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Miguel Gil, junto a la que fue su mujer 61 años, Justa Alonso. El Norte
Coronavirus en Palencia: Triste final para una historia de amor de 74 años

Triste final para una historia de amor de 74 años

Justa Alonso Castro falleció a los 90 años por covid y su marido, Miguel Gil, ha pasado un mes ingresado, pero ha logrado salir adelante pese a la pena por perder a su mujer

Marco Alonso

Palencia

Domingo, 7 de junio 2020, 09:10

Toda una vida. Eso es lo que llevaban juntos Justa Alonso Castro y Miguel Gil Barcenilla. Justa, de 90 años, y Miguel, de 86, eran pareja desde hace 74 años, 61 de ellos como matrimonio. Vivían solos en Palencia, aunque tenían el apoyo de sus hijos y del programa de ayuda a domicilio, lo que les permitía tener una cierta autonomía y una vida tranquila. Pero todo cambió el 17 de marzo, cuando Justa comenzó a tener síntomas compatibles con la covid-19.

Solo habían pasado tres días desde que se decretó el Estado de Alarma y la situación en casa de este matrimonio dio un vuelco. La salud de Justa empeoró y Miguel se afanaba en ayudar a su mujer en todo lo que estaba en su mano, pero pronto necesitó un médico, tal y como relatan sus hijos, Miguel Ángel y Rocío. «Llamamos y nos dijeron que iban a hacerle la prueba para ver si tenía el coronavirus. Al día siguiente nos llamaron para decirnos que no podían ir ese día, que irían en dos días, pero luego nos confirmaron que no iban a hacerle la prueba. No nos dijeron que fuese porque era una persona mayor, pero las excusas que nos dieron fueron un poco vagas», apunta Miguel Ángel.

Las horas pasaban y Justa empeoraba. «El día 22 después de cenar empezó a desvanecerse, llamamos al 112 al día siguiente y se presentaron en casa a primera hora. La estuvieron auscultando, dijeron a mi padre que tenía los pulmones muy mal y que no se podía hacer nada. Así que el día 25, después de que mi padre estuviera pendiente de ella en todo momento y la viese agonizar durante tres largos días, a las 7:00 horas falleció», explica este palentino, que no pudo estar cerca de su madre los últimos días de su vida. Las llamadas a su padre y las visitas esporádicas se convirtieron en la única forma de conocer su estado. «Le llamábamos y siempre nos decía que las cosas estaban mal. El hombre lo ha tenido que padecer solo. Ibas un minuto con EPIS caseros y te ibas. En ningún momento han estado acompañados. Sacamos a la gente que les ayudaba de casa por si acaso. No queríamos cargar en la conciencia con contagios a otras personas», explica.

Y de esta forma, la vida de Justa se apagó. «Al funeral solo podíamos ir tres personas, pero no fue nadie. Los velatorios estaban prohibidos. No pudo estar acompañada por sus seres queridos y toda la familia, como nos hubiera gustado. Mi padre no pudo ir porque tuvo que permanecer aislado y mi hermana y yo teníamos tanto miedo de llevar el virus a casa, que al final no fuimos. Mi madre no hubiera querido que nos pasase nada», apunta este apenado hijo con la voz entrecortada. «Como no le hicieron la prueba pusieron en el certificado de defunción que era posible coronavirus», añade.

El dolor por el fallecimiento de Justa se fusionó con la preocupación en la familia por el estado de Miguel. «Mi padre empezó a presentar síntomas y lo achacábamos a la pena. Empezó a dejar de comer y lo que tenía no era solo pena. Llamamos al 112, se lo llevaron al hospital y nos confirmaron que tenía también coronavirus. Ha estado un mes ingresado, entre el hospital y San Juan de Dios», explica Miguel Ángel, que no oculta que llegó a pensar que la covid-19 también le iba a arrebatar a su padre. «Mi hermana y yo creíamos que íbamos a perder a los dos en dos semanas y por suerte nos equivocamos. En este caso la fortaleza de mi padre hizo que lo pudiera pasar», afirma.

Miguel se recupera en casa de su hijo de las secuelas de la covid-19. «Le está costando salir adelante porque ha visto a su mujer agonizar tres días en su casa», asevera Miguel Ángel, que pide a la sociedad responsabilidad para que casos como el suyo no se repitan. «Mi padre comenta que en su franja horaria todos van con mascarilla, pero cuando puede salir todo el mundo parece que la gente no tiene respeto. Me dice que los que no toman las medidas adecuadas es porque no son conscientes de lo que estamos viviendo. Los mayores son los que saben de qué va esto. Han vivido una guerra civil, una guerra mundial, una posguerra, varias crisis y ahí siguen, dándonos lecciones», sentencia.

Ahora que Justa no está, Miguel trata de seguir adelante con su vida y ha encontrado seis apoyos que le permiten evadirse, al menos por momentos, de su pérdida. Los pilares de su vida tienen nombre y se llaman Beatriz, Miguel, Álvaro, Sergio, Mario y Alicia. «Los nietos hacen mucho. Son los que le acompañan y le sacan una sonrisa a pesar de todo lo que ha vivido. Tiene mucha pena, pero el dolor no puede con él porque es muy valiente», apostilla  Miguel Ángel, que espera el regreso a la normalidad para homenajear a sus padres, a los que solo una pandemia ha sido capaz de separar.

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