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PALOMA AGUADO
Palencia
Viernes, 28 de enero 2022, 09:37
El mismo día que Sebastiana cumplió 18 años, en el año 1934, dio a luz a su primer hijo. Un regalo a las puertas de la Guerra Civil Española. Lo más sorprendente es cómo explica Sebastiana, 88 años después, lo que supuso para ella tomar la decisión de casarse con apenas la mayoría de edad. «Mi padre murió y nos quedamos mi madre y yo. Yo le dije que me casaba y así teníamos un hombre en casa. Fue muy triste que al poco tiempo, se lo llevasen a la guerra».
Hoy viernes, Sebastiana celebra, nada más y nada menos, que su 106 cumpleaños. Y es impecable cómo recuerda gran parte de su vida, con una lucidez envidiable y un brillo en los ojos propio de la más pura juventud. «Mi época más feliz fue en el matrimonio», asegura Sebastiana, sentada en el sofá de su casa en la capital palentina. «Me divertía, íbamos al baile y me gustaba ir a trabajar con mi marido. Todo lo que he trabajado ha sido siempre con ilusión».
Sebastiana se ha criado y ha criado a sus dos hijos, Sabiniano y Anselmo, en Espinosa de Cerrato. Un pueblo que contaba, en su época, con más de mil habitantes. Ahora, sin embargo, se suma a la larga lista de zonas rurales despobladas y envejecidas de la provincia y apenas alcanza las 150 personas. Esta localidad vivía de su agricultura, de las gentes que cultivaban sus huertos y cuidaban los ganados.
Así era la vida de Sebastiana, que junto a su marido y con la ayuda de su madre, se dedicó a trabajar y desgastar sus manos en el campo. Julio Fuentes, uno de los cinco nietos de Sebastiana, recuerda cómo su abuela hizo frente a un trabajo considerado para el género masculino. «Mi abuela se iba al campo a trabajar y era una de las pocas mujeres que araba con la mula en esa época», asegura Julio. Unos tiempos, que sin duda, trajeron consigo muchas dificultades que Sebastiana recuerda con cierta diversión. «Teníamos que esconder las alubias, los garbanzos y la comida que teníamos. No queríamos que nos las quitasen cuando estábamos en guerra» explica.
Entre todos los quehaceres que han ocupado la vida de Sebastiana, el principal ha sido trabajar para sacar todo adelante. Trabajar, trabajar y trabajar. Una palabra que menciona constantemente y que acompaña siempre de otra; de 'ilusión'. Sebastiana se ha dedicado a cultivar cáñamo, sus propias hortalizas y frutas, a cuidar ovejas, cerdos y gallinas; a tejer y tejer. «La lana.. cuánto hemos hilado».
Sin embargo, los tiempos van evolucionando. Sebastiana, que crió a sus dos hijos en el ambiente rural de Espinosa de Cerrato, permaneció en el pueblo hasta hace tan solo seis años. Ahora, afincada en Palencia en un piso junto a su nuera Noemí, asegura preferir la calidez y viveza de la ciudad al frío –un frío emocional- del pueblo.
Le gusta Palencia, salir a pasear por la orilla del río o dar una vuelta por la Catedral. Siempre, además, acompañada por uno de sus cinco nietos, ¡o de sus otros cinco bisnietos! También con el apoyo de Nora, que acude a la casa cada día para ayudar a ambas con las tareas cotidianas. También le gusta leer y ver la tele, a pesar de que a día de hoy sufre cataratas. Un problema, que a sus 92 años podía haber solucionado de saber que le quedarían muchísimos más libros por leer o revistas que ojear. Aunque quién le iba a decir que llegaría con tanta energía al año 2022.
«Mi abuela cogió su último pollo de corral a los 96 años», afirma su nieto Julio, con una sonrisa que se intuye detrás de la mascarilla que ahora tapa parte de nuestros gestos. Sin duda, una muestra de la viveza de Sebastiana, de unos años tan bien llevados, con unas ideas claras y un carácter vivo que sigue mostrando a día de hoy. Y también, una perseverancia que le ha llevado a recordar con ternura anécdotas cargadas de significado. «Cogí unas nueces, las dejé en una lata de escabeche llena de tierra y dejé que creciera un nogal. Mis vecinos me decían que nunca iba a probar esas nueces», explica Sebastiana, que incluso se incorpora con agilidad del asiento para acomodarse en sus palabras. Ahora, su huerto luce varios nogales, hermosos, criados, viejos. Nogales de los que sí, ha comido nueces hasta el día de hoy.
No ha hecho falta preguntar a Sebastiana por la pandemia y sus consecuencias. Desde el primer momento deja claro que no le gustan las mascarillas y lo mucho que sufre por la juventud. «Veo a los niños que tendrían que estar divirtiéndose y ahora pasa esto», comenta con dolor, con la tristeza de una época marcada por los encierros y las restricciones. Sin embargo, a la pregunta de cómo ella ha afrontado esta situación y los meses de confinamiento, responde con la empatía más pura, de nuevo preocupándose por las nuevas generaciones.
De hecho, su nieto Julio explica cómo, a veces, es ella misma quien invita a sus nietos y bisnietos a no irla a visitar. A lo que ella añade, «no van a estar aquí gastando el tiempo contemplando a dos 'pelonas'», asiente con franqueza, socarrona. Tiene claro que, además, son muchos los años que ha vivido, e incluso se atreve a tutear 'al de arriba', asegura su nieto, bromeando sobre cuántos más le quedan por cumplir. Con la enorme suerte de tener una mente tan despierta y un carácter tan singular, es una alegría para toda la familia disfrutar de la compañía de Sebastiana, que luce, como si de un baile 'de los de entonces' se tratase, una camisa satinada blanca y un recogido en el pelo. Para celebrar sus 106 años de ilusión y de trabajo.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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