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«Calumnia, que algo queda». Eso decía Francis Bacon en 1625 y ahora, casi 400 años después, parece que esta frase está más vigente que nunca. Y es que la publicación de una noticia falsa sobre la prohibición del consumo de kebabs por el ... Europarlamento ha puesto de manifiesto que de las difamaciones, algo queda. En este caso, al menos un cuarto, tal y como afirma Tanveer Ahmed, del restaurante Milano. «Después de esa noticia han bajado las ventas más o menos un 25%. Cuando algo sale en la tele, lo ve todo el mundo y nadie se para a pensar si eso es verdad o mentira», apunta este pakistaní, que regenta su local en la calle Los Soldados junto a un compatriota.
La noticia falsa, publicada en varios medios de comunicación, aseguraba que la Unión Europea se planteaba la prohibición de la venta de kebabs por los posibles riesgos para la salud de los fosfatos que, en teoría, se usan para conservar la carne de esta típica comida turca. Lo cierto es que los fosfatos estaban prohibidos y que nadie en Europa los utilizaba para elaborar las denominadas brochetas de kebab, sencillamente porque no estaba permitido. Lo que sí ha cambiado desde el pasado miércoles es que ahora sí podrán hacerlo gracias a que el Parlamento Europeo ha respaldado la propuesta de la Comisión Europea para autorizar el uso de fosfatos como aditivos en la carne de kebab, tanto de cordero como de ternera o de pollo. Tras este voto, el Ejecutivo comunitario podrá autorizar formalmente el uso de ácido fosfórico, difosfatos, trifosfatos y polifosfatos como aditivos en la carne de kebab.
Tanveer Ahmed / hostelero
El uso de fosfatos es necesario, según Bruselas, para la extracción y descomposición parcial de proteínas cárnicas a fin de formar una película de proteínas en las piezas verticales que permita su unión y asegurar una congelación y tostado homogéneos, algo que niegan los propios hosteleros que trabajan a diario con estos productos y los elaboran. «Yo no sé ni lo que son los fosfatos. Mi carne solo lleva productos naturales, la meto al congelador para que se compacte, la saco y no necesito conservantes de esa clase porque gasto una brocheta al día y en ese tiempo, la carne se mantiene en perfectas condiciones», incide el turco Nur Pektas, que regenta dos restaurantes de comida turca en Palencia.
Esos fosfatos que Nur ni conoce ahora podrán ser utilizados en la cocina que se elabora en toda Europa. Su uso permitirá que la carne de los kebabs sea más jugosa, ya que permite conservar el agua de los alimentos, pero existen estudios que vinculan la presencia de fosfatos en alimentos con mayores riesgos cardiovasculares. El eurodiputado de Equo, Florent Marcellesi, lamentó el resultado final del voto y señaló que se trata de una «mala noticia» para los derechos de los consumidores y para la salud de los ciudadanos europeos. «Los Verdes buscábamos que las personas puedan comer kebabs sin los riesgos asociados a aditivos alimentarios innecesarios y potencialmente peligrosos», explicó.
Por contra, la eurodiputada del Partido Popular Europeo (PPE), Renate Sommer, defendió que «no existen pruebas de que los fosfatos tengan efectos negativos para la salud» y añadió que «la cantidad de fosfato que se ingiere a través de kebabs es insignificante».
Mientras tanto, en Palencia, Nur sigue pensando hacer sus kebabs como lleva haciéndolos desde 2003, sin químicos y con carne comprada en una carnicería de la capital palentina. Una vez que se ha aclarado que nadie va a prohibir los kebabs, los hosteleros que se dedican a este sector se preguntan las razones por las que este bulo corrió como la pólvora por las redes sociales. Tanveer Ahmed lo tiene claro y cree que las causas pueden responder a una estrategia orquestada para desprestigiar este tipo de cocina, que ha logrado hacerse un hueco en el sector de la comida rápida, en el que hace unos quince años solo había hamburgueserías y pizzerías. «Pienso que esto ha podido salir para hacer daño a los que nos dedicamos a este tipo de comida porque estamos haciendo la competencia a empresas muy grandes, como pueden ser McDonald’s o Burger King», apunta el dueño del modesto restaurante Milano.
Los establecimientos de venta de kebabs experimentaron un enorme boom a principios de la pasada década y la llegada a de este tipo de cocina fue un soplo de aire fresco al sector de la cocina rápida. El primer establecimiento de estas características se instaló en Palencia en 2003 y su gerente, el turco Nur Pektas, tiene ahora dos locales –uno en la capital y otro en Villamuriel–. La aventura empresarial salió bien a Nur, que triunfó con sus kebabs, aunque pronto surgieron nuevos emprendedores dispuestos a sacar beneficios a esa gallina de los huevos de oro disfrazada de carne sazonada entre pan de pita. Los años han ido pasando y la gallina de los huevos de oro pone menos que antaño y Nur parece tener un diagnóstico claro. «En Palencia no hay trabajo y la gente joven se va. Esta es una ciudad de gente mayor y mis clientes siempre han sido jóvenes», se lamenta Nur, que vio cómo sus negocios se resintieron por la llegada de la crisis y ahora observa con estupor cómo su trabajo se ve vilipendiado por bulos que carecen de fundamento.
Los hosteleros que quieran podrán, desde ahora, utilizar fosfatos para elaborar sus kebabs y que queden más jugosos. Ahora falta por saber si esta medida afecta a las ventas, si los clientes piensan como los Verdes o como el Partido Popular Europeo.
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