Ejército de Ecuador de patrulla por la playa durante el confinamiento.

Vacaciones forzosas de seis meses en Ecuador

Marta Pascual visitaba el país sudamericano cuando cerró por la covid y montó un negocio de menús a domicilio para sobrevivir hasta que pudo regresar a Palencia

Domingo, 15 de noviembre 2020, 21:33

Se subió a un avión el 9 de febrero, con la maleta llena de ilusiones por conocer y por descubrir un nuevo país. Ecuador. Llevaba más de un año trabajando y organizando este viaje. Y por fin estaba en la T4 del aeropuerto ... de Madrid, esperando para embarcar rumbo a Guayaquil. Solo llevaba billete de ida porque, entre sus planes, estaba llegar hasta Perú, donde ya estuvo el año anterior, y visitar a su amiga Andrea. Había ahorrado lo suficiente para disfrutar de un mes, puede que dos. Pero la pandemia lo desbarató todo. «Llamé al Consulado y a la Embajada. Me dijeron que tenía que esperar, que ya estaba en una supuesta lista, pero cuando volví a llamar, por mayo, estaban ya con el cupo de repatriaciones y que tuve que esperar a que las fronteras volvieran a abrir y a dar permiso», relata la palentina Marta Pascual, que logró volver a España el 11 de agosto.

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Olón es el pueblo, una comuna como denominan allí, en el que se encontraba Marta cuando todo estalló. Situado a cuatro horas en coche de Guayaquil, la segunda ciudad -tras Quito- más importante de Ecuador, cuenta con paradisiacas playas y bosques alrededor. Marta hacía talleres con los niños del pueblo, les ayudaba con el inglés y limpiaban juntos la basura de la playa. Hasta que llegó el confinamiento, mientras los ahorros del viaje iban desapareciendo poco a poco.

Comida recién hecha para llevar a las casas..

Marta compartía un pequeño apartamento con un amigo, que conoció en su anterior viaje a Perú. Ambos tuvieron una idea. Hacer menús para llevar a los domicilios. A primera hora de la mañana, a través de 'whatsapp' y Facebook, anunciaban los platos del día. Pensar el menú, ir a comprar los ingredientes al mercado y cocinar. Así eran sus mañanas de confinamiento. «Un día, arroz o pasta con una hamburguesa en plato, camarones... Todo compra del día. Nos montamos como un restaurante en casa y, a mediodía, él salía a repartir con su moto. Ha sido la manera de tener la cabeza un poco ocupada y ganar algo», afirma. Cada menú costaba 5,5 dólares y les servía para conseguir un poco de dinero y mantenerse ocupados, mientras las semanas iban cayendo como losas. La mayoría de sus clientes eran estadounidenses jubilados que vivían también por la zona.

Los días, más allá de la compra y la cocina, se limitaban a paseos por la playa a primera hora del día. «Me bajaba sola a correr, a caminar o a buscar piedras para hacer artesanía, que he aprendido. Bajaba a las cinco o así, luego estaban los militares patrullando, todos armados y todos muy grandes», rememora.

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Olón, pueblo donde la palentina Marta Pascual permaneció seis meses.

La covid no hizo demasiado daño en el pequeño pueblo en el que vivía esta palentina. «Es cierto que murieron algunas personas y fue una pena, pero ya eran muy mayores, de más de noventa años. Al no salir, tampoco he visto mucho. Lo que estuvo muy mal fue Guayaquil, con familias esperando durante días en la calle porque había fallecido uno de los suyos en el salón de su casa y nadie retiraba el cadáver», explica.

Cuando todo se suavizó, llegaron los quebraderos de cabeza. «Abrieron fronteras y llegaron los problemas con las aerolíneas, porque unos volaban, otros no tenían permiso... Una locura», resalta. Tanto es así, que sus padres le compraron un billete con Iberia -que costó más de 1.400 euros-, el vuelo no salió y aún no les han devuelto el dinero. «Mi madre sigue reclamando el importe porque le aseguraron que, si no volaba, se lo devolvían inmediatamente», argumenta.

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Hasta que consiguió embarcar, rumbo a España, pudo disfrutar de algo único, de las ballenas jorobadas de Ecuador. «Tuve la suerte de que en julio es la temporada de las ballenas y viajé hasta Puerto López para verlas. Me considero muy afortunada porque es algo de la naturaleza que jamás me esperé ver. Estoy muy agradecida por todo lo que he aprendido, todo que he visto y lo que me llevo», afirma.

Transporte en Ecuador con la pandemia.

Sus padres volvieron a probar suerte con otro vuelo, esta vez de Air Europa. Le compraron el billete con esperanza, pero sin tener mucha idea de si iba a salir o no. Y despegó. «Y por fin llegué a España. Ni siquiera abracé a mi padre al aterrizar, porque no sabía si traía 'el bicho'», añade. Nada más llegar a Palencia, se dio una ducha y se fue a hacer una PCR. En cuanto supo que era negativo, fue a ver a su abuela. «Tenía un millón y medio de ganas de verla», concluye.

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