Mayte Martín | Cantaora y compositora
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Mayte Martín | Cantaora y compositora
«Soy transgresora por defender mi libertad artística y romper con los estereotipos estéticos»Lleva tres décadas en el mundo de la música y se ha convertido en una visionaria del cante flamenco. Mayte Martín (Barcelona, 1965) es una de las cantaoras que se ha ganado el favor y el respeto de la afición y de la crítica siendo ... fiel a sus principios y a su manera de expresarse, que se sintetizan en su bandera: «El flamenco es mi origen, no mi yugo». Su filosofía profesional se basa en la libertad, honestidad e independencia, insólita en el negocio musical. Esta cantaora, cantante, compositora y guitarrista pisará por primera vez tierras palentinas este viernes para pasear al público del Teatro Principal por el flamenco de principios del siglo XX, el de la época de Pastora, de Valderrama, de Marchena…
–Presenta este viernes 'Flamenco íntimo' en Palencia. ¿Pisa por primera vez esta tierra?
–Así es, nunca he estado en Palencia. Voy a encontrar un público nuevo y desconocido y me alegra saber que en Palencia hay una gran afición al flamenco.
–¿Por dónde paseará al público palentino?
–Por el flamenco de principios del siglo XX, el de la época de Pastora, de Valderrama, de Marchena, de El Cojo… Por el flamenco antiguo.
–Dicen que es pionera y puntal del denominado 'flamenco catalán'. ¿Qué distingue a este concepto?
–Creo que las cosas se hacen de determinada manera y contienen determinados ingredientes en función de lo que uno ve, vive, respira y del ámbito en el que se mueve. Todo eso condiciona mucho la manera de filtrar las cosas y de reinterpretarlas. De ahí que exista un flamenco catalán, al igual que existe un flamenco jerezano, porque el paisaje y la manera de vivir y de aprenderlo son distintas. En Cataluña no se vive el flamenco como en Andalucía. El flamenco catalán es una cuestión de estudio, de habernos apasionado por este arte y de haberlo conocido y estudiado más que de haberlo vivido en fiestas o en reuniones familiares.
–La afición también varía en función del lugar…
–Por supuesto. El público es distinto por la misma razón que el flamenco, depende del lugar donde uno se cría.
–Usted, que ha recorrido con su cante distintas regiones del territorio nacional, ¿se ha sentido más jaleada en Andalucía que en otras comunidades?
–Jaleada, sí. En Andalucía tienen sus propios códigos y, también, sus entresijos. Pero eso no quiere decir que guste allí más que en otros sitios; en cada lugar se utilizan distintos códigos a la hora de demostrar su querencia hacia algo.
–¿Se siente transgresora de la profesión?
–Supongo que sí, sobre todo, en la manera de conducir mi carrera porque siempre he defendido mi libertad artística por encima de cualquier exigencia que han intentado imponerme. También, he roto con los estereotipos estéticos, de carácter y de la forma de llevar la profesión.
–«El flamenco es mi origen, no mi yugo», recalca. Toda una declaración de principios para dejar clara su manera de expresarse...
–Esa es la frase que me define por excelencia. Mi primer sentimiento musical y mi primera palabra musical fueron el flamenco porque mi padre, malagueño de nacimiento, fue un emigrante andaluz que vino a Barcelona con sus discos y esa música era la que se escuchaba en mi casa. Mi amor al flamenco fue inevitable; yo tuve un flechazo con el flamenco.
–Con diez años su padre la inscribió en un concurso musical y ganó el primer premio. ¿La niña ya soñaba con cantar?
–La niña ha soñado con cantar antes de hablar. Yo soñaba con cantar, pero no con dedicarme exclusivamente a la música; eso me ha venido dado, es algo que la vida me ha permitido porque yo no lo he buscado. En cualquier caso, he nacido para cantar, aunque ejerciera otra profesión para ganarme la vida.
–¿Ha logrado alcanzar el nivel de compás que usted admira en los cantaores?
–Yo aprendo cada día. Para mí lo más importante no es ser cada día más famosa ni que cada día me conozca más gente, sino aprender cada día algo nuevo, aprender en cada concierto. Yo sigo dedicándome a este oficio por la misma razón y con la misma ilusión que tenía cuando no era mi medio de vida. Por eso mi meta es aprender cada día y no quedarme nunca estancada. Ahí reside lo bonito, no en vender más discos ni en tener más bolos o ser más reconocida.
–Entonces, no le costó poder vivir del flamenco…
–No, la verdad es que me vino de manera bastante fluida y, sobre todo y lo más importante, no haciendo jamás algo que no me interesara, que no me apeteciera o que no me saliera del alma. Nunca me planteé ganarme la vida con el flamenco, surgió así y nunca he tenido que hacer ninguna concesión, que tampoco la hubiera hecho. Nunca he sido una persona ambiciosa materialmente y mi camino nunca se ha guiado por el lado comercial; he sido ambiciosa de libertad y de nutrirme y aprender cada día.
–¿Cuándo y por qué decidió cantar y, también, tocar la guitarra?
–Yo cantaba antes de tener la capacidad para construir una frase coherente, cuando aún no tenía vocabulario; me inventaba canciones con las palabras que sabía. Esto era un indicador de que existía para la música. En mis inicios como cantaora, solo cantaba, y me acompañaba como guitarrista mi hermano Paco y, a raíz de eso, empecé a ver vídeos de guitarristas, imitando las posiciones y comencé a tocar la guitarra de manera autodidacta, un aprendizaje al que dediqué muchísimas horas. Luego, lo dejé de lado, pero siempre me ha gustado tocarla. De hecho, en mis conciertos siempre me acompaña un guitarrista.
–Como cantaora, ¿ha abierto puertas a las jóvenes que sueñan con dedicarse profesionalmente a su arte?
–Pues no lo sé. A mí las puertas que me gustaría abrir son las de despertar la conciencia entre los jóvenes, es decir, no engañar al público y ser honesto consigo mismo y con la gente. Para mí esto es lo más importante, más que ser un referente en el tema puramente interpretativo.
–¿El cante rezuma aún machismo?
–Pues claro, como la sociedad. Todo en la vida es un reflejo de lo que estamos viviendo en cada momento.
–Deslumbra el fajo de premios que atesora, entre otros la Lámpara Minera (1987), el Ciudad de Barcelona de Música (1996), la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (2021) o el Nacional de Cultura de Cataluña (2024)...
–Los premios son reconocimientos bonitos, pero para mí el premio más importante no me lo otorga ninguna institución, sino que me lo da el público que me secunda, que me apoya, que me entiende, que viene a verme a los conciertos, que comulga con mi filosofía. El verdadero premio es el aplauso, el reconocimiento del público y que la gente acuda a mis conciertos.
–A lo largo de su trayectoria, público y crítica han convergido en apreciar su cante...
–La verdad es que sí, afortunadamente. En ese sentido estoy contenta, no me puedo quejar.
–Ha editado nueve discos entre 1994 y 2024. ¿Grabar le supone un sacrificio?
–Es un sacrificio en todos los sentidos. En primer lugar, me supone un sacrificio económico porque como me niego a estar supeditada a nada ni nadie, yo me autoproduzco. También es un sacrificio de tiempo porque tardo alrededor de nueve meses en grabar un disco. Soy una persona exigente y estoy detrás de toda la producción de un disco y de cada decisión.
–Uno de sus álbumes está dedicado a los boleros. ¿Se ha apartado de ese género?
–Para nada. Entiendo los géneros musicales como idiomas y yo, en cada momento, utilizo el que más refleja mi estado de ánimo y la necesidad de expresarme; el corazón me lleva por caminos diferentes y yo le sigo. No dejo los boleros ni el flamenco, no dejo nada.
–Esa actitud no es muy convencional en el mundo de la música...
–No es convencional porque no favorece a nivel comercial y es un hecho insólito en la música de hoy.
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