Todo un mundo desconocido para los ciudadanos vallisoletanos, menos para los diez agentes de la Unidad Especial de Subsuelo de la Policía Nacional, que durante estos días tienen trabajo extra con motivo de la entrega de los Premios Goya en la Feria de Valladolid el próximo sábado. Les toca chequear cada centímetro en un amplio dispositivo de seguridad para que arriba, a pie de acera y de calzada, todo salga sobre lo previsto. No todos los días las tapas que ellos levantan a golpe de riñón las pisan Sigourney Weaver o Juan Antonio Bayona.
Y gran parte de este trabajo, con el lomo doblado y con una habilidad especial para colarse por unas canalizaciones que te dejan la punta de la nariz a escasos centímetros de la puntera de las botas de agua. Pero antes de recorrer los kilómetros del subsuelo, los especialistas acometieron este miércoles el revisado de centenares de tapas a ras de suelo en el perímetro de la Feria. Ni una se dejó de levantar con su gran imán y ni una se dejó sin precintar.
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Una labor en equipo, como el cambio de ruedas durante un gran premio de Fórmula 1, consistente en elevar un policía la tapa, para continuar un compañero con la linterna y concluir con la revisión visual y el precintado. «A simple vista podemos ver si han sido manipuladas», recalca durante el recorrido el oficial R. Ramos. Kilómetros por aceras y calzadas, acompañados de una furgoneta, que se repetirá en los próximos días ante la inminente celebración de los premios. «Dada la importancia del evento, nuestra labor preventiva se centra en evitar el intrusismo y los sabotajes», prosigue el especialista.
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Sin elementos alterados, los agentes del Subsuelo se encaminaron también durante esta mañana a varios puntos de acceso por debajo de la tierra. Todos ellos, en las inmediaciones de la Feria de Valladolid. Una ardua labor que arranca desde el exterior con los preparativos de seguridad. Casco, gafas, traje de membrana impermeable y transpirable, linterna y los sistemas de rescate ante posibles complicaciones. «Un objeto importante es el detector de gases. Es imprescindible porque nos informa de cómo está la atmósfera. Para los funcionarios son muy peligrosos los gases. Ácido sulfhídrico, metano, dióxido de carbono... Este es el mayor riesgo que tiene esta unidad», añade Ramos ya en el interior de la infraestructura y acompañado de su equipo. «Nunca bajamos solos».
Además de trabajar al menos en parejas, entre sus elementos, portan siempre su botella de oxígeno y su equipo de escape ante posibles inconvenientes.
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Disfrazados para introducirse en estampas dignas de películas, los agentes inician un recorrido a pie en busca de posibles sabotajes. Empiezan por un aliviadero de aguas pluviales. Una canalización seca o semiseca que tiene su fin en el Pisuerga y que aprovechan a inspeccionar este miércoles ante las posibles lluvias de los próximos días. Durante sus primeros pasos ya detectan que no hay nada alterado. Las telarañas y los excrementos de ratas les dan los primeros signos de tranquilidad. «Sabemos que aquí no ha estado nadie por las arañas, aunque hay algunas que pueden elaborarlas en una semana. Además, la presencia de ratas nos da tranquilidad para conocer que el aire es respirable», apuntan los agentes de la unidad.
Oficial R. Ramos
Unidad de Subsuelo
Una canalización, de las más cómodas de Valladolid, que les permite ir prácticamente erguidos hasta el final del trayecto previsto. «Estos espacios son muy peligrosos los días de tormentas», agrega Ramos mientras alza la vista cuatro metros hasta una tapa exterior para saber en qué punto de la ciudad se halla. «Estamos debajo de una calzada importante próxima a la Feria», incide Ramos.
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Porque lo que se escucha a cinco metros bajo tierra es el transcurso de los vehículos. Su paso por esas tapas, perceptibles en el exterior, se intensifica debajo de ellas, edulcorado con un eco regalado desde las profundidades.
Sin novedades en ese punto, los agentes se trasladaron a otra de las canalizaciones transitables de Valladolid. Su acceso, más complicado, se completa con un trípode exterior para descender otros cinco metros. Abajo, la oscuridad impera antes de encender las linternas para ver un mínimo caudal de agua en unas angostas infraestructuras cuyo diámetro merma con el paso de los metros. «Aquí, por ejemplo, vemos barro sin huellas. Señal de que en principio no ha estado nadie», remarca Ramos en una acción de su trabajo diario, intensificado estos días por los Goya.
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Porque aunque la entrega de los premios más importantes del cine patrio ha modificado el día a día de los diez agentes, sus labores diarias versan sobre los mismos cimientos. «Se hacen requisas de los edificios públicos y de gran interés, además de estos eventos excepcionales. Tienen carácter preventivo para descartar intrusiones o posibles alteraciones de las estructuras como el cableado eléctrico o de telecomunicaciones. También elaboramos estudios de seguridad para valorar posibles decadencias de edificios. Y damos servicio a toda Castilla y León», concluye el oficial rodeado de su equipo.
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