Los pequeños vuelven a la diversión tras un año robado

«Nos han robado un año» se escucha entre los padres que esperan impacientes la entrada de sus hijos a la celebración del primer cumpleaños después de la pandemia. Un gran paso hacia la ansiada normalidad a la que tanto esfuerzo ha costado llegar, también para los más pequeños. Hace tan solo un par de semanas comenzaban a abrirse los parques infantiles y así se inauguraban de nuevo las tarjetas de invitación para los compañeros de clase. «Después de diecinueve meses cerrados, volvemos a abrir con mucha ilusión», explica Yolanda Beneite, responsable del parque Coco Loco. Un centro avalado por diez años de experiencia que vio cancelada toda su actividad en marzo del pasado año. «Ha sido difícil resistir, pero ahora la gente viene con muchísima ilusión después de tanto tiempo», asegura. Una explosión de emociones desencadenada por los niños y contagiada a los padres que da fuerzas para mantenerse en el negocio.

En el mismo lugar se encuentra Silvia Valero, del parque infantil El Pequeño Reino que celebra el veinte aniversario del centro con su reapertura. «Después de tanto tiempo, es como una nueva inauguración», bromeaba. Sin embargo, aún queda mucho para recuperar el ritmo de antes de la pandemia, aunque la idea de un futuro mejor las anima a continuar en el negocio. «Ahora mismo no queremos grandes aglomeraciones, aceptamos a grupos pequeños porque queremos que la gente venga tranquila y con confianza», detalla Silvia Valero. La seguridad de los más pequeños es la mayor prioridad y por ello, aunque no haya un aforo establecido condicionado por la pandemia, no quieren por el momento llegar al máximo de ocupación. «Hemos limitado muchísimo el aforo aún no habiendo aforo como tal, pero lo hemos hecho porque nosotros hemos querido», asegura Yolanda Beneite.

Esta decisión que toman las responsables de los parques infantiles no solo influye en la confianza de los padres, sino que también da oportunidades a los niños de disfrutar de unas instalaciones únicas. «Son 500 metros cuadrados de local, y hoy por ejemplo solo hay un cumpleaños de doce niños, el parque es casi al completo para ellos», explica Yolanda Beneite. Una diversión que antes tenían que compartir con otros grupos y que ahora, al evitar las aglomeraciones, se convierte en un espacio exclusivo. No obstante, en el caso de que coincidan varios grupos distintos en el mismo horario, las medidas son estrictas. «Si hay varios cumpleaños cada grupo tiene una mascarilla de un color distinto que damos a la entrada, así están bien diferenciados», anota Silvia Valero.

A pesar de que los centros tratan de delimitar las normas para que no haya ningún problema dada la situación, lo cierto es que, tal y como ellas mismas confirman, los pequeños son sumamente cuidadosos. «A los niños casi no hace falta decirles nada, no se quitan la mascarilla para nada», añade Silvia Valero. Y es que muchos de los más pequeños, como explica la responsable del parque infantil, «no recuerdan la vida sin covid» y se adaptan perfectamente a las circunstancias. Una situación que ha limitado su contacto social y resulta, como explica Yolanda Beneite, una lástima que la vida de ahora sea la normalidad que ellos conocen. «Es imprescindible que jueguen, rían y discutan porque forma parte de su crecimiento», reconoce.

De hecho, para ella «un año educativo es igual de importante que un año lúdico, porque ese cumpleaños no celebrado ya no lo recuperan». Así lo asegura también Silvia Valero al considerar que «han perdido un año de diversión» y no solo eso, sino que «en estas etapas la psicomotricidad y el movimiento es fundamental, y ha sido más de un año nulo para los niños en este aspecto». Aunque los colegios hayan sido una ventana abierta al desarrollo de los pequeños en este tiempo, lo cierto es que, como apunta Silvia Valero, «la escuela no deja de ser algo dirigido y los niños también necesitan liberar tensiones en un ambiente más dinámico y distendido».

Tal es así, que los hinchables, los toboganes y las zonas de juego se convierten en un escenario de asalto sin descanso. Con el fin de que la diversión no tenga límites, ambos parques infantiles han tratado de no alterar demasiado las dinámicas que preparaban antes de la pandemia. «Ahora no hacemos talleres de pintacaras, pero pintamos el pelo con laca que no exige tanta proximidad y a los niños les gusta igual», asegura Silvia Valero. A los padres, en cambio, sí que se les pide cierta conciencia y ahora se aconseja que «si los niños son mayores, no estén los padres y sin son más pequeños solo uno por niño». Unas medidas que dan seguridad a los padres, sobre todo a los primerizos que, como reconoce Silvia Valero, «se muestran algo más reacios a las concentraciones, aunque cuando ven cómo trabajamos los miedos se van».

El hecho de reducir el aforo y que los padres no permanezcan durante la celebración consumiendo en el bar de las instalaciones, aminora de manera considerable las ganancias. «Ahora de momento contamos con que vamos a tener pérdidas, y si nos mantenemos tendremos suerte, pero es que hay que arrancar de alguna forma», reconoce Silvia Valero. Una lección de superación que también comparte Yolanda Beneite al añadir que «hay que adaptarse a las circunstancias y ser positivo: he estado diecinueve meses cerrada, pero ahora estoy abierta». Un optimismo permanente con el que afrontan esta nueva etapa y que esperan, como asegura Silvia Valero, que «una vez que los niños estén vacunados la tranquilidad será mayor para todos».

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