Disney vuelve a hacer magia

Bajo la dirección de Don Hall y Carlos López Estrada, con la colaboración de Paul Briggs y John Ripa para Walt Disney Studios, 'Raya y el último dragón hace palidecer a 'Mulan', con una historia más imaginativa plasticamente. La versión 'live action' del clásico de la compañía de Mickey Mouse pinchó creativamente y será recordada especialmente por su estreno directo online sin pasar por la cartelera. Sus secuencias de lucha y dramatismo dejaban bastante que desear, nada que ver con las tribulaciones de Raya, una intrépida guerrera que emprende una gesta épica para salvar a los suyos y unir a los diferentes pueblos que conforman el reino de fantasía de Kumandra, donde los seres humanos y los dragones convivían en armonía hasta que una terrible amenaza, una especia de Nada de 'La historia interminable' que convierte todo en piedra, casi acaba con la humanidad. Los entes mitológicos desaparecieron, sacrificándose por los demás en un acto altruista sin parangón.

500 años después vuelve el gran mal que puede acabar con toda civilización. Entre otras audaces tareas para atajar la tragedia la joven protagonista emprende un viaje en busca del último dragón, el del título, un animal impredecible, dicharachero y sagaz, cuya confianza ha de ganarse y cuya evolución supone maravillosos giros en la trama. El respeto mutuo y la creencia en la amistad son los pilares básicos sobre los que se construye un cuento familiar repleto de agradables sorpresas.

'Raya y el último dragón', disponible en Disney + a través de Acceso Premium con un coste adicional, aúna clasicismo y modernidad en su concepción. La cadencia con la que transcurre el relato es excepcional. No para apenas en ningún momento mientras Raya va conociendo a nuevos compañeros de fatigas en su particular odisea. El sentido de la maravilla está presente de principio a fin, con una estimable banda sonora que enfatiza una pulida técnica de animación que permite al espectador talludo olvidarse por un rato de los dibujos animados tradicionales que marcaron su infancia. Las luces y las transiciones temporales deleitan la retina, con momentos sombríos cuando la historia lo pide. Es inevitable no acordarse de la también excelente 'Kubo y las dos cuerdas mágicas', que también jugaba con la mitología oriental. Se agradece sobremanera que el argumento no gire en torno al romance de turno.

No hay necesidad de encontrar un objeto de deseo a la heroína principal, capaz de valerse por sí misma para afrontar mil y una peligrosas peripecias. El variopinto catálogo de personajes secundarios engrandece una aventura que no inventa nada que no hayamos visto en las estructura de Indiana Jones, o en un videojuego al uso, pero exprime a conciencia las posibilidades de cine de animación y expone sin complejos un rol que se ajusta a la demanda actual, una fémina autosuficiente que da muestras de seguridad y compañerismo. Ver la película en pantalla grande, si es posible, subraya su poderío visual, un paso más allá de la reivindicable 'Vaiana'.