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Almudena álvarez
Palencia
Lunes, 6 de septiembre 2021, 08:22
«El palomar rústico de Castilla, principalmente de Tierra de Campos, no sólo decora y amuebla el paisaje: lo calienta. Es una referencia en la inmensidad desolada del páramo». Son palabras de Miguel Delibes, que, apuntando ya el iceberg de la despoblación, ponen en valor ... estas construcciones que salpican la Tierra de Campos, solitarios o en grupo, con múltiples y caprichosas formas que se derrumban, fruto del abandono, y se funden con la misma tierra de la que salieron. La Fundación Rehabitar Tierra de Campos se ha propuesto detener esta tendencia y devolver su aspecto y su uso original a un patrimonio «universal y a la vez singular» que se ha convertido en seña de identidad de esta comarca. Un ambicioso proyecto para «impulsar el desarrollo sostenible de Tierra de Campos a través de la recuperación y protección del patrimonio de arquitectura tradicional», que además pretende rescatar la tierra como material constructivo de lo más sostenible.
Para ello la Fundación está organizando una serie de talleres, coordinados por los arquitectos Giovanni Olcese y Julio Garcés, que tienen la misión recuperar los palomares, las técnicas constructivas con tierra, devolverles su uso, la cría del pichón y la paloma bravía, y de paso, generar una conciencia que mire al futuro a partir de estas construcciones que han sido testimonio silencioso de los pueblos y sus gentes.
Un desafío que, como explica Giovanni Olcese, se ha vinculado al proyecto 'Apadrina un palomar' creado por la Fundación Rehabitar Tierra de Campos con la idea de «conectar a los propietarios de los palomares tradicionales como centros de producción de pichones con restaurantes de toda España, de forma que el restaurante apadrine el palomar, se le pueda devolver su uso, la cría de pichones, y cerrar el círculo poniendo los pichones en sus menús». Estos pichones y palomas se están comercializando ya con la marca Alas de Campos, con el empujón de Martín Berasategui que, como dice Giovanni «dio alas a Alas de Campos», y llegan ya a la mesa de muchos restaurantes y de cualquiera que quiera comprarlos, a través de la web www.detierradecampos.es
Llamamiento previo
Pero, como antes de tener el pichón, se necesita el palomar, la Fundación se ha propuesto rehabilitarlos y devolverles su uso tradicional. Antes hicieron un llamamiento a sus propietarios, generalmente personas que no pueden acometer la restauración «pero que no quieren que se caiga y acabe desapareciendo, porque los palomares tienen un importante valor sentimental». Y el resultado ha sido que se han encontrado con más palomares de los que pueden acometer y «algunos en muy mal estado», explica el arquitecto. Por eso, durante este año, la Fundación fichó hasta 47 palomares, seleccionó 15 candidatos y se quedó con los diez «más viables en función de la financiación con que contamos», apunta Olcese, que están situados en la comarca de Tierra de Campos, en Tiedra, Medina de Rioseco, Cuenca de Campos, Mayorga, Urones de Castroponce, Tordehumos, Gatón, Villafrades y Villamartín. Precisamente, uno de los afortunados ha sido el palomar de Miguel Ángel Moro, en Villamartín de Campos. «Un palomar circular con patio, bastante grande y que está situado al lado del palomar circular más grande de Europa», afirma el arquitecto. Hasta ahora se ha intervenido en él en varias etapas, cambiando la cubierta, reparando fisuras y grietas, revocando todo el exterior con trulla y mortero de cal y, la semana pasada, se ha revocado el patio.
Ese ha sido el cometido del último taller organizado por la Fundación, que, como en anteriores ocasiones, ha logrado atraer a alumnos procedentes de distintas partes de España, la mayoría arquitectos o técnicos interesados en la conservación del patrimonio, en la sostenibilidad de las construcciones y en las técnicas tradicionales, pero también dueños de palomares que quieren aprender la técnica para reparar sus propios palomares.
En el último han participado diez alumnos que, capitaneados por Giovanni y Julio, han intervenido en los palomares de Villafrades (Valladolid) y Villamartin de Campos (Palencia). Algunos, como Elisa Rodríguez, nunca habían cogido una paleta y una llana, muchos habían participado ya en otros talleres, los hay que incluso han hecho un máster, como la granadina Eva García, y todos manifiestan su interés por las técnicas constructivas sostenibles, la conservación del patrimonio y las oportunidades que les puede brindar, a ellos y a la sociedad, la construcción con tierra. Además del «clima perfecto que se respira dentro del palomar» y la satisfacción personal por el resultado conseguido: «al final ves que has aportado algo y has contribuido a que se mantenga el interés por estas construcciones», afirma Elisa Rodríguez.
Durante una semana han asistido a ponencias sobre construcción con tierra y rehabilitación de palomares, y han realizado prácticas pisando el terreno, han aprendido a manejar los materiales, limpiar y preparar las superficies, reparar oquedades, a aplicar revocos de tierra, trulla y cal y a hacer retacados de muros de tierra. Incluso han construido un tapial curvo, el molde con el que hacían los palomares, sobre el que sentarán la base de otro taller. «Hemos usado tres tipos de revoco diferente, de tierra, trulla y cal», explican los coordinadores del taller. «El revoco de tierra se usa más para reparaciones de fisuras o pérdidas de material, mientras que la trulla y el revoco de cal, se usan para los acabados», apunta Olcese, mientras señala las pruebas que han hecho en la pared del palomar, para comprobar la respuesta de cada mezcla. «Usamos la tierra que hay en la zona y jugamos con distintas proporciones de arena, cal y paja para conseguir la mezcla que funcione mejor y que no se agriete», añade.
Nuevas herramientas
Y aunque en su día los barros se pisaban con los pies y el tapial y los embarrados se hacían con las manos, ellos se han permitido la licencia de usar hormigoneras, paletas y llanas de metal, para hacer fuerza, y de madera para los acabados, además de otras herramientas que, aunque no responden a las técnicas tradicionales de construcción con tierra, facilitan un poco el trabajo «para avanzar más rápido», explican. Unos trabajos que, además de recuperar técnicas tradicionales, pretenden devolver el uso para el que fueron pensadas estas construcciones de Tierra de Campos, para generar actividad y riqueza en los municipios, y de paso rehabitar palomares y pueblos, insiste Julio Garcés.
Porque el problema de la despoblación que aqueja a toda esta comarca es proporcional al deterioro de estos palomares. De ahí la importancia de la labor que está realizando la Fundación Rehabitar, insisten, favoreciendo un ecosistema que nace de la tierra y genera riqueza en la misma tierra de una forma totalmente sostenible, con ningún impacto ambiental y propiciando la conservación y recuperación de un patrimonio muy universal, porque se construye en tierra en todo el mundo, y a la vez muy singular, propio de esta comarca de Tierra de Campos. «Es algo muy nuestro, y muy representativo de nuestra historia, tradiciones y un modo de vida de Tierra de Campos», explica Garcés. «Si no usamos el patrimonio construido, se acaba perdiendo, porque no interesa su preservación», añade el arquitecto. No solo eso, está convencido de que, con toda seguridad, «el hecho de recuperar la gastronomía del pichón va a garantizar que algunos palomares sigan en pie».
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