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a. benito
Jueves, 8 de diciembre 2022, 11:16
El cineasta galo Vincent Macaigne inició su trayectoria como intérprete teatral y ha desarrollado posteriormente una exitosa carrera en cine y televisión, con participación en cuarenta producciones. Sus tres nominaciones como actor en los premios César y los tres premios que obtuvo como director en ... la edición de 2012 de Clermont-Ferrand por su primer cortometraje, 'Ce qu'il restera de nous' le han convertido en uno de los actores más relevantes del panorama cinematográfico francés.
–Es usted la primera persona a la que se le entrega el Águila de Oro Internacional del AFF. ¿Cómo recibe este galardón?
–Bueno, Pedro Almodóvar también ha recibido un Águila de Oro y su carrera es mucho más internacional que la mía (ríe). Me hace mucha ilusión, aunque he de decir que es un poco extraño recibir un premio en reconocimiento a mi carrera, parece que me están dando una señal de defunción (ríe de nuevo). En realidad lo que más me gusta es que el festival se haya centrado en los inicios de mi carrera y que ponga el foco en los cortometrajes. Esto hace que sea un premio muy especial y, además, ayer tuve la oportunidad de ver mi obra de forma retrospectiva. Esto me hace recuperar la ilusión por hacer cine y me da fuerza para seguir trabajando.
–El Aguilar Film Festival celebra este año su 34 edición desde un pequeño pueblo. ¿Qué opinión le merecen este tipo de iniciativas culturales hechas desde el medio rural?
–Estos festivales de dimensiones más pequeñas que hacen las cosas de forma distinta dan la oportunidad a los cineastas de desarrollarse. Sin ellos no podrían existir los grandes festivales. Además, por lo que he podido ver, es un festival que intenta acercarse al público y establecer un diálogo con él. Tanto Cannes como el Aguilar Film Festival son importantes para el cine de autor. La diferencia es que Cannes juega un papel muy destacado en la economía de la industria cinematográfica y festivales como el de Aguilar son fundamentales para el desarrollo del cine. En el actual panorama, marcado por la presencia de las plataformas de visionado online, la supervivencia de festivales como el de Aguilar es ahora más importante que nunca porque ayudan a crear público en las salas.
–Su carrera comenzó con el teatro. Háblenos de aquellos años y de cómo fue el salto al cine...
–En Francia, y creo que también en España, el teatro es un arte muy vanguardista y, a la vez, reaccionario. Mantenerse creativo es una lucha eterna que consume mucha energía y ser dramaturgo, tal y como yo lo concibo, es duro. Básicamente, la razón es que hay que convencer a todo un grupo de actores y de técnicos de hacer la obra que se propone. Considero que el teatro es un lugar a mantener, pero reconozco que es agotador. En cuanto a mi salto al cine, la verdad es que en mis inicios hubo muchos amigos que me ofrecieron papeles, así que me resultó muy fácil. Además, en comparación con la puesta en escena que venía practicando en el teatro, empezar a trabajar en cine me pareció algo así como tomarme unas vacaciones. Después ya me di cuenta de que era más complicado de lo que creía. Al principio yo seguía viviendo del teatro y trabajando gratis en el cine. Ahora sucede todo lo contrario.
–Pertenece usted a una generación de autores franceses que rompió con ciertas formas y empezó a hacer un cine muy independiente. ¿Cuál es la situación de este cine en la actualidad?
–Esos realizadores siguen siendo hoy en día mis amigos. Algunos, como Guillaume Brac, han llegado a tocar lo extraño de una forma muy bella. Posiblemente, otros han querido buscar más el éxito. Como digo, muchos han ido trabajando estructuras comerciales y otros se han mantenido en un ámbito más independiente. Lo curioso es que, durante un tiempo, esta última visión se ha dejado un poco de lado y, ahora que Francia vive una situación muy radical, vuelve a haber voluntad por recuperar esa senda. Por otro lado, a lo largo de estos años, yo mismo me he movido entre lo comercial y lo independiente. Sin embargo, hoy en día es muy complicado para un joven seguir ese doble camino. Por eso, desde el compromiso político, con cierta radicalidad y trabajando junto a cineastas más jóvenes, me gustaría romper esa realidad. Como digo, buena parte de los cineastas que pertenecen a mi generación, están luchando de nuevo por recuperar la esencia del cine: trabajar para uno mismo y para conectar con el público, no tanto para vender entradas.
–Esa forma de hacer cine experimental, ¿es exclusiva del formato corto?
–Es posible hacer películas largas así, el problema está en quién va a verlas. Y no me refiero tanto al público, sino a la industria. Es cierto que mi primer corto llegó a muchos festivales, pero también es verdad que existe un importante techo de cristal para estas películas. No podemos obviar la realidad y entrar con este tipo de obras en la industria es muy difícil. A veces la única forma de hacerlo es a través de un documental o trabajando junto a alguna estrella. Es triste, pero es así. Por eso creo que hay que seguir luchando para que las películas independientes entren en la industria de cine. Hay que hacerlo y creo que hay que hacerlo con las personas de tu propia generación.
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