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El antiguo colegio Francisco Javier de Saldaña se convirtió este jueves en el escenario perfecto para las jornadas de instrucción de Búsqueda y Rescate Urbano que efectuó el Quinto Batallón de Intervención en Emergencias (BIEM V) de la UME (Unidad Militar de Emergencias).
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A ... las 7:30 horas recibía el teniente Narganes el aviso de activación de la emergencia, como responsable de la 523 Sección de Intervención y Rescate (SIER 523), porque un terremoto había asolado la localidad palentina. Cinco minutos más tarde, partía desde la base de San Andrés de Rabanedo, en León, con el equipo de reconocimiento inicial al lugar de los hechos. Los trabajos de rescate arrancaron sobre las nueve de la mañana.
Una antigua residencia de estudiantes, reconvertida en albergue para peregrinos, era el marco sobre el que tenían que trabajar los militares en esta catástrofe. Sabían que había 33 personas, que permanecían en alguno de los ocho edificios del complejo, pero no descartaban que hubiera más. El colegio, en ruinas, estaba lleno de cascotes, cristales rotos y maderos.
Un total de 55 militares, en dos turnos de operación, junto a cuatro perros de búsqueda y dieciséis vehículos (ligeros, VAMTAC portapersonal, camiones de carga, de transmisión...) participaban en estas maniobras.
Esta preparación, que ha durado toda la semana, se ha llevado a cabo en distintos escenarios, desde la propia base hasta en una antigua azucarera en la localidad leonesa de Veguellina de Órbigo. Han podido practicar apuntalamiento, rescate vertical con cuerdas, excarcelación de vehículos... y Saldaña fue el colofón para poner en práctica todo el aprendizaje en un terremoto simulado. Los ejercicios han servido para poner a punto a este Quinto Batallón de la UME como equipo certificado del Grupo Internacional de Asesoramiento de Búsqueda y Rescate (INSARAG) de la ONU para tareas de búsqueda, rescate y atención sanitaria en grandes catástrofes internacionales –algunos de ellos ya tienen experiencia en esas misiones–. «Son unas maniobras muy importantes porque ponen en práctica el adiestramiento de todo el año y vemos las capacidades que estamos aportando al sistema. Evaluamos el rescate en espacios confinados con movimiento de grandes pesos, apuntalamiento de estructuras, atención sanitaria y, también, cómo funciona la figura de mando y control, y cómo fluye la información con los superiores», señaló ayer el teniente Narganes.
Toda la información sobre el operativo llega a los superiores a través del vehículo de transmisiones 'Mérida', aparcado a la entrada del colegio. Sirve para comunicarse con todos los mandos y con otros medios, en caso de ser necesario. Consta de Intranet, Internet, dos ordenadores, impresora y fotocopiadora. «Un auténtico puesto de mando sobre ruedas», afirmó el teniente Narganes.
Bajo un toldo, en la entrada del recinto, está situada una amplia pizarra con el 'hombre puerta', que apunta todos los datos. La parte de arriba es un esquema de los edificios, con los puntos donde ha habido explosiones y los lugares donde hay heridos. Justo debajo, en una tabla están todos los datos que se han podido recopilar de las víctimas. Abajo del todo, están los militares distribuidos por su equipo de trabajo. Los que tienen una marca permanecen dentro de los edificios para controlar los que puedan salir y ponerse en un lugar seguro en caso de que haya una réplica del terremoto.
Los perros conforman el equipo cinológico y trabajan con los militares en busca de vida entre las propias ruinas o para certificar los cadáveres. De los cuatro canes que participan, dos se encargan de buscar heridos y el resto, fallecidos. Para trabajar en el simulacro como si fuera real, cuentan con restos humanos, gracias a un convenio para que un hospital de Castilla y León ceda partes de cadáveres para este tipo de pruebas.
En caso de catástrofe, se solicita la presencia de la UME a través del Sistema Nacional de Protección Civil, con sede en Madrid, y dependiendo de la 'zona de responsabilidad', se repartiría el trabajo a alguno de los cinco batallones que hay repartidos en España: León (en San Andrés de Rabanedo), Zaragoza, Madrid, Valencia y Sevilla. La propia base leonesa abarca Castilla y León, Asturias, Galicia y Cantabria.
«Desde las Fuerzas Armadas a nivel nacional hacemos un gran esfuerzo por colaborar con la sociedad española. Se siente un cariño especial de la gente y estamos muy agradecidos», reconocía el teniente Narganes, que rememoraba los peores momentos de la pandemia. Nadie se olvida de la labor de desinfección que han llevado a cabo en residencias de mayores o las labores de vigilancia, para que se cumpliera el confinamiento domiciliario y se atajase el virus. «Yo estaba el 19 de marzo en el primer despliegue en Palencia», rememora, ya que aún formaba parte del Grupo de Artillería. «Ha sido una época muy complicada para todos y cada uno hemos intentado hacer nuestro trabajo para lo que la sociedad necesitase», concluyó.
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