Fernando Navarro, transeúnte

«Mi vida era normal, pero le entró cáncer a mi mujer y lo perdí todo»

Este sevillano de 55 años nacido en el famoso barrio de Triana abandonó su tierra natal cuando su esposa falleció a causa de un cáncer. Este momento supuso un punto de inflexión en su vida ya que desde entonces esta cambió para siempre. Lo perdió absolutamente todo cuando empeñó su casa, su coche y sus bienes para poder pagar un tratamiento que pudiera salvar a su mujer, pero no fue así.

Su esposa murió y Fernando Navarro a la misma vez se quedó sin nada. Se quedó sin el que había sido su hogar y se quedó literalmente en la calle. Desde entonces es esta, la calle, quien le ha visto deambular sin descanso de sur a norte de la península en busca de un puesto de trabajo que le dé la suficiente estabilidad como para poder dormir bajo un techo.

De profesión cocinero, asegura que cuando está trabajando logra mantener una «situación normal, medio estable», pero esta se acaba en cuanto pierde su puesto. Recuerda que él tenía una vida como otra cualquiera hasta que su mujer enfermó gravemente y se vio inmerso en una serie de deudas que han lastrado desde entonces su camino.

No tiene hijos y apenas le queda familia, ya que su hermana ya ha fallecido y no cuenta con ningún otro miembro de la familia que le pueda ayudar. «Esta es mi vida, no es la que he escogido sino la que me ha tocado», recalca este sevillano que ha recorrido miles de kilómetros a pie. Desde Sevilla hasta Santander, donde encontró su último trabajo.

«Mi vida era normal como la de cualquier otra persona, yo tenía mis estudios y mi trabajo, pero le entró a mi mujer, Loli, el cáncer y yo tuve que hacer frente a unos tratamientos muy costosos. Durante cinco años estuve luchando contra ese tema hasta que ella falleció y yo perdí todo», recuerda con lágrimas en los ojos.

Desde entonces, ha pasado por diferentes municipios españoles en busca de una oportunidad. «Yo me fui de donde vivía porque no quería que nadie me viera en situación de calle. No era orgullo, sino que no quería demostrar que estaba en situación de calle y me fui directamente a Córdoba, donde dormí en la calle durante dos meses», indica.

En este primer destino, Fernando comenzó a ser informado de los albergues que estaban a su disposición y de las opciones con las que podía contar una persona en situación de desamparo como él. Entonces se le explicó que había diferentes puestos de trabajo que poder cubrir en Ciudad Real y fue cuando comenzó su peregrinaje, siempre andando y con su mochila.

De esta forma es como ha recorrido durante estos nueve años gran parte de la geografía española. «Yo voy andando a todas partes, me da mucha vergüenza pedir. Nunca he pedido dinero, solo comida o medicamentos. Recuerdo que una vez en Madrid, tenía pulmonía y escribí en un cartel, 'Hoy soy yo, ojalá que el día de mañana no seas tú', y se paraba la gente para ayudarme», explica. La situación por la que pasó en Madrid fue especialmente difícil ya que, cuando Fernando estuvo, si no se estaba empadronado en la comunidad, no se tenía acceso ni a los albergues ni a los comedores sociales. El sevillano recuerda que durante todo este tiempo ha vivido todo tipo de escenas y aunque hay gente que le ha ayudado también ha tenido que escuchar comentarios de todo tipo.

«Yo siempre digo que el que está en la calle no es que nazca allí, sino que tiene una situación muy difícil en su vida. Porque le ha surgido un problema y ha tenido que hacer frente a él sin saber hasta donde va a poder llegar, porque yo no sé hasta donde voy a llegar todavía. No tengo ningún tipo de estabilidad», comenta.

Fernando asegura que cuando tiene trabajo consigue tener una vida como la de otra persona, pero siempre consciente de que se trata de algo temporal y no definitivo. «Yo siempre pongo la mochila en el salón y la estoy mirando todos los días porque sé que la voy a tener que volver a coger. Yo lo dejo todo preparado», confiesa.

El frío, la lluvia y el aire son los principales enemigos de las personas sin hogar que duermen en la calle, ya que para ellos es de lo más duro a lo que se enfrentan. «Nosotros perdemos la noción del tiempo por completo. Sé que es domingo porque está todo cerrado, pero nada más. No te preocupa si es enero o si es febrero, lo sabes porque hace frío y esto para nosotros es mortal. Pero no llevas un control de los días», agrega.

Este sevillano lleva en Palencia solo unas semanas trabajando dentro del proyecto 'Museo sin hogar-Esperanza sin cobertura' puesto en marcha por Cáritas Diocesana de Palencia (y que cierra mañana sus puertas), con el que pretenden dar visibilidad a la realidad de las personas que viven en la calle, reflejar su vida y el día a día de las personas que viven esta situación de exclusión. A lo largo de esta muestra, se realiza un recorrido por las etapas por las que pasa una persona sin hogar y pretende a su vez que la sociedad pueda conocer esta realidad como en primera persona, comprenderla y participar en la denuncia de esta dura situación. Veintiséis piezas en total durante seis salas que ilustran esta realidad. «No sé cuánto tiempo voy a estar en Palencia. Estoy echando currículums en todas partes a ver si hay suerte. Llegué aquí gracias a un amigo, después de llevar varios meses en Santander, donde he estado trabajando como cocinero. Y en Palencia he estado todo este tiempo trabajando aquí, en esta exposición, aunque yo nunca transmito que soy una persona sin hogar», recalca.

Fernando afirma que él solo se encarga de representar al museo, aunque si surge, sí que llega a confirmar que es una persona sin hogar, sin techo. El recorrido comienza con la exposición de las posibles causas por las que una persona se puede ver en situación de calle, por cualquier motivo. «Hay un dragón, que son las deudas y los embargos, donde yo me reflejo. Aunque pueden ser muchas causas», sostiene.

Tras ello, el cartón, la esterilla, el contador de las horas que puede seguir en el albergue, el banco en medio de una acera, la posibilidad y las situaciones diferentes a las que alguien tiene que hacer frente desde la calle.

«Yo salí de mi ciudad sin nada, solo mirando al cielo. El recorrido lo he vivido entero, no las drogas, pero si otras cosas. Por la noche, se pasa mucho miedo y lo que te arropa es el alcohol. Yo me he tenido que beber mucho alcohol, seis o siete litros de cerveza para poder caer inconsciente por la noche. El alcohol no te hace borrar nada, pero sí te anestesia, te hace olvidar, aunque sean dos horas. Tu cuerpo descansa y tu mente también. Por ese motivo, tenemos que recurrir a lo más barato», reconoce.

En este tiempo, Cáritas Diocesana le ha ayudado como al resto de usuarios que atiende dándole un lugar donde poder dormir y un sitio en el que poder contribuir. Fernando solo recalca que ellos van de ciudad en ciudad buscando una oportunidad, tener una seguridad, pero explica que desde la calle poder conseguir trabajo es muy difícil.

«Cuando tengo una entrevista de trabajo tengo que ir a la estación, afeitarme, arreglarme, sacar la ropa limpia que tengo al fondo de la mochila y ponérmela. Y en el caso de encontrar algo en un bar, me voy a dormir a la calle, pero fuera del pueblo, para que no te vean. Son muchas cosas a la que hay que enfrentarse, pero solo pienso en cobrar el primer sueldo, poderme ir a una pensión e ir arrancando, aunque cuesta porque te tienes que esconder», manifiesta.