Dani Rovira
Secciones
Servicios
Destacamos
Dani Rovira
Regina Sotorrío
Viernes, 9 de agosto 2024, 18:27
Dani Rovira está bien. En realidad, está muy bien. Vive la profesión «con tranquilidad», sin miedo a decir 'no' cuando algo no le encaja, y, lo que es más importante, está sano. Al otro lado del teléfono se le escucha feliz. Con su ironía habitual, ... admite que la 'fase capullo' ya pasó: ahora ha mutado a mariposa, «indiscutiblemente». Este viernes vuelve a las salas de cine con 'Cuerpo escombro', la gamberra comedia de Curro Velázquez en la que su personaje finge ser discapacitado para conseguir un puesto que necesita desesperadamente. Y es la tercera película en la que le veremos en cuestión de un mes (también protagoniza 'El bus de la vida' y 'El campeón'). Diez años después de la explosión de fama y atención que provocó 'Ocho apellidos vascos', el actor y cómico malagueño tiene su lugar en este oficio y, sobre todo, ha encontrado el equilibrio.
–¿Cómo está?
–Estoy muy bien, quejarme sería una frivolidad.
–Estrena 'Cuerpo escombro'. ¿Hay que ser valiente para abordar el tema de la discapacidad desde el sentido del humor?
–Sí, hay que ser muy valiente. Es una pena que haya que acudir a la valentía para poder hacer humor de este tipo de cosas. Y sobre todo hay que hilar fino y ahí Curro Velázquez, como director y guionista de la peli, lo ha bordado. Estamos en un momento donde la discriminación positiva e incluso el paternalismo hacen que podamos caer también en constreñirnos. Y creo que la mejor manera de normalizar la discapacidad es incluirla en absolutamente todo y eso también incluye el humor.
–Su papel tiene una dificultad añadida. No es una cuestión de caracterización, aquí tiene que cambiar los andares, los gestos…
–Las hechuras (ríe). Sí, a priori puede ser lo que más llama la atención a nivel visual. Cuando Curro me propuso esto me dijo 'quiero a una persona que finja una parálisis cerebral que afecte a la locomoción, a las habilidades motrices y no a la cabeza, algo parecido a lo del Langui'. Yo le fui dando vueltas y un día en una lectura de guion le dije 'Curro, yo más o menos lo que tengo planteado es esto'. Me puse ahí de pie, empecé a andar y a Curro le encantó. A los dos días ya vino El Langui y me dio un par de pautas. No deja de ser un ejercicio de imitación corporal, no tiene más. Otra cosa no, pero yo me conozco muy bien mi cuerpo y a mí este tipo de retos me gustan mucho, siento cierta facilidad. A partir de ahí, ya nos centramos en el resto de las capas.
–Imagino que a la hora de construir un personaje ayuda que tenga una característica muy evidente, como es en este caso.
–Sí ayuda. Lo que pasa es que, claro, aquí es el doble tirabuzón. Yo no he hecho una película sobre un personaje que tiene parálisis cerebral, sino sobre un personaje que tiene que fingir que tiene parálisis cerebral.
–Un cara dura, vamos.
–Un caradura… o que se ha dejado liar por su hermano, que es el auténtico caradura. Pero, mira, esto sí que creo que es picaresca. Muchas veces cuando se escuchan noticias de gente que ha robado se habla de picaresca, pero nos olvidemos que eso viene del Lazarillo de Tormes, que era un niño que acompañaba a un hombre ciego y que no tenían dónde caerse muertos. La picaresca nace de la necesidad de comer, no de la necesidad de ambición ni avaricia. En este caso es que van a embargar el piso de los padres.
–En mayor o menor medida, creo que nadie se libra de haber tirado de picaresca en algún momento.
–Por una cuestión o por otra, sí, eso nos define también como país. Pero me encanta la picaresca siempre que sea algo que nace de buscarse las habichuelas, no de enriquecerse. Eso ya no es picaresca, eso es ser mala persona.
–En esta película hay un malagueño que vive en Madrid y un madrileño que vive en Málaga.
-¡Sí! El Langui, efectivamente. Quedamos en Despeñaperros a veces para tomarnos algo (ríe). El Langui es que está todo el rato en el AVE y luego va con la motillo esa que va como un pepino.
–Y también están El Kanka y Pablo Pineda. Hay mucho malaguita por ahí.
–¡Llevas razón! No te imaginas la alegría que fue cuando de repente El Kanka me dice que le han llamado para hacer la canción de la peli. Ha sido un proceso muy bonito porque nos intercambiábamos audios, yo contándole la peli, dándole un poquito de pistas y de asidero donde él pudiera agarrarse a la hora de escribir, y él me mandaba partes a guitarra y voz. Esta peli me ha regalado momentos muy bonitos. Y la canción es preciosa. ¡Qué te voy a contar de nuestro Kanka! Y encima va a ser el pregonero de la Feria. Lo que está preparando es un pepinazo. Le quiero mucho, todo lo que sea que le vaya bien, es como si me fuera bien a mí.
–¿Y qué relación tiene ahora con Málaga?
–No dejo que pasen dos o tres meses sin bajar a Málaga. Pero no me prodigo, me quedo en casa de mis padres y tengo mis cenitas con mis amigos. Para mí Málaga, más que la ciudad, es mi núcleo, mi gente de cuna. A la que pasan tres meses que no voy, ya me pide el cuerpo casita, y mamá y papá.
–En este punto de la carrera, ¿qué prioriza a la hora de elegir un papel?
–Lo que busco es un poco de honestidad. Poder seguir eligiendo guiones que me conmuevan, que me diviertan o que sienta que hay una necesidad de contar esa historia. Y en mis espectáculos, igual. Ahora, por ejemplo, no me veo haciendo algunos proyectos que hice hace 15 años, es normal. La madurez de uno va de la mano del momento creativo. Entonces, lo que yo pido es seguir teniendo un poquito de coherencia entre quién soy y qué hago. Ni más ni menos.
–Casi nada.
–(Ríe) Es eso de «Virgencita, que me quede como estoy», poder seguir haciendo comedias bonitas y de repente tener la oportunidad de arriesgarme y que alguien un día me diga 'Dani, vamos a hacer un musical, ¿te apuntas?'. La vida son experiencias y hay que jugarla.
–¿Se atrevería con un musical?
–Un musical, una peli de cowboy… ¡Vamos! No me atrevería a operar a alguien a corazón abierto porque no estoy preparado, pero ya me encargaré de dar clases, de prepararme y de hacer que el director no se arrepienta. La vida es eso, si solo hiciéramos las cosas que nos salen bien estaríamos todos quietos ahí parados y bloqueados.
–Pero en una entrevista le escuché decir que cuando le ofrecen un papel siempre piensa que hay alguien mejor para hacerlo.
–Por supuesto, y lo sigo pensando. Ahora, si de repente el director cree que yo soy la persona, pues oye, intentaré devolverle esa confianza con todo mi talento y mi compromiso. Pero siempre pienso que puede haber alguien que lo haga mejor que yo, por supuesto.
–Han pasado diez años de 'Ocho apellidos vascos' y me parecen pocos. ¡Han sucedido muchas cosas en este tiempo!
–Parece que lleva con nosotros toda la vida, está en el imaginario como E.T. (ríe). A mí con el estreno de 'Ocho apellidos vascos', con esa época tan loca, me pasa un poco como con la pandemia. A nivel temporal se me distorsiona mucho en la cabeza. De repente pienso en toda aquella locura y, joe, han pasado ya diez años, cuánto tiempo. Diez años no es nada, pero me da la sensación de que llevo subido en esta ola toda la vida. Y con la pandemia me pasa un poco igual. Cuando empiezas a poner fechas, casi todos hacemos ese antes o después de Cristo. «Oye, ¿cuándo fue la última vez que nos vimos? ¿Antes o después de la pandemia?» (ríe).
–En cuestión de un mes le vamos a ver en tres películas: 'Cuerpo escombro', 'El campeón' y 'El bus de la vida'. Le dirán lo típico, que está en todas partes.
–Aquí sí que alzo las manos y digo «yo de esto no tengo culpa». Estos tres proyectos los he ido desarrollando a lo largo de dos años. 'El campeón' ha tardado muchísimo en estrenarse. 'El bus de la vida' se ha estrenado en los tiempos normales. Y con 'Cuerpo escombro', cuando estábamos terminando de rodar, nos dijeron que querían estrenar en seis meses. Y la gente dirá «¡qué agonía!». Que no, que no, que yo intento espaciar mucho y no ser muy pesado. Pero bueno, ahora lo que pasará es que en tres años no me veréis el pelo.
–No creo que eso pase.
–Yo tampoco (ríe).
–Pero, ¿se siente en un buen momento profesional?
–Sí, me siento un privilegiado. Estoy viviendo un momento muy bonito, un momento en el que uno ya puede elegir y decir que no a algunas cosas. Antes te veías un poco obligado a decir que sí a lo que te llegaba porque hay que currar y hay que hacerse un hueco. Ahora vivo con mucha tranquilidad esta profesión y el mero hecho de no tener ansias por hacer cosas hace que lo que elija sea más acertado, más acorde a mí. Fue muy guay poder decir que sí a estas tres películas, estoy muy contento. Y como diversifico mucho, porque me aburro, pues es guay. Que si un podcast por aquí, que si cine por allá, que si de repente me voy de gira por ahí, estoy muy feliz.
–Me gusta escuchar eso de que vive con tranquilidad la profesión, porque hubo momentos en los que no fue así.
–El que haya bajado un poco la espuma del champán, yo lo agradezco. Hubo una época en la que cada cosa que se hacía era un acontecimiento y la presión me tenía un poco marchito, la verdad. Pero ahora no. Y luego además, no me va la vida en hacer cine. A mí el cine me llegó con 34 palos, yo ya tenía mi profesión. Llamó a la puerta, lo estoy disfrutando y es genial, pero si un día no está, siempre tendré la oportunidad de volver a los escenarios o incluso a los bares. Esa perspectiva de no miedo, no necesidad o de no apego a una profesión, me hace vivirlo desde un lado muy guay. Y eso tiene mucho que ver luego con los proyectos que coges. Si tengo que estar dos años sin hacer ninguna película porque no me ha llegado nada interesante, no me va a suponer un trauma, ni mucho menos, porque hay muchas cosas que hacer aparte.
–En las redes ha dejado una frase maravillosa: «Perdonen la ausencia de presencia digital. Pidan responsabilidades a la presencia de felicidad real».
–Es verdad. Llega un momento en el que te das cuenta que vivimos mucho tiempo pegados a la puñetera pantalla y guay, no voy a hacer el discurso del cascarrabias abuelo analógico. Pero, joder, en el momento en el que en la vida real te están pasando cosas muy chulas, cuando uno está a gusto y feliz, se olvida un poco de esta cosa artificial que son las redes.
–Recurriendo a una frase que le decía a Emilio Aragón en una entrevista, ahora ¿está en fase mariposa o sigue en fase capullo?
–(Ríe) Estoy en fase mariposa, sí, indiscutiblemente. Obviamente cuando uno pasa por procesos un poco más complicadillos, uno no sabe cómo va a acabar. En aquella entrevista, yo ya atisbaba que podía pasar esto, pero estaba en pleno centrifugado, digamos.
–El que aceptara un proyecto como 'El bus de la vida' en el que interpreta a un hombre con cáncer, también con su punto de humor, refleja hasta qué punto lo ha superado.
–No te voy a negar que tuve mis dudas porque no sabía si estaba preparado o iba a romper motor en mitad del rodaje. Y fue muy catártico. Yo no tengo la verdad sobre esta enfermedad, ni mucho menos, tengo la mía, lo que a mí me pasó. Y poder compartir esto con los compis, que ellos tuvieran la libertad y la confianza de poder preguntarte cosas, para mí fue un proceso muy bonito.
–¿La palabra cáncer sigue doliendo?
–No, a mí no. Con esto no quiero decir que yo ahora me haya convertido en Superman. Si mañana me diagnostican otra vez, me cagaré en todo lo cagable. No duele, hay que vivir, pero me gusta tenerlo presente, no es un tema que yo eluda ni es un tabú cuando la gente está conmigo. No, no, abiertamente. Realidades tan crudas como la muerte, una enfermedad, una discapacidad o el cáncer, a mí me gusta que estén presentes en las conversaciones con mis amigos, con mi familia, porque te obliga a estar más amarrado a la vida. Me acuerdo que con 'El bus de la vida' tuve un montón de entrevistas y noté que muchos periodistas eludían decir la palabra cáncer. Pero tiene un nombre, existe.
–Le gusta ir a lo difícil, a hacer comedia de lo que nadie hace: la discapacidad y el cáncer.
–Ahí voy yo de cabeza. Sí, sí. Como ejercicio creativo y artístico, me parece un reto maravilloso el juntar esas dos emociones, qué pasa cuando se mete la lava en el agua. Cuando hablan de los límites de la comedia, pues claro que tiene que haberlos, necesitamos límites para poder jugar a pasarnos o no. Me parece un reto súper bonito a nivel artístico.
–También lleva muchos años y sabe hasta dónde puede llegar.
–Y me equivocaré muchas veces, porque no por ser cómico y hacer humor, siempre voy a ser correcto. Habrá un día que suelte un chiste que a lo mejor la gente critique y luego yo diga, pues sí, creo que esto lo he tirado desde un lugar equivocado. Y está bien. Al igual que se equivoca de calle un taxista. Todos nos equivocamos, pero parece que el cómico no puede porque entonces te lapidan. Y oye, chico, pues yo estoy aquí en mi laboratorio también. El humor lo entiendo como escudo y no como espada, pero aún así te puedes equivocar.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.