Un cuento de hadas actual

El filme goza de una estética a medio camino entre Pixar y Dreamworks, estudios clave en el actual auge del género. Choca que, a pesar de ser un filme con label oriental, hayan optado por un estilo visual foráneo. Hay pequeños detalles que nos remiten a la cultura asiática en alguno de los personajes principales, pero pueden pasar totalmente desapercibidos. En el argumento conviven una princesa encantada, una bruja diabólica, juguetes que cobran vida, algún dragón desbocado, un maligno príncipe de opereta, un robot gigante de madera y más tópicos imaginables que funcionan por acumulación.

Los trolls del título son los Siete Enanitos del cuento de Blancanieves. De piel verdosa y aspecto bonachón, son fruto de una maldición. No se les cae el moco como en 'El Señor de los Anillos' y cada uno atiende a un rol concreto que difiere de la versión de Disney. No hay un gruñón ni un mudo, pero sí un mago, un caballero o un cocinero que blande la sartén como nadie ante el enemigo. En su día era siete apuestos muchachos con poderes que cometieron un error a la hora de salvar a una hada poderosa que decidió darles una lección.

Para volver a su físico original deben conseguir el beso de una chica de gran belleza, una tal Blancanieves. Afortunadamente, ella también luce un aspecto que no es el suyo gracias a unos zapatos mágicos, lo que da lugar a una imaginable lectura didáctica para los más pequeños, echando por tierra ciertos prejuicios sociales. 'Zapatos rojos y los siete trolls' es entretenida y sabe aprovechar sus limitaciones, a diferencia de otras producciones que pretenden competir con los grandes estudios sin tener sus mismos medios. La película exhibe un look por encima de la media y brilla en sus escenas de acción. La belleza está en el interior es el mensaje, con sentido de la aventura y una agradecido humor para toda la familia.