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Más de ocho mil kilómetros separan la capital de Panamá de Palencia, un lugar que puede parecer exótico pero que también ha sufrido por culpa ... de la pandemia y donde el palentino Juan Sacristán se encuentra trabajando desde hace más de una década, primero como cooperante de Médicos Sin Fronteras y actualmente para la Embajada de Canadá en el país latinoamericano. Apenas han pasado unos días desde que Juan regresase de Panamá para poder disfrutar de la compañía de sus padres a los que hacía más de dos años que no veía, si exceptuamos los canales que todos hemos usado a través de las videollamadas que tanto se han usado durante el confinamiento.
«Fui a Panamá en 2010, aunque ya llevaba unos años trabajando con Médicos Sin Fronteras. Allí se abrió una oficina para responder a las emergencias en toda la región y allí estuve haciendo administración y finanzas. Tuvimos muchos momentos duros como tener que responder al terremoto de Haití, un brote de cólera que se dio allí seis meses más tarde, tuvimos que desplazarnos al terremoto de Chile, una tormenta tropical en Guatemala. Además de todo eso tuvimos también que ayudar en África con el ébola o a un tifón en Filipinas», explica este palentino sobre los desastres que tanto él como la organización tuvieron que cubrir para ayudar a las personas más necesitadas.
En 2013 se cerraba esa oficina en Panamá para destinar más recursos a otros países más necesitados y Juan, tras nueve año trabajando para la asociación comenzaba otra aventura. «Tras dejarlo salió una plaza en la Embajada de Canadá en Panamá donde se pedía el título de oficial de emergencias y tuve la suerte de conseguir el trabajo», explica este palentino que reconoce que ahora, por culpa de la pandemia, el trabajo también se hace de manera virtual.
Juan solía regresar a España en los veranos para pasar tiempo con sus padres y su hermano, pero esta vez la pandemia impidió su regreso y no ha podido venir en dos años, prácticamente desde que comenzaba la pesadilla. «El primer caso en Panamá se declaró el 9 de marzo y en Madrid ya había un buen número de infectados. Panamá tomó medidas muy rápido y dos días más tarde se declaraba la emergencia y el toque de queda, en apenas cinco días estábamos ya confinados. Los números allí son menos llamativos por que la población ronda los cuatro millones de habitantes y allí han fallecido casi siete mil personas. Ahora hay cerca de quince muertos al día», afirma.
«Cuando nos encerraron solo nos dejaban salir dos días a la semana, lunes y miércoles las mujeres y los martes y jueves los hombres para hacer la compra. Solo se podía salir dependiendo del número de carné.Estuvimos muy encerrados al comienzo de la pandemia», reconoce este palentino que estudió Ingeniería Forestal en el Campus de Palencia. «Siempre me gustó mucho la naturaleza y me siento atrapado si vivo en un apartamento. Gracias a Dios yo vivía en el campo en Panamá y durante el confinamiento disfrutaba mucho de la naturaleza».
La llegada de la pandemia no pillaba a Juan como una situación nueva. «Tenía la experiencia de haber trabajado con brotes de ébola y al final se acaba controlando pero de estas nuevas enfermedades hay dos tipos:las que se acaban controlando, que suelen ser las que tienen una mortalidad muy grande y en las que se notan mucho los síntomas en una persona con lo que es aislada inmediatamente. Los SARS anteriores pudieron controlarse porque solo afectaron a varios países y no traspasó las fronteras. Luego hay otras enfermedades como N1H1, más parecidas a una gripe normal, que son más difíciles de controlar, tienen una mortalidad más baja y se acaban incorporando a la sociedad».
Cuando la enfermedad comenzaba a extenderse por el planeta, el propio Juan alertó a sus compañeros y recomendó la compra de mascarillas. «Me sorprende mucho como los grandes países como España o Estados Unidos no se diesen cuenta de la gravedad de la enfermedad. Lo que más me estresaba de aquellos días era ver las noticias de España», afirma el palentino que se enfadaba mucho al ver las noticias españolas. «Decidí no saber más, aunque me enteraba por mis padres de lo que ocurría. Empecé a practicar yoga para poder relajarme».
La enfermedad no ha hecho mella en su familia, una buena noticia para Juan, que se ha vacunado recientemente con AstraZeneca para poder viajar a España. «Pese a eso no existe un control exigente. Lo malo es que he tenido que coger otro vuelo directo a Panamá a la vuelta porque el que tenía comprado era con transbordo en Estados Unidos y su gobierno no permite la entrada de ciudadanos que no sean americanos», concluye este palentino que ha vivido una auténtica odisea para poder volver a ver a su familia sin que hubiese un teléfono móvil o una pantalla de ordenador como nexo, «aunque mis padres apenas sabían utilizarlo», afirma entre risas Juan Sacristán que disfrutará durante los próximos días de un merecido descanso para reponer fuerzas y regresar a Panamá cargado de energía.
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